Sin ciencia y tecnología no hay futuro. Con esa cruda advertencia, que en rigor vienen repitiendo desde que el gobierno nacional comenzó a aplicar un creciente ajuste en el sector, investigadores, académicos y estudiantes universitarios se movilizaron esta tarde al Congreso de la Nación, para alertar a la ciudadanía sobre el estado de emergencia en el que está el sistema científico argentino.

Bajo el hashtag #SOSCiencia, la Faculta de Ciencias Exactas de la UBA organizó esta semana unas jornadas institucionales de debate con el fin de que la comunidad científica discuta la crítica situación presupuestaria del sector, que se cerraron esta tarde con la convocatoria al Congreso, donde se programaron clases públicas, una radio abierta y una feria de ciencias al aire libre. Previamente hubo abrazos a sedes donde se realiza investigación científica, como el que se realizó en la Facultad de Medicina de la UBA.

Entre múltiples pancartas que intentan comunicar la crisis del sector, una que muestra al biólogo molecular Alberto Kornblihtt remeda el reciente entredicho que tuvo con una senadora antiderechos cuando el científico acudió a la Cámara Alta a abogar por la legalización del aborto. «Está bien ahoga el sistema científico? No, no está bien. Está mal».

Las jornadas comenzaron el lunes, con una exposición del decano Juan Carlos Reboreda, que ilustró sobre la magnitud del ajuste en ciencia y tecnología y cómo impacta en las investigaciones que se realizan en el ámbito universitario y en los institutos dependientes del Conicet.

El martes, el bioquímico y diputado nacional Roberto Salvarezza, cuya designación como miembro del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas fue obstruida por el Poder Ejecutivo, disertó en el Aula Magna del Pabellón 2 de Ciudad Universitaria sobre la necesidad de avanzar hacia una ley de financiamiento del sistema público de ciencia y tecnología, que ya tiene media sanción. Y el físico Juan Pablo Paz, distinguido como “investigador de la Nación” en 2015, explicó por qué la ciencia y la tecnología necesitan de la industria y del Estado.

Por fin, el economista Fernando Peirano se explayó el miércoles sobre lo que llamó “la triple crisis de la ciencia”: crisis de sentido, crisis presupuestaria e institucional.

En una carta dirigida a diputados y senadores, los directores de los institutos del Conicet describieron a grandes rasgos la profunda crisis que vive el sector. Alertan que el Conicet –donde trabajan casi diez mil investigadores, un número similar de becarios y cerca de tres mil técnicos, “está al borde de la parálisis”. De no tomarse medidas urgentes, “el deterioro provocará la destrucción de grupos de trabajo, la paralización de instrumental muy valioso y el éxodo de científicos, dilapidando de ese modo la inversión que nuestro país realizó a lo largo de muchos años”, dice el comunicado.

Además, al mes de agosto los Institutos no cuentan aún con un presupuesto aprobado por el Directorio del Conicet, situación inédita en la historia del organismo. Han recibido, a cuentagotas, cuotas presupuestarias que suponen una reducción nominal significativa respecto a los montos recibidos en 2017 y que no alcanzan para pagar servicios públicos, garantizar la limpieza y seguridad de las instalaciones ni para realizar reparaciones y mantenimiento básico de equipos científicos.

Los investigadores denuncian que el Conicet abandonó la financiación de proyectos de investigación científica y tecnológica, puesto que hace más de un año que no se pagan las cuotas correspondientes a los Proyectos de Investigación Plurianuales (PIP). También se ha dejado de girar fondos para cubrir acuerdos de cooperación internacional y membresías de organizaciones científicas.

El pedido a los legisladores es por la aprobación de la Ley de Financiamiento de la Ciencia y la Tecnología, que establece metas para elevar la inversión en el sector hasta el año 2030, y, en lo inmediato, que en el marco de la discusión del presupuesto para 2019 se aumenten las partidas asignadas al sistema científico en general y, en particular, al Conicet y a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.