Roberto Aguilar, el ministro de Educación que más tiempo duró en el cargo en la historia de Bolivia, pasó sólo 15 horas por Buenos Aires, invitado por el Centro Cultural de la Cooperación (CCC) para disertar en el Encuentro hacia una pedagogía emancipatoria en nuestra América. El ex rector de la Universidad de San Andrés, que asumió la cartera de educación en 2008, explica que ya está acostumbrado a los trajines porque ésa es la única manera de seguirle el ritmo al presidente Evo Morales, quien ya lleva una década al frente de Bolivia y tiene la costumbre de levantarse a las 5 de la mañana y acostarse a la 1 del día siguiente.

-¿Cómo se construye un estado pluricultural desde la educación?
-En el contexto boliviano se ha dado una refundación del Estado. Y buscamos la recuperación de la esencia social que el Estado debería tener en la vinculación con todos los sectores. Ahí es donde se vuelve fundamental la educación. El estado plurinacional asume el concepto de lo plural, de lo diverso, de lo no homogéneo como parte de su reconfiguración. Así es como aparece lo pluricultural como reconocimiento de la preexistencia de naciones originarias junto con comunidades interculturales postcoloniales. También reconoce que existe en la economía un contexto plural. No hay economía, sino economías. También en lo jurídico. Y, claro, en lo educativo. Ahí es donde viene el tema de la incorporación de una mirada de respeto al contexto de lo que son los componentes de lengua y cultura de pueblos y naciones y a partir de ello su incorporación como parte de los procesos educativos.

-¿Cuántas lenguas diferentes se enseñan en las escuelas de Bolivia?
-Son 36. En este momento se han logrado recuperar, consolidar e institucionalizar 18. Se ha creado una estructura para el tema de lengua y cultura de los pueblos y naciones que ha partido de la base de que si el castellano tiene a la RAE, en el caso de los pueblos indígenas originarios hemos creador el Instituto Plurinacional de Estudios de Lenguas y Culturas (IPLEC) que es la madre y la matriz de toda la estructura de educación indígena. Y dependiendo de esta estructura están los institutos de 37 lenguas, porque son 36 constitucionalmente reconocidas y el pueblo afroamericano que se incorpora como uno de los pueblos con derechos lingüísticos y culturales. Hay pueblos con mucha fortaleza lingüística. Los aymaras tiene más de 1 millón de aymara hablantes; están los quechuas, que son más de 2 millones; los guaraníes que son más de 700 mil. Pero también hay pueblos como los chiquitanos, que son más de 200 mil pero la lengua ha ido desapareciendo. Hasta llegar a las comunidades más pequeñas, que los últimos hablantes ya casi han desaparecido, quedaron los abuelitos en un número muy reducido. Lo que se trata de hacer ahí es buscar enfoques metodológicos diversos para que donde haya fortaleza lingüística se la aplique en la escuela, y donde no la haya se dé la recuperación de la lengua y la cultura.

-¿Además del castellano usted habla alguna de esas lenguas?
-No. Esa es una de las debilidades de nuestra estructura política. En la asamblea constituyente nos hemos autoimpuesto la obligatoriedad de que todo funcionario público hable alguna de las lenguas originarias. Esto es parte de una obligación que se construye progresivamente, pero que mantiene su debilidad en los sectores urbanos.

-Bolivia ha sido distinguida por la UNESCO por la baja del analfabetismo.
-Hemos hecho un convenio con Cuba, incorporando lo que fue el programa ‘yo sí puedo’, que fue el programa cubano de alfabetización. Fue una articulación con Venezuela y Bolivia, en un programa del ALBA. Esto nos permitió avanzar en dos etapas. La primera, que redujimos el analfabetismo hasta el punto que el 20 de octubre de 2010 se declaró a Bolivia libre de analfabetismo. Luego hubo un retroceso por dificultades del financiamiento y la aplicación del cambio tecnológico de los enfoques. Luego vinieron tres años en los que retrocedimos, porque en 2012 dio un analfabetismo del 5%. Antes del Movimiento al Socialismo había un 12%, pero fue una alerta para que larguemos la segunda fase que fue la de postalfabetización, que ha permitido que en el año 2014 volvamos a ser reconocida como libre de analfabetismo porque estábamos por debajo del 3%.

-Viendo lo que pasó en otros países de la región, ¿cuántos de los progresos que han tenido las sociedades son derechos adquiridos y cuántos son políticas de Estado que ante un cambio de gobierno corren peligro?
-Creo que esa es una de las principales fortalezas del contexto boliviano. Todos los temas abiertos se han ido enraizando en los sectores sociales. La alfabetización no se ha brindado como servicio sino que se ha convertido en espacio de demanda del pueblo. Si uno no cumple, llega la demanda. Ese es el principal baluarte que hará que ante cualquier intento de retroceso es que el pueblo sea el que se constituya como el defensor de sus propias reivindicaciones. En Bolivia se paga un bono para incentivar la permanencia en las escuelas. Ese bono va a ser imposible que se lo pueda revertir, porque va a venir la demanda del propio pueblo. La diversidad de las lenguas, el reconocimiento a los derechos de los maestros, la participación de los padres y las madres en la comunidad educativa ya son parte del quehacer cotidiano de los diferentes sectores. Revertir esto implicaría generar una reducción de derechos. Y eso el pueblo no lo va a permitir. La educación, la salud y los servicios básicos son temas de Estado que será muy difícil que en el futuro tiendan a revertirse. Y si tienden a revertirse, el derecho del pueblo a rebelarse será el que marcará que son políticas de estado.

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