Las redes sociales y los medios de comunicación ardieron estos días en Chile, a días del triunfo electoral del derechista Sebastián Piñera. Lo curioso del caso es que el tema que por varios días convocó a la opinión pública chilena fue un posteo en Facebook de una joven sin participación política o social alguna.

El tema de la publicación, sin embargo, está fuertemente relacionado a la vuelta de Piñera al poder y a la base de su discurso político: la meritocracia. El término señala que el esfuerzo personal es responsable de que los individuos asciendan socialmente y mejoren su capacidad económica. Cada quien, de acuerdo a esta perspectiva, obtiene lo que se merece, quien se esfuerza llega al “éxito”.

Camila Del Carpio Parra, la responsable del texto que causó revuelo en el país trasandino, escribió en el muro de su Facebook algunos de los privilegios con que cuenta por ser de una familia pudiente. La primera frase ya pinta la índole del texto: “Que paja leer en muchos lados que ‘para ganar plata hay que trabajar’” y luego continúa “Wn (abreviatura del típico «huevón» de los chilenos), lo digo desde mi posición, no de familia rica, pero si pudiente: yo no me tuve que sacar la cresta para tener auto, me lo regalaron cuando salí de 4to medio; yo no me saqué la cresta levantándome temprano todos los días por 14 años para llegar a la hora al colegio después de viajar una hora colgando de la micro), porque me fueron a dejar en auto hasta que termine el colegio; yo no me saqué la cresta trabajando para pagarme los estudios, porque mi papá me pagó las dos carreras y yo salí a los 27 con dos títulos y sin ninguna deuda”.

Lo que la joven Camila desnudaba en su escrito, sin intención de que se viralizara como sucedió, es lo que el concepto de meritocracia –basal de la ideología neoliberal que es hegemónico en América y Europa– esconde. Esto es, que las condiciones socioeconómicas de la población, que más allá de casos particulares, determina las posibilidades de movilidad social de las personas. La meritocracia, tal como se entiende en Occidente, es un concepto muy similar al del Sueño americano de los EE UU: el esfuerzo personal como garantía de la superación.

“¿Meritocracia? –escribe Camila–, perfecto, estoy totalmente de acuerdo. Pero meritocracia en igualdad de condiciones. Meritocracia cuando tuviste las mismas oportunidades que yo, cuando en tu jardín no te pegaban, cuando en tu colegio la educación era del mejor nivel, cuando no tenías que vender cosas en la calle para comprarte comida y podías dedicarte a estudiar, cuando en tu barrio había espacios seguros para desarrollarse y no weones fumando y jalando en la esquina a las 2 de la tarde, cuando tenías el apoyo de tu familia, en lugar de vivir solo porque tu mamá tuvo dos empleos para poder mantenerte”.

Probablemente, la joven Camila desconoce el estudio del Banco Mundial realizado por eñ premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz que sustenta su opinión al demostrar que el 90% de los niños que nacen en contexto de pobreza o de riqueza mantienen a lo largo de su vida esa condición social más allá de su esfuerzo personal. Las leyes se ocupan de mantener este status quo. Como alguna vez expresó con ironía el también premio Nobel francés, pero de Literatura, Anatole France, «La ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes».

Un tsunami de opiniones y comentarios, a favor y en contra, sorprendieron a la joven chilena. En esa reacción puede observarse una de las profundas diferencias que dividen a las formas de entender el rol del Estado y el destino de los ciudadanos. La polémica también es válida en Argentina, ya que ahora ambos países poseen gobiernos que comparten un mismo horizonte ideológico: la meritocracia.