Alumnos de distintas escuelas se negaron a realizar el polémico examen del programa Aprender, promovido por el Ministerio de Educación. Entre las principales críticas, se encuentra la homogeneidad de la evaluación, “la mentira en el anonimato del examen”, las preguntas personales, “el ta-te-ti” que supone siempre el multiple choice y, sobre todo, la presunción de que el verdadero objetivo es el de boicotear el presupuesto de la educación pública.

Además de las numerosas expresiones negativas de padres y docentes respecto del examen, los alumnos también hicieron su evaluación y, a través de los centros de estudiantes, le bajaron el pulgar a la medida.

Varias escuelas fueron tomadas y otras realizaron sentadas. Pero también dejaron su postura en las propias páginas de la evaluación. En la ENS Lenguas Vivas, los alumnos coincidieron en que la prueba “no tiene en cuenta particularidades de cada institución educativa, si es de artes, de ciencias sociales o naturales. No es para nada psicopedagógica y nos parecía nefasto el trasfondo, que es acabar con la educación pública”, expresó a Tiempo Victoria Stazzone.

Lucía Hamilton, de la actual conducción de ese centro de estudiantes, explicó: “Estuvimos de acuerdo todos los centros de estudiantes, por medio de la Coordinadora (CEB) y la Federación (FES). Entendemos a este operativo como un chiste. Es una evaluación que está estandarizada y no tiene en cuenta los procesos sociales, culturales ni económicos de los estudiantes. En la Ciudad, hay una baja de presupuesto enorme en educación y destinan millones para que esto se lleve a cabo”.

La decisión del Lengüitas fue intervenir las pruebas, con un mismo texto que los alumnos escribían y el sabotaje del código de identificación. Para sorpresa de muchos alumnos, el examen no fue anónimo como se propuso, sino “que era muy obvio que era personal”, apuntó Juan Varela, un estudiante de 5º año que estuvo frente al examen. “Cada hoja tenía un código de barras y además cada examen tenía un ID. En nuestro curso, eran del 1 al 34. Somos 34 alumnos y la numeración ascendía por orden alfabético”, detalló. “En mi caso, como acordamos con el centro de estudiantes, puse el texto que convenimos, corté los códigos de barras y taché el ID. La profesora que estaba, que no la conocíamos, me preguntó por qué lo hacía, pero no mucho más”. Con respecto al contenido de la prueba, Juan contó que “había una parte que era sólo con preguntas personales y otra académica. No era muy complicado, pero sí variado. La complejidad radicaba en la enorme variedad de temas”.

En el cuestionario íntimo, la pregunta número 13 era ‘¿Tenés hijos?’, con una particular aclaración al lado: ‘Si sos varón, pasá a la siguiente pregunta’. “Es increíble, parece que los hijos son cosas de mujeres…”, ironizó Victoria.

Muchos estudiantes especulan con la posibilidad de que se establezca una suerte de programa de “premios y castigos”, con el aporte y retiro de becas, según el resultado que obtenga el alumno o la escuela. “Hay un montón de instancias en las que somos evaluados. En la sociedad estudiantil discutimos mucho, pero en esto hubo un consenso casi total”, concluyó Lucía.

En el Normal 2, de Rosario, sólo lo hizo una minoría de alumnos “porque se encuentran al tope con las faltas. Nos amenazaron con que nos podrán faltas. Hay preguntas que están formuladas para que todo de mal. Las preguntas no tienen por fin evaluar cómo están los alumnos”, dijo Nicolás a La Ocho.