La Cuenca del Plata cubre un área de casi 3200 000 km², dimensión que la posiciona entre las más importantes del mundo, y abarca territorios geográficos de cinco países: la Argentina, Bolivia Brasil, Uruguay y Paraguay. Hoy sufre una bajante histórica. Una situación que puede impactar fuertemente en distintos aspectos: en el abastecimiento de agua para consumo humano y para la refrigeración de industrias y centrales de generación eléctrica, pero también afectando la navegación; generando un aumento de incendios en islas; la ocupación de tierras inundables; la acumulación de residuos; y hasta la posible desaparición de algunas especies de peces.
La Secretaría de Infraestructura y Política Hídrica (SIPH), perteneciente al Ministerio de Obras Públicas de la Nación, registró una bajante importante de agua en la Cuenca que podría alcanzar el mínimo histórico de 1944, la situación más crítica desde el año 1905, llegando a la marca de -1,12 metros. A partir del trabajo en conjunto con el Instituto Nacional del Agua (INA), se informó que las mediciones, particularmente en los ríos Paraná y Uruguay, podrían superar los registros mínimos que ya habían encendido la alerta el año pasado.
“Esto se ocasiona por la falta de lluvias en la zona, que ha sido muy por debajo de lo normal. Eso genera una baja muy importante del río Paraná, que ya está por debajo del mínimo del 2020”, afirma en diálogo con Tiempo Gustavo Villa Uría, subsecretario de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas. El período natural de lluvias en la Cuenca es de noviembre-diciembre al mes de junio, y este año hubo precipitaciones muy por debajo de lo normal. Llegado el invierno, arranca la época de escasas precipitaciones pluviales, con lo que la posibilidad de disminuir la bajante extraordinaria se vuelve remota. “Desde el Ministerio estamos trabajando para adecuar y remediar las tomas de agua sobre el río ante un escenario probable de fuerte sequía. Esto trae dos complicaciones principales: para el consumo de agua y para la navegación del río”, precisa Villa Uría. Ante la necesidad de tomar medidas que minimicen las consecuencias de la bajante, desde el INA seguirán realizando pronósticos semanales que indican los escenarios hidrológicos trimestrales más probables.
Hace 120 años que la Argentina mide el nivel hidrométrico del río Paraná. Hoy se teme que se repitan índices similares a los de la década del ’40, debidos, entre otros factores, a la propia acción del hombre. “A fines de los ’70, el comportamiento del nivel hidrométrico cambió drásticamente. Dejaron de registrarse los ciclos anuales de variación que tenían una bajante en septiembre-octubre y una creciente en febrero-marzo-abril. Dejan de aparecer entonces las bajantes extraordinarias y se suavizan un poco las crecientes extraordinarias”, explica Pablo Scarabotti, investigador del Instituto Nacional de Limnología (Conicet-UNL), que desde hace años estudia la dinámica de las comunidades de peces en relación a las variaciones del caudal de la cuenca.
Para Scarabotti, estos efectos coinciden con el enorme crecimiento hidroeléctrico que consiguió Brasil y con el reemplazo de la superficie de selva por la agricultura. “Para que tomemos dimensión de la infraestructura gigantesca que tiene Brasil en esta materia: en el sector argentino de la Cuenca del Plata tenemos unas 10 represas hidroeléctricas, mientras que en el alto Paraná brasileño hay casi 800. Esto tiene un impacto muy fuerte en la regulación de caudales, y el único parámetro que tienen para regular la salida del agua es la producción de energía. No tienen en cuenta ninguna consideración ambiental, y eso, cuando lo multiplicás por 800, es realmente grave”, agrega el especialista.
Una de las consecuencias que arrastra la pérdida de la estacionalidad natural de las crecientes, es el quiebre de la capacidad reproductiva de los peces. “Las diferentes especies se preparan para reproducirse y desovar durante el verano, cuando naturalmente ocurrían las crecientes, pero en la actualidad, las crecientes ocurren en cualquier momento del año y eso afecta notablemente el desove de los peces y la supervivencia de los ejemplares juveniles. Por el momento, hay desapariciones locales de algunas especies de peces en el sector alto de la Cuenca, pero al ritmo que vamos en poco tiempo habrá desapariciones regionales. Por ejemplo, en la Argentina hay especies migratorias como el pacú o el salmón de río que, como otras tantas, se benefician con las crecientes, y hoy vemos que esas especies han mermado fuertemente”, agrega Scarabotti.
La bajante adquiere entonces características muy preocupantes, en la medida en que el fenómeno se extienda por un tiempo prolongado, dependiendo del inicio de la temporada de lluvias en la zona media y alta de la Cuenca.
¿Hay una salida inmediata al problema de la bajante? “Ahora hay un problema climático –señala Scarabotti–, y mientras no llueva, esto no se va a resolver, pero quizá, si las represas hidroeléctricas liberaran los excedentes de agua de manera coordinada, se podrían simular las crecientes naturales del río y eso beneficiaría en gran medida la reproducción de los peces”. «