Navidad es sinónimo de festejo y celebración. Pero también ansiedad, de grandes y de chicos. Niñas y niños esperan que lleguen las 12. Los juguetes son las estrellas de la noche. Entre la multiplicidad de opciones y gustos –los hay de madera, de plástico, artesanales, de diferentes colores, tamaños y para distintas edades– cada vez sobresalen con mayor fuerza aquellos que apuntan al aprendizaje a través de lo lúdico. La tendencia de adquirir juguetes didácticos y educativos está en su pico histórico: representan el 40% del total del mercado. Y son además un motor para la producción nacional, sobre todo para un sector que entre 2016 y 2019 sufrió los ataques de un Estado desregulador en favor de la industria importadora y que en los últimos dos años está revirtiendo lo perdido.

Los juguetes didácticos cumplen un rol fundamental en el desarrollo de la primera infancia: estimulan los sentidos, la motricidad y la creatividad a través del aprendizaje de nuevas habilidades y destrezas. A Alejandra Graziano, su marido Fabián y sus seis hijos, los juguetes les brindaron una nueva oportunidad. En 2005 Alejandra se encontraba haciendo un taller de artesanías en madera cuando se quedaron sin trabajo. Esa formación fue el puntapié inicial que les permitió acercarse a un universo que hasta el momento desconocían: los juguetes.

De a poco empezó a mostrar sus primeros rompecabezas en colegios y jardines, así arrancó Juegos Kurimi que, radicada en Lanús Oeste, ya lleva más de diez años en el rubro. «Al principio trabajábamos con la madera que recolectábamos en la calle, hacíamos los juguetes en casa. A partir del 2007 fuimos tomando impulso y de a poco incorporamos nueva maquinaria. Hoy contamos con un taller de carpintería, uno de pintura y otro de armado. Lo fuimos construyendo año a año en un proceso en el que se involucró toda la familia», cuenta su creadora.

Hoy se dedican a la venta mayorista en todo el país e insisten en la importancia de que “los chicos utilicen materiales más nobles» como la madera. Los juguetes están destinados a niños de entre 6 meses y 8 años, ayudándoles a estimular el reconocimiento de los colores, el entendimiento de los números, la motricidad gruesa y fina, la simbolización y la atención, entre otras habilidades.

“Los juguetes didácticos y educativos son una tendencia que viene creciendo, y actualmente explican el 40% de la oferta de juguetes”, remarca a Tiempo el titular de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), Emmanuel Poletto. Sostiene que el fenómeno está más concentrado en el segmento de la primera infancia: “Ayudan a desconectarse de las pantallas y estimulan el desarrollo cognitivo, de motricidad fina; jugando aprenden los colores, las formas, los números, las letras. A partir de los 6 o 7 años empiezan a tener más participación otros tipos de productos para cuestiones lúdicas y logran más preponderancia los juegos de acción o de mesa”.

Foto: Diego Martinez @ildieco_diegomartinezph

Compre local

El porcentaje actual de la industria nacional en la oferta total de juguetes roza el 40%. En los últimos dos años recuperó diez puntos porcentuales, la mitad de lo que cayeron en la administración macrista: “Con la gestión anterior perdimos 20 puntos porcentuales. En 2019 nos ubicamos en el 30%. Esperemos recuperar el 50% de participación que supimos obtener hasta 2015”, se esperanza Poletto, y destaca que “las políticas públicas de la actual gestión están dirigidas a fomentar la industria nacional y la administración inteligente del comercio, que mantiene un equilibrio sano entre la producción nacional (con bebotes, masas de modelar, juguetes didácticos y toboganes como estandartes) y la internacional, donde predominan las figuras de acción sujetas a licencias o los juegos electrónicos”.

A raíz de la pandemia, la crisis logística internacional y el encarecimiento de los fletes, se redujo la oferta importada, aunque “en Argentina todavía hay stock de juguetes importados que dejó la ‘pandemia importadora’ de 2016-2018, cuando se duplicaron los volúmenes de juguetes del exterior”, comenta Loretto. A nivel internacional, la moda actual son los microjuguetes, pequeños muñecos coleccionables, como los Lol. En la Argentina los juegos de mesa son un clásico que se volvió furor en pandemia. “El Carrera de Mente es el juego de mesa más vendido del país”, resalta el titular de la CAIJ.

Esteban Siciliano y Agustina Terrada son dos jóvenes de la provincia de Neuquén. Arrancaron fabricando mobiliario infantil y a partir de 2011 se dedicaron a la producción de rompecabezas de madera, juegos de memoria y teatros donde los chicos pueden armar sus propias historias a partir de diferentes títeres. Al emprendimiento basado en el diseño y fabricación de juegos didácticos y teatros temáticos lo llamaron Pipikuku.

«Arrancamos con una caladora y de a poco fuimos creciendo. Trabajamos con madera, tiene otra sensación, otro peso y una calidez al tacto. Todos nuestros juegos están orientados a que los niños de entre 2 y 6 años puedan aprender algo nuevo a través del juego», sostiene Siciliano. Cuentan con juegos dominó, de asociación y de encastre para los más pequeños. Asegura que el juego está presente durante todas las etapas de la vida: “Jugamos hasta de grandes, a ser alguien». Actualmente realizan ventas mayoristas y envíos a todo el país a través de su sitio web. ¿Los favoritos? Los rompecabezas y todos los relacionados con la granja. 

Fortaleza

La Industria Argentina del Juguete está integrada por 180 fabricantes. El jueves, en la Noche de las Jugueterías, gran parte de ellas y ellos se mostraron entusiasmados con lo que pueda llegar a venderse para estas Fiestas. Se apoyan en dos aspectos alentadores: los números alcanzados el Día del Niño y la venta de árboles navideños, que tuvo el mejor desempeño de los últimos cinco años. “El juguete tiene una fortaleza: es el último regalo que se priva”, subraya Loretto.

A través de materiales didácticos, Curiosos Kits invita a las niñas y los niños a acercarse al mundo de la ciencia de una manera lúdica. Con diferentes cajas coloridas proponen juegos que invitan a experimentar, a descubrir la ciencia de la cosmética, a comprender la densidad de los líquidos o el secreto de las burbujas.

«La idea surgió en 2007 cuando mi mamá, docente jubilada y amante de la ciencia, empezó a diagramar cada juego partiendo de las ideas que ya había implementado en el aula. Son kits que salen de lo común porque proponemos un imaginario que les permite a los niños experimentar y encontrarse con dificultades que hay que resolver mediante preguntas abiertas», comenta Luciano Carriquiry, parte del emprendimiento que tiene su sede en la Ciudad de Buenos Aires. Cada acertijo cuenta con respuestas abiertas que invitan a pensar y a seguir aprendiendo como, por ejemplo: ¿es posible que las burbujas tengan otra forma? Los juegos didácticos tienen otro plus: no solo despiertan la curiosidad y el interés, sino que además son la excusa perfecta para aprender y reunirse con amigos y familia. Y valorar algo que cada vez cuesta más presenciar: el trabajo en equipo.  «

Vasalisa: muñecos de tela para la inclusión

La industria del juguete no está exenta de los cambios socioculturales. Distintos emprendimientos se alejan del modelo binario de géneros y apuestan por la diversidad. Y también la inclusión. Es el caso de Vasalisa, una iniciativa cordobesa que busca darles protagonismo a las infancias que están postergadas e invisibilizadas, a través de muñecos y muñecas de tela atravesados por historias reales.

«La idea es mostrar siempre la posibilidad que da conectarse y convivir con los demás. Valorar la vida y la diversidad a través del juego», señala Gabriela Cavallone, su creadora. Inspirada en el movimiento surgido en Inglaterra Toy like me (“Un juguete como yo”), fue una de las primeras en introducir la discapacidad y las infancias trans en el mundo de los juguetes. Algunos muñecos presentan a niños con síndrome de Down, en silla de ruedas, con anteojos o en tratamiento oncológico. «Hasta ahora, tenemos 15 personajes. No pienso en muñecos con discapacidad para niños discapacitados, me interesa que todos los niños y sus familias los puedan incorporar y valorar», concluye Cavallone.