Es febrero de 2017 y Olga Díaz acude a la Oficina de Violencia Doméstica para denunciar a su marido, quien llevaba años amenazándola de muerte. Allí, cuenta, tuvo una atención y contención impecables. El problema vino después, cuando el Juzgado Nacional en lo Civil N° 85 de la Ciudad recibió la denuncia y la secretaria del Juzgado la interpeló: “Llevan muchos años de casados señora, lo tienen que resolver”, y no sólo llamaron a su agresor delante de ella sino que la convocaron a una mediación que Olga no aceptó. Se fue de allí sin ninguna solución, quería la exclusión de Luis Palavecino del hogar. Finalmente, sucedió el 4 de marzo, pero a ella no le dictaron ninguna medida de protección. Un mes después, el hombre la atacó con cinco puñaladas que casi terminan con su vida. A él le dieron 20 años de prisión, pero Olga comenzó otro camino: decidió que no permitiría que ninguna mujer vuelva a sufrir lo que había padecido ella. «Yo podría estar en el listado de Ni Una Menos», dice Olga a Tiempo Argentino.

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Esta semana, se realizó el acto reparatorio del pedido de disculpas por parte del Estado. “Fue emotivo escuchar que van ad empezar a cambiar los jueces, a tratar de que las mujeres se sientan protegidas, que tengan contención, que salgan a las calles tranquilas. Porque esas personas denunciadas tienen que ir presas, tiene que cambiar toda una cuestión judicial para proyectar una mejora hacia las víctimas que están sufriendo violencia”, afirma la mujer y su voz se quiebra cuando nombra a Stella Maris Martínez, Raquel Ascensio y Mariano Fernández Valle. “El merito es también de ellos, trabajamos para que esto no le suceda nunca más a nadie. Nunca más, Ni una Menos”, resalta Olga.

Olga estuvo trabajando en un comedor, donde la ayuda hacia las mujeres se extendía a detectar y acompañar los casos de violencia. “Me ayudó mucho ayudar”, dice. Su recorrido, precisamente, apunta a alentar a las mujeres a hablar, a denunciar. “Siempre estoy disponible si necesitan que las acompañe o las contenga. Hoy las mujeres pueden hablar y abrazarse ante estas historias de amenazas”.

-¿Cuándo empezaste a detectar los primeros indicios de violencia?

–A partir del 2002 empecé a sufrir las primeras situaciones de violencia, ya llevaba 21 o 22 años de casada. Cuando hablábamos de separarnos él me decía que me iba a matar y yo sabía que lo iba a hacer. Por eso denuncié sabiendo el riesgo que corría, y no fui escuchada. Pasó como con tantas denuncias que terminan en femicidio. Yo sobreviví durante mucho tiempo con amenazas hasta que tomé una decisión final de denunciarlo sabiendo en lo que iba a terminar. Pero yo no quería que esta persona maltrate a nadie más.

-¿En ese momento podías compartirlo o charlarlo con amigas o vecinas?

 -Es que antes no se hablaba así. Siempre se dijo que la mujer era la causante del problema ante el hombre, y por eso se violentaba y terminaba con un femicidio. Realmente esto cambió cuando se empezó a ver que las mujeres pedíamos auxilio, que las mujeres queríamos que nos escucharan, queríamos dejar de sufrir esa violencia, queríamos saber cómo manejar la situación o cómo vivirla frente a nuestros hijos. Es difícil. Entiendo mucho cuando a las mujeres se les dice “agarrá tus cosas y te vas”. No es fácil, sé lo que es vivir con miedo y amenazada, vivir cuando te falta la dignidad.

-¿Pero podías hablarlo?

–Yo a veces lo compartía. Al principio te escuchan, después ya te dicen “es otra vez lo mismo” y de pronto sentís que están cansados de escucharte. Debido a eso, busqué asistencia psicológica y pude descargar esta situación que me tocaba vivir, pero a veces es difícil encontrar un lugar donde te pueden escuchar y entender. La parte económica también influye mucho. Y la familia muchas veces te dice: “es lo que elegiste”. Por eso siempre entiendo la posición de la mujer que sufre. “Algo habrás hecho”, “es lo que te tocó”, “es lo que elegiste» “están tus hijos”, “pensalo bien”, son frases tan comunes, las conozco porque me las han dicho. Es triste y difícil a la vez.

-¿Cómo impactó en tus hijos?

-Quien más lo sufrió fue mi hija menor, todavía le cuesta asimilar el doloroso hecho de tener un papá en la cárcel. Es difícil, muy difícil, porque es tu familia y las dos personas son tus padres y querés a los dos. Entendés la situación, pero también seguís queriendo al otro. Pero en mi caso, mis hijos estuvieron en el Zoom del acto y después me mandaron mensajes diciéndome que me admiraban, que me querían y que era una heroína. Es mi motivación porque no quiero que mis hijas, mis nietas ni ninguna otra mujer pase por lo que yo pasé.

–¿Cómo fue el después?

–Muy difícil. Tuve que aprender a caminar, a hablar, me preguntaba si realmente estaba viva. A una le cuesta volver a estar ubicada en tiempo y espacio, te cuesta volver a empezar de nuevo, a respirar, y a decir “soy libre”. “No tengo miedo”, “no va a haber amenazas”, “ya estoy bien”. Eso fue el volver a empezar. Salía a la vereda a cruzar un ratito y miraba para todos lados, pensaba que estaba escondido aun sabiendo que estaba preso. Quedan esos miedos todavía, perduran por un tiempo largo hasta que una transita nuevamente el andar cotidiano y entiende que puede hacer lo que quiera. «

Un pedido de disculpas que marca un hito

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“Las sensaciones fueron muchas y en especial en el momento en el que escuché las palabras del secretario de Derechos Humanos y la ministra de las Mujeres. No esperaba un acto de esa magnitud”, cuenta con emoción Olga. E l ge s to e s p a r te del acuerdo de solución amistosa que se alcanzó en el marco de una denuncia que llegó al Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de Naciones Unidas, a partir de una presentación de la defensora general de la Nación, Stella Maris Martínez. “Cada una de las intervenciones del Estado frente a los hechos denunciados contribuyó a invisibilizar el relato de Olga, a ignorar los indicadores de riesgos inminentes y a impedir el despliegue de medidas de protección adecuadas y oportunas”, afirmó la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta.

También el Estado se comprometió a tomar “acciones destinadas a mejorar el acceso a la Justicia de mujeres víctimas de violencia”, según un documento oficial que se leyó durante un acto público realizado de manera virtual.