“Hagamos el bien sin mirar a quién”, habrán dicho las integrantes del famoso grupo de pop británico Spice Girls, cuando el año pasado anunciaron su reunión lanzando una campaña benéfica para apoyar las luchas de justicia de género en el Reino Unido. 

Con ese objetivo se asociaron con la marca de ropa Comic Relief y diseñaron una remera que lleva sobre el pecho la leyenda “I Wanna Be a Spice Girl” (Quiero ser una Spice Girl) y la consigna “Gender Justice” (Justicia de Género) en la parte posterior. La prenda tenía un costo de 19.40 libras, unos 950 pesos aproximadamente, de los cuales cerca de 570 pesos por unidad eran destinados al fondo de lucha por la justicia de género que sostiene la propia marca de ropa, muy popular en su país.

Pero una investigación, publicada por el prestigioso diario londinese The Guardian, revela que dichas remeras fueron confeccionadas por la empresa Interstoff Apparels, de Bangladesh (país asiático que limita con la India y Myanmar), cuyos trabajadores, en su mayoría mujeres, reciben un sueldo de 35 peniques por hora, equivalentes a poco más de 17 pesos. Y no sólo eso: las trabajadoras son además obligadas a trabajar en condiciones inhumanas, con jornadas extendidas de hasta 16 horas diarias, sin goce de licencias por enfermedad y sometidas a maltratos verbales y abusos múltiples. Conclusión: tal vez sea conveniente mirar mejor a la hora de hacer el bien, no sea cosa que las buenas intenciones sirvan para financiar un mal mayor.

La revelación conmocionó a la ciudadanía británica y puso en un lugar incómodo no sólo a los responsables de la campaña sino también, sobre todo, a las integrantes del popular grupo de chicas que se hiciera mundialmente famoso durante la década de 1990. Las cantantes debieron salir a aclarar que ellas se habían asegurado de que las remeras serían manufacturadas en establecimientos con condiciones humanas y de trabajo dignas, pero que por motivos que desconocen y sin que nunca les fuera consultado, se cambió la fábrica elegida para la confección de las remeras. 

La popularidad de las Spice Girls había vuelto a crecer a partir del anuncio de su reunión a fines de 2018, que dará lugar a una gira que se realizará este año. La única miembro original que no forma parte de esta versión de las Spice Girls 2019 es Victoria Beckham, la esposa del famoso ex futbolista, quien prefirió no volver a ser parte de la banda.

Los responsables de comunicación de Comic Relief confirmaron que las integrantes del grupo desconocían por completo todo lo vinculado a las pésimas condiciones de trabajo en los talleres de Bangladesh. Quien sí quedó comprometida fue Represent, la empresa a la que se le encargó la manufactura de las prendas, responsable de la tercerización del trabajo. Represent ofreció además devolver el dinero a quienes así lo quieran. Sin embargo desde la empresa Interstoff niegan que su equipo de costureras sufra las condiciones denunciadas por el diario británico. Ante eso las miembros de la banda anunciaron que financiarán una investigación para conocer cuál es la situación laboral real en dicha empresa textil.

La situación no solamente vuelve a dar relevancia a las enormes injusticias que ocurren dentro de la industria textil, a partir de las insalubres condiciones laborales que le imponen a sus empleados las empresas de confección radicadas en países del sudeste asiático, sino que pone en escena la paradoja menos pensada. La de una campaña que reclama más derechos y mejores condiciones de vida para las mujeres, siempre que estas pertenezcan al primer mundo.

Una polémica que también vincula las luchas feministas con la industria textil había tenido lugar en la Argentina durante los últimos días de 2018. La misma surgió a partir de la decisión de la marca Ona Sáez de comercializar una línea de remeras que llevan estampadas en su parte delantera la frase “Mirá cómo nos ponemos”. Esta se había convertido en una consigna del feminismo local a partir de la denuncia radicada en Nicaragua por la actriz Thelma Fardín contra el actor Juan Darthés, a quién acusó de haberla violado en el año 2009, cuando compartían el elenco de la serie Patito Feo y ella era una adolescente. La consigna invierte una de las frases que el actor le habría dicho a su joven colega mientras la abusaba (“Mirá cómo me ponés”), para cargar sobre ella la imposibilidad de controlar su propio deseo, convirtiéndose en una declaración de unidad y fortaleza por parte del colectivo feminista («Mirá cómo nos ponemos”). 

Muy pocos días después de que se hiciera pública esta denuncia, Ona Sáez se apropió del concepto y creó con ella una línea de remeras. La marca anunció la preventa de la prenda a un precio de 690 pesos. Las reacciones no tardaron en llegar.

Muchas mujeres, incluidas varias integrantes del Colectivo de Actrices Argentinas que apoyó a Fardín el día que hizo pública su denuncia, repudiaron la acción de Ona Sáez a la que calificaron como oportunista y “una vergüenza”.  En una nota publicada el 14 de diciembre en el sitio elCanciller.com, Agustina Carman recuerda que Ona Sáez es “una de las cien firmas de moda denunciadas penalmente en 2006 por violación a la Ley de Trabajo a Domicilio y por reducción a la servidumbre, impulsada por la Unión de Trabajadores Costureros (UTC) y la organización La Alameda”. “Es la misma marca”, dice el artículo de Carman, “que en 2013 despidió a un trabajador de la empresa por haber manifestado en su cuenta personal de Facebook su condición homosexual, y que al año siguiente lanzó una campaña denominada #IDENTIDAD que buscaba concientizar a los consumidores de la marca sobre la aceptación de la diversidad de género y de orientación sexual”.