¿Se puede estar enamorado de un auto? «De varios, querido. Igualmente, uno nunca olvida la pasión del primer amor», confiesa sin sonrojarse Juan, un ingeniero cuyano que disfruta de las acrobacias sin vértigo de las 4×4, en el espacio outdoor del Salón Internacional del Automóvil. Raro, como encendido, sorbe un mate dulce y hace memoria de sus primeros escarceos y el fulminante flechazo con un Renault 6: «Año 1978, era una belleza. Yo recién salía del secundario, con el título de técnico mecánico bajo el brazo. Entonces le metía mano en el motor. También lo ‘pecheaba’ bastante en la ruta, aunque iba a dos por hora. Me acuerdo que hicimos un viaje a Chile y, como corresponde, se quedó en el Cristo Redentor. Al final lo arreglamos con alambre.» Vino a La Rural acompañado por un grupo de amigos de la infancia. Cuenta que manejaron sin respiro desde San Juan para llegar al evento tuerca. Unos metros más allá, los fanáticos inmortalizan con sus celulares el andar cansino de las chatas japonesas todoterreno. «Para serle franco –se sincera Juan–, después de dos horas dando vueltas, no vi nada que me llamara la atención. Mucho robot, poca mecánica. Me quedo con el recuerdo de aquel R6. Estos modernos te llevan como en una alfombra mágica.»

En la nave central del predio palermitano, un ejército de incondicionales fierreros se empacha en un pantagruélico banquete celebratorio de la industria automotriz. Con una cuidada estética publicitaria, las firmas exhiben los modelos más aclamados de su menú. También los bólidos futuristas que en poco tiempo empalagarán a los conductores. «Peugeot eligió un recorrido por el pasado, el presente y el futuro. Cumplimos 60 años en el país, con la llegada del primer embarque de los 403», resalta Cecilia Marola, encargada de prensa de la casa gala. Pero no solo de recuerdos viven los franceses. «Ahora hacemos foco en el concept car –asegura la dama–, los vehículos autónomos, con una plataforma integrada. Todavía no vuelan, pero les falta poco.» Un ejemplar Berlina Grand Luxe del mítico 403 duerme la siesta en el stand del león. Lo escoltan sus parientes más famosos en estos pagos: el 404 y el 504. «Yo tuve uno ocre, me dio muchas satisfacciones. Pero mire que soy de la contra», acota al pasar Esteban, un chofer de larga distancia rosarino, fana del Chivo y la Lepra. «Estos eran coches muy fieles, no las computadoras que hacen ahora –se despide–. Si quedás tirado, no sabés qué ajustarle. No te queda otra que llamar a la grúa y fumarte la espera.»

Los autos fantásticos

Biturbo, caja automática de nueve velocidades y 367 caballos de fuerza que alcanzan los 100 km/h en 4,7 segundos. El Mercedes Benz SLC 43 es una flecha de plata que brilla en el stand de la firma nacida en Stuttgart. Sentado en la butaca, Enzo juega con el volante e imagina que avanza por una desolada ruta. Apenas roza los pedales con la punta de los pies. Su papá Adrián lo mira fascinado y explica que hace un rato llegaron desde Roque Pérez: «Salió al padre, fierrero, ¿vio?» Cuenta que su pasión arrancó a los 12 años, cuando desarmaba motores y su viejo le tomaba el tiempo. Hoy es el feliz propietario de un taller mecánico. «Para entender el fanatismo por estos bichos –recomienda–, haga la fila y siéntese un ratito, y si lo dejan, dele marcha y disfrute de la sinfonía del motor. No tiene precio». Un placer efímero. Para sacarla a la calle, la joya alemana tiene un costo final de 127.500 dólares más IVA.

En el stand de Renault, el futuro ya llegó. El súper deportivo Trezor es una auténtica nave espacial, sacada de una novela de Philip K. Dick. «Es 100% eléctrico y tiene 500 HP. En Europa ya se consigue», dice Maximiliano, un promotor capaz de vender el humo. A mitad de camino, entre el auto de Meteoro y el descapotable de la Pantera Rosa, el bólido gris combina en dosis desparejas tecnología de punta y artesanía: iluminación láser y detalles en cuero y madera. «Mire lo pegado al piso que está. Con las rutas que tenemos, hay que llevarlo con cuidado. Por ahí se hace bosta», advierte el joven. A pasitos, se destaca el biplaza Twizzy, otra apuesta eléctrica que deja en el pasado los combustibles fósiles. «Creo que nos queda un poco chico, gorda», señala un caballero con varios kilos de más, desde la diminuta cabina.

Las Ferrari se miran, pero no se tocan. Un corralito protege las obras de arte paridas por la escudería de don Enzo. Embobados, los seguidores del Cavallino Rampante las aprecian a cuidada distancia. No es para menos. El más mínimo daño puede devaluar el precio de las 488 GTB exhibidas. Unos 740 mil dólares cada una.

En el puesto vecino, Volkswagen ofrece la posibilidad de realizar una deriva virtual por las entrañas de un motor. Los valientes salen inmaculados, sin rastros de grasa ni fluidos indeseables. También hay simuladores de manejo y una pista de Scalextric controlada desde tablets. Salta a la vista: la tecnología domina de punta a punta el ágape. «Sería importante que las automotrices tomen conciencia de lo que es realmente un auto. Con todos estos avances, podrían impulsar modelos más sustentables y seguros», expresa Alba Saenz, fundadora de Conduciendo a Conciencia. El espacio de la organización civil creada por familiares de víctimas de accidentes de tránsito es un remanso entre tanto mercantilismo. Tienen un juego interactivo, que simula los efectos del alcohol en sangre a la hora de conducir. «Los autos son cada vez más rápidos y, por ende, riesgosos», señala Alba.

Carburando

Mujeres hermosas y autos lujosos siguen siendo todavía hoy la receta trillada de la publicidad automovilística. El encuentro porteño no es inmune a esta fórmula. En los puestos, legiones de promotoras exhiben sus cuidadas curvas. También sus caras hastiadas, tras eternas horas de trabajo. «Sí, me parece lindo mostrar un buen auto y la belleza de las mujeres –arriesga una señorita desde las alturas de sus tacos aguja–, pero acá no se piensa demasiado en el público femenino. Nosotras también compramos autos.»

El stand de Citroen representa el lujo francés y la sofisticación en niveles superlativos  como los vectores que definen la presencia de DS Automóviles en el 8º salón del Automovil de Buenos Aires. La exhibición de la nueva gama -con los exitosos DS 3 y DS 4 – se asocia al modelo insignia de la marca: el DS 7 Crossback.

El stand de Ford es una oda al mítico modelo Mustang. Hay remeras de Mustang, lapiceras, prendedores, agendas de Mustang y hasta un reluciente Mustang rojo shocking que no para de girar sobre una plataforma. Nicolás Capella recorre el espacio, bien custodiado por su abuelo Osvaldo Dadamo. El pibe cuenta que está estudiando en la Escuela Henry Ford. Sueña con ser diseñador. Su abuelo es ingeniero y resalta que desde hace 50 años no se ha perdido ningún encuentro tuerca. Dice que en el ’60 se hizo uno en la Plaza de la República: «Toyota trajo unas camionetas hechas con roblones, bien rústicas. Setenta y siete años después, se las puede ver andando en el campo. Los paisanos no las dejan ni locos.» Al despedirse, saluda con un apretón de manos y reflexiona: «En el Otto Krause, aprendí que atrás de un auto no hay solo un vehículo. También hay un proyecto de país. Y lo dejo, que sigo caminando con mi nieto. No hay nada como caminar.»  «