El agua dulce será una batalla y un desafío para los países. Pero no hay que hablar de futuro. Ya es presente. La escasez la sufren desde poblaciones hasta el sistema productivo. El famoso “campo” (que contiene mucha más heterogeneidad de la que se presenta en los sectores mediáticos y políticos) atraviesa una crisis hídrica con una sola certeza: puede llegar a ser peor si no se actúa. Lo que poco se conoce es que la Argentina cuenta con un Plan Nacional de Riego, que tiene por objetivo “expandir de manera sustentable el área bajo riego de nuestro país, mejorar la utilización del agua y promover el crecimiento del sector agropecuario”. Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos del agua dulce?

“Desde el Estado se impulsa un Plan Nacional de Riego para poder llegar a cosechar 200 millones de toneladas por hectárea de trigo, soja, sorgo, cebada y maíz”, sostuvo el secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Juan José Bahillo, en el marco del panel Agua, escasa y esencial, del Seminario de Infraestructura Regional “¿Qué Argentina queremos ser?”, organizado este martes por el Ministerio de Obras Públicas en el CCK.

Ahí el funcionario hizo un primer diagnóstico que va mucho más allá del país: “sólo el 3% del total del agua del planeta es dulce y se puede utilizar para la producción, hacer más eficiente el manejo de ese recurso es clave para el futuro”.

La sequía generó la pérdida del 45% de toneladas de granos del 2022 a este año.

Según datos de la FAO, hacia 2050 habrá 9.000 millones de habitantes en el mundo. En la actualidad, 800 millones pasan hambre y otros 3.000 millones tienen una dieta insuficiente en calorías.

Bahillo enfatizó que se desperdicia más del 70% del agua destinada al riego: “cerca del 6% de la superficie cultivada de Argentina se encuentra irrigada, lo que permite obtener 2,1 millones de toneladas de distintos cereales por hectárea”.

El desarrollo de distintas tecnologías agregaría otro 0,5% del total de agua dulce a la destinada a riego: “el crecimiento de estos sistemas permite pensar que se puede llegar a un 6,2 y hasta a un 8,3% de superficie cultivada bajo sistemas de riego”, se entusiasmó Bahillo.

Sin embargo, ese promedio es aún bajo. En América Latina ese valor llega al 10%, y en Estados Unidos al 20%.

Plan de Riego

El Plan de Riego contempla la instalación de 5.800 sistemas de riego por pivot, lo que permitiría incorporar unas 580 mil hectáreas a la superficie cultivable total de Argentina: “estos desarrollos también permitirían pensar en un potencial de rendimiento de 742 toneladas por hectárea, algo que representa más del doble del registro actual”.

La última sequía hizo estragos y dejó en claro la importancia del buen uso de los manejos de los recursos hídricos: de los 137 mil millones de toneladas de la campaña anterior de granos pasaron a 90 mil millones de toneladas en la actualidad. Se perdió el 45%.

“Para tener una idea de la magnitud de la pérdida, hay que imaginar que este año habrá 1.285 buques menos con cereales para la exportación”, graficó Bahillo.

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) es un organismo clave en el tema. La vicepresidenta, Nacira Muñoz, contó que tienen un Plan de Mediano Plazo para el período 2021-2025, el cual ofrece una serie de lineamientos que proponen la adaptación de las áreas cultivables a la variabilidad climática, y agregan consejos y recomendaciones “para lograr un manejo eficiente y efectivo en el manejo del agua para la producción agropecuaria”.

Eduardo Nieva, ex cacique de Amaicha del Valle.

«Reeducar a los abuelos»

El secretario de Planificación de Desarrollo y la Competitividad Federal, Jorge Neme, mencionó: “la idea de nuestra planificación en la eficientización del uso de los recursos hídricos es ampliar la superficie cultivable en más de un millón de hectáreas. Si se logra este objetivo estaremos generando un ingreso de 3.500 millones de dólares por año por exportaciones de granos”.

Eduardo Nieva, ex Cacique de la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle, Tucumán, apuntó que el futuro del buen manejo de los recursos hídricos incluye la participación comunitaria: “esta experiencia se dio con claridad en nuestra comunidad, que tiene 1.812 hectáreas cultivables que son asistidas por canales de riego de 18 kilómetros de extensión”.

Resaltó un aspecto no menor para el desarrollo de herramientas tecnológicas en el manejo del agua: la necesidad de trabajar con las poblaciones para superar el choque cultural que se da entre la instrumentación de nuevas tecnologías para riesgo y los sistemas que heredan de su cultura ancestral. En ese sentido, Nieva puntualizó: “No es difícil reeducar a nuestros abuelos para que aprendan los buenos usos y costumbres en el riego sin perder la identidad ancestral de nuestros pueblos”.