Los habitantes de Ciudad Oculta siguen viviendo, aún hoy, fuera del resguardo del Estado. “Tierra de nadie”, una expresión popular que se utiliza para referirse a un lugar inhóspito y peligroso.

Borrado del mapa, este territorio pertenece a sus 47.000 habitantes por derecho, familias que no teniendo donde asentarse dentro de la urbe, llegaron década tras década desde 1937. Ellos prefieren llamarlo Barrio General Belgrano, porque se prolonga sobre la antigua traza de vías del tren. Todo fue logrado con esfuerzo y organización entre vecinos.

Las casas más antiguas comenzaron de madera o chapa, improvisadas por el apuro de guarecerse. Con trabajo y tiempo lograron hacer “la losa” y hoy algunas tienen dos pisos.

Las familias cuentan su historia de generación a generación dentro del barrio.  La identidad de este territorio es longeva y luchadora. Una identidad colectiva, porque cuando te joden los de afuera mejor juntarse y resistir.

Así siguen los vecinos, mujeres, hombres, jóvenes, niños, ancianos, continuando esta comunidad, protegiendo el derecho a tener un trozo de tierra que habitar, el mismo derecho que persiguen las comunidad originarias, que fueron despojadas de sus tierras. Los sin tierra, olvidados, fuera de toda consideración social.

Este año el gobierno de la Ciudad anunció el proyecto de instalar un ministerio en Ciudad Oculta, el Ministerio de Desarrollo humano y Hábitat. Más precisamente en donde hoy se encuentra el Elefante Blanco. Dentro viven aún tres familias.


Plano de la manzana 27 bis dibujado por uno de los vecinos. Las cruces indican las casas que fueron demolidas en el último mes.

En julio se comenzó a demoler la zona que rodea el edificio, fallido centro de cura para la tuberculosis. La llamada Manzana 27bis donde llegaron a levantarse 180 casas, de las cuales se demolieron aproximadamente 60.

Las casas de los vecinos que acordaron un valor de venta son inmediatamente destruidas. Algunas construcciones se apoyan sobre las paredes añejas de la imponente y gris bestia, que con sus 17 pisos hace sentir su presencia permanente.

A pico y pala la geografía va cambiando, calles y pasillos se llenan de escombros: vidrios, maderas en punta, alambres y clavos se esparcen en las carcazas vacías de la manzana 27bis.

“Se fueron los más nuevos”, dice una señora, “los que tenían una casita chica. Les dieron unos pesos y ahora no encuentran donde comprar por ese precio. Los más antiguos resistimos. Tardamos muchos años en hacer estas casas, de la nada, sin ayuda del gobierno. Y ahora que conseguimos estar un poquito más cómodos nos quieren sacar. Tengo mi vida acá, la de mis hijos. Mi marido trabaja en Capital”.

Se corren rumores, las negociaciones no son transparentes. Se dice que es poco dinero para comprar algo igual. Que sí o sí hay que achicarse. Comprar dentro del barrio un lugar más pequeño o irse a provincia. La incertidumbre acecha y preocupa. El monto acordado se cobra por medio de 10 testigos, vecinos del barrio que dan fe de que el que vende es del barrio. El requisito para salir como testigo es no tener un trabajo en blanco, el sólo hecho de aceptar implica al testigo en el otorgamiento de un subsidio habitacional. Razón por la cual no podrá percibir ninguna otra línea de ayuda del Estado por el plazo de 2 años. Dato que no les fue informado correctamente por los funcionarios que visitan tan insistentemente la zona.

Desde 2013 avanza una acción judicial impulsada por un amparo colectivo que reclama el saneamiento del entorno del Elefante Blanco por acumulación de basura y falta de servicios públicos. El defensor público Ramiro dos Santos Freire patrocina a los habitantes de la Manzana 27 bis. Ante versiones de desalojo, los funcionarios presentaron una nueva cautelar para impedir cualquier medida de esa índole.

La jueza Liberatori hizo lugar al pedido, detuvo el proceso hasta nuevo aviso. La demolición del edificio blanco iba a ejecutarse este 23 de agosto. Pero ahora no. Igual el daño está desatado. El estado de las cosas quebró su orden. Devino en un paisaje de post guerra.

El Elefante está custodiado día y noche para que no se vuelva a ocupar. Al igual en cada sector con más de dos casas demolidas hay garitas de seguridad donde se vigila de noche que los esqueletos de las casas arrasadas no vuelvan a habitarse.


Plano del barrio General Belgrano (Ciudad Oculta) que indica los trabajos que los vecinos llevan a cabo en la zona. Son más de 20.

Omar, vecino de la manzana 5 y habitante del barrio hace 45 años cuenta que “gestión tras gestión, desde los militares hasta ahora, quieren urbanizar las villas. Es decir tirar abajo todo y llevarte a otro lado. Hacer parques, clubes, estacionamientos y cualquier otro proyecto que no tiene nada que ver con las necesidades del barrio. En esta zona particularmente se planea modificar el código de planeamiento urbano para hacer un negocio inmobiliario”.

“No se brindan los servicios básicos porque no hacen las obra que prometen”, dice Tata, delegado de la Manzana 27bis. “Las obras para colocar cloacas en sectores del barrio están detenidas. Hace 10 años que no se eligen autoridades en el barrio cómo lo exige la ley 148. Por la cual en cada villa, mediante elecciones, se designan representantes para consensuar políticas barriales con organismos del gobierno de la ciudad”.

Mingo, que junto con Tata y Miriam son tres delegados que se eligieron con urgencia para contener el caos de la M27bis, explica: “vienen varias veces, van asustando a la gente, la van desmoralizando, acuerdan la venta de forma poco transparente y a montos bajos. Los vecinos que aceptan tienen miedo de quedarse sin nada, son los que llevan menos tiempo acá”.

Hay familias de seis décadas en el barrio, muchos de estos vecinos se organizan para atender, desde distintos espacios, las necesidades del barrio y hacer los reclamos correspondientes al Gobierno de la Ciudad. En el caso de los reclamos habitacionales, Mesa de Tierras, organización que se replica en distintas villas de la ciudad, llevó adelante gran parte del reclamo y por acción de la comunidad, la defensoría general de la ciudad intervino.

Las cifras para la demolición y la construcción del moderno ministerio oscilan en los 680.000.000 de pesos. La nueva sede inteligente está pensada según un funcionario de la cartera, para acercarse a los problemas de los vecinos, vehiculizar las necesidades del contexto y brindar soluciones.

Entran rompen y se van sin levantar nada. Dejando la prueba más contundente a modo de intimidación. El lugar entre ruinas se va asemejando a las consecuencias de un terremoto. ¿Quién quedará en pie?