Horacio Ávila sabe bien lo que es el frío. Estaba en situación de calle el 9 de julio de 2007, cuando una nevada inusual caía sobre la Ciudad de Buenos Aires. Conoce esa sensación de frío hasta los huesos que padecen quienes viven sin techo por estos días. Los más frágiles, los que caen sin que (casi) nadie lo note ni haga algo. Esta semana falleció una persona en situación de calle. Es la cuarta admitida oficialmente en lo que va del año. Las dos primeras fueron en marzo y la tercera en abril. A todas se las catalogó como «muertes naturales». Las organizaciones denuncian que hubo un quinto muerto a principios de semana.

Ávila es titular de la organización Proyecto 7, integrada por y para gente en situación de calle. En diálogo con Tiempo aclara que las muertes de esos hombres y mujeres a la intemperie no solo tienen que ver con las bajas temperaturas. Y que no tienen nada de “naturales”. Critica el Operativo Frío, lanzado esta semana por el Gobierno de la Ciudad, y advierte acerca de múltiples formas represivas y expulsivas sobre esa población que crece a la vista de todas y todos, pero continuamente invisibilizada. Según los números oficiales, son unos 2500 en CABA. Para Ávila, esa cifra representa un cuarto de la real: “Calculamos que hay diez mil personas en situación de calle en la Ciudad”. Significa un 30% más que en 2019, antes del inicio de la pandemia.

–¿Por qué cuestionaron los censos de la Ciudad y del Indec sobre la población en situación de calle?

–La metodología se viene reclamando hace más de diez años. (El titular del Indec, Marco) Lavagna usó el mismo método que (la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de CABA, María) Migliore. Y usó gente del BAP (Programa Buenos Aires Presente). Creo que hubo un arreglo, un acuerdo. Al Indec le dio menos que a la Ciudad (2548 personas relevó el gobierno porteño, 2416 el organismo nacional). Una vergüenza. Es un subregistro, no lo pueden llamar censo.

–En 2019 las organizaciones sociales censaron a 7251 personas en la calle. ¿Qué estimaciones tienen hoy?

–Después de tres años, en Ciudad calculamos -por todo lo que viene pasando, porque sabemos que todos los índices de pobreza han crecido, porque tenemos más demandas- que hay un 30% más. Estaríamos en diez mil. Y creo que estamos pasando las cien mil personas a nivel nacional.

–Con la llegada del frío se despliegan más operativos oficiales sobre esta población, ¿cómo inciden en el día a día en la calle?

–El Operativo Frío (del Gobierno de la Ciudad) es una chantada. El Estado está para resolver. No puede salir a repartir viandas. Tiene que resolver, y más en la ciudad más rica de Argentina. Tiene que poner los recursos para que no haya ni una persona en la calle. Si no, es un grupo solidario. ¿Cuál es la diferencia entonces entre Juan Carr (de Red Solidaria) y (el jefe de Gobierno) Horacio Rodríguez Larreta? Hacen lo mismo. Esas personas que comen ahí después duermen en la calle. Alguno amanece muerto o muerta. Es deprimente desde cualquier lugar el Operativo Frío. También pasa a nivel nacional, hay un vacío terrible.

Horacio Ávila, el titular de Proyecto 7

–En lo que va del año se supo de cuatro personas sin techo muertas en CABA, ¿relevan esos casos?

–Seguramente debe haber muchos más. Es la cuarta que sabemos. Y me dijeron de un caso en Roca, que sería la quinta: un muchacho conocido por los vecinos. Esta semana de mucho frío, el lunes o martes, amaneció muerto. En el verano también ocurren, por los motivos contrarios: sube la presión por el calor, deshidratación. Es todo el año. Con el frío toma más notoriedad. Lo que más molesta es que digan ‘muerte natural’. No tiene nada de natural morir en la calle.

–El crecimiento de la gente en situación de calle está a la vista, pero a la vez invisibilizado, naturalizado. ¿Por qué?

–A la sociedad lo que la interpela es que tenés que laburar 14 o 16 horas por día para llevar el morfi a tus hijos. Sobrevivís como podés, y no te da el tiempo para detenerte a hacer algo por el otro. Pero la gente más humilde es la que más se fija en el otro. Sí hay una cuestión urbanística, de la sociedad en su conjunto. Por ejemplo, me acuerdo haber dormido en la puerta de la Biblioteca del Congreso, ahora hay rejas y no se puede. Cierran los cajeros, no por seguridad sino para que la gente no duerma ahí. Hay una visión urbanística, social y gubernamental que expulsa y no registra, y si registra es para expulsar.

–Hubo casos recientes de golpizas y quemaduras a personas en la calle, que también pasaron bastante desapercibidos. ¿Lo ven como un fenómeno creciente?

–Esto pasa históricamente. Y no solo acá. Me acuerdo haber dormido en el Spinetto y despertarme porque a un compañero lo habían rociado con alcohol. Lo pudimos apagar, pero terminó con parte del cuerpo quemado. Era 2004. Hay nazis y gente que odia a pobres y negros. También está la represión policial fuertísima, y ahora están volviendo los grupos parapoliciales como la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público, que funcionó formalmente en 2008 y 2009). Hay camionetas sin identificación, les tiran todas las cosas. Las formas represivas son muchas. Higiene Urbana, desde que empezó el gobierno macrista, va junto a móviles policiales y hace lo mismo. O manguerea: mil veces nos hemos tenido que levantar porque vienen con esa manguera con una presión enorme. Es una forma de correr, de reprimir a la gente en calle. Es un conjunto de cosas históricas que quizás hoy tengan más difusión por las redes.

–¿Qué implicó la sanción de la Ley 27654 –de situación calle y familias sin techo- y en qué situación está?

–Estamos en estos días reuniéndonos con (el diputado del Frente de Todos, Federico) Fagioli que laburó con nosotres la ley, y con algunos diputados de La Cámpora para tener reunión con Juan Zavaleta y Laura Alonso (ministro de Desarrollo Social y secretaria de Inclusión, respectivamente) para ver si empezamos con un armado de programas. Está para reglamentar la ley, pero sin un número oficial de gente en situación de calle es difícil adjudicar presupuesto. De las organizaciones puede haber una estimación, pero oficialmente no hay. Por eso lo del Indec nos parecía importante que se hiciera como correspondía. Estaban los recursos, la gente en la calle, los censistas. Se podía hacer bien. Pero la decisión de Lavagna fue hacerlo mal. «