Desde hace un tiempo el paisaje urbano de la Ciudad de Buenos Aires se vio modificado a raíz de una proliferación de jóvenes en bicicleta con estridentes cajas de delivery a sus espaldas: las empresas Rappi y Glovo llegaron al país y reclutaron a miles de personas para trabajar en un nuevo sistema de entrega de pedidos. Lo que no es tan nuevo es el modelo de negocio que impulsan, que hoy encuentra condiciones propicias para desarrollarse, al calor de la crisis económica argentina y producto de la oleada neoliberal que recorre América Latina.

Esto que resulta cómodo (hacer un pedido de madrugada, por ejemplo, mientras mirás televisión en tu casa), se está volviendo un problema.

¿Qué hay detrás?

1.- Lxstrabajadorxs no tienen jornada de trabajo: sin mínimos ni máximos se trabaja a toda hora.

2.- No hay salario fijo.

3.- No hay cobertura de riesgos: los mensajeros no están asegurados contra enfermedades o accidentes.

4.- No hay vacaciones, obra social, ART, aguinaldo, paritarias ni aportes patronales.

5.- Y hay sanciones: si un mensajero tiene un inconveniente, si llega tarde o al llegar a la entrega el pedido es rechazado, la empresa puede bloquearle la aplicación por un período determinado de tiempo (lo cual impide tomar pedidos) o reducir el ranking del mensajero o reducir el pago de manera general.

Es decir, detrás de un servicio que parece cómodo se esconden dos empresas que proponen trabajo flexibilizado

¿Cómo funciona?

Rappi comenzó a operar en 2015 en Colombia y en 2018 desembarcó en Buenos Aires. También está en la ciudad de Córdoba y planea empezar a operar en Rosario y La Plata. Glovo comenzó sus operaciones en Barcelona en 2015 y ya opera en 87 ciudades, en 20 países del mundo. En Argentina está en Capital, Buenos Aires zona norte, Córdoba, La Plata, Mar del Plata, Rosario y Quilmes.

Se trata de empresas que intermedian a través de una aplicación digital entre la oferta y la demanda de un determinado servicio. Por un lado, optimizan al máximo la solicitud, el control y la prestación del servicio en general. Esa es su novedad. Por el otro, utilizan la plataforma digital para echar mano de figuras como el cuentapropismo para evadir obligaciones laborales y la falta de regulación de su actividad para evadir cargas tributarias. Las empresas aseguran dedicarse pura y exclusivamente a intermediar entre cadetes y usuarios, pero no se conciben como prestadoras del servicio de mensajería. De esta manera, no se consideran empleadoras, ni reconocen a los mensajeros como trabajadores. De hecho no es casual que a los empleados los llamen “glovers” o “colaboradores”.

Supongamos que pedimos un kilo de helado a través de Rappi. La aplicación, en vez de enviarle el pedido a la heladería, se lo envía a un “tendero” o repartidor, que va hasta el comercio, compra el helado y nos lo trae a nuestra casa, donde se le paga el precio del helado más la comisión.

¿Qué gana Rappi y qué gana la persona que hace el envío? La aplicación le cobra una comisión al comercio donde se compró el producto si es que el comercio tiene un acuerdo o “alianza” con Rappi, lo cual conlleva que sean estos comercios los primeros en aparecer en las búsquedas.

Lxs colaboradores no tienen horarios, pueden activarse las horas que quieran al día y tomar viajes en esos momentos. Pueden rechazar viajes, pero si rechazan más de 3 viajes seguidos, Rappi los bloquea a modo de “castigo”, imposibilitándolos para hacer viajes por algunas horas.

El fenómeno en Europa 

Empresas como Rappi y Glovo están siendo demandadas en todo el mundo. El planteo es doble: la empresa no cumple con la libertad que promete a sus trabajadores/as y vulnera derechos disfrazando a sus empleados como autónomos.

Hasta ahora las empresas hicieron todo lo posible por llegar a acuerdos extrajudiciales para evitar que se siente precedente a favor de los trabajadores. Pero esta estrategia se va agotando. En julio pasado, la Inspección del Trabajo de España exigió a Deliveroo -la empresa con más presencia en Europa- a dar de alta a cientos de repartidores y a pagar 1,3 millones de euros a la Seguridad Social y recargos no pagados por sus trabajadores en Barcelona. Y abrió causas en Madrid y en Valencia.

Los inspectores argumentaron que la empresa puede dictar nuevas instrucciones y los trabajadores deben obedecer, y que el trabajador no tiene autonomía para organizar su trabajo.

¿Qué condiciones posibilitaron el rápido surgimiento de este tipo de servicio a partir de 2015? ¿Tienen algo que ver las políticas neoliberales que se empezaron a instaurar en nuestro país a partir de la asunción de Macri? Para Fabián Gómez, representante de Rappi en Argentina, no hay dudas. En el lanzamiento de la app en nuestro país, expresó: «Hay un contexto político y económico que favorece. Creemos que la Argentina puede llegar a representar el 20 o 25 por ciento de la facturación regional».