En la Argentina, el 40% de las personas que pasaron por una cárcel vuelve a reincidir, según datos del  Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Sin embargo, organizaciones sociales que trabajan con ex detenidos señalan que la falta de trabajo es una de las principales causas. “Las personas privadas de su libertad necesitan una transformación”  y eso es lo que ofrece la cooperativa de trabajo «Reciclando Sueños», que lleva adelante un grupo compuesto en su mayoría por ex detenidas y detenidos y les permite la inserción social y laboral que algunas nunca habían vivido.

La cooperativa se encuentra  dentro del barrio  “La Cava”, en Villa Fiorito (Lomas de Zamora), uno de los más postergados, con más necesidades sanitarias y de viviendas dignas de todo el distrito. Al entrar al barrio la realidad golpea: allí viven los olvidados, transitan calles de tierra, caminos de piedras para no pisar el barro que nace de las zanjas inundadas y donde predominan casas precarias. 

“En este lugar existe el acompañamiento como principal virtud, nadie es juzgado por su pasado, lo que hacemos es apoyarlos y acompañarlos para que ellos salgan adelante y que puedan encontrar una salida como la encontramos nosotros”, nos comenta al inicio de la entrevista Liliana Gómez, coordinadora de la cooperativa.

“Para nosotros el anhelo es ayudarlos. Una persona que andaba metida en la droga, en el paco, acá encontró un lugar y está trabajando. Todos pagaron su condena con la justicia pero siguen condenados por una sociedad que dictamina que el preso es chorro y el chorro va a delinquir toda la vida, pero eso es falso. La verdad es que los  pibes y las pibas que salen de la cárcel no tienen la posibilidad de conseguir un trabajo formal, todos los que trabajan en este lugar llegaron con la esperanza de cambiar su vida y lo han logrado con éxito”, agrega y cuenta cómo nació la cooperativa.

“Tengo dos compañeros que estuvieron detenidos, un tiempo estuvieron con las pulseras (para controlar el cumplimiento de las prisiones domiciliarias) y hoy se encuentran en libertad. Ellos armaron una cooperativa de liberados que se dedica a la gráfica donde también trabaja mi hermano. Decidimos trasladar esa idea hasta Lomas de Zamora. Venimos laburando con ex detenidos y familiares de detenidos hace ya dos años, desde principios del 2018. El objetivo no solo es acompañar a los que salen en libertad, sino también acercar las herramientas a los chicos que caminan la calle para sobrevivir, porque no queremos que terminen presos”.

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La charla con Liliana trascurre en su casa, envuelta en el ruido del fuego con maderas que utiliza para cocinar y les garantizará a muchos niños del barrio la merienda.

“Mira… – dice Liliana, señalando el pasillo que separa la vivienda de otra- no hace mucho venían corriendo a un pibe de otro barrio y lo arrinconaron acá no lo mataron porque se metió un vecino y lo salvo, así vivimos todos los días en el barrio y es lo que intentamos cambiar, mostrarles que existe otra realidad”

En la cooperativa Reciclando sueños trabajan más de sesenta chicas y chicos en distintas áreas. Cuentan con una cuadrilla de construcción, reciclado y limpieza de pasillos, un comedor, una guardería de niños y con un departamento de género. El  espacio pertenece a la rama de Liberados, Liberadas y Familiares del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE).

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“Armamos la guardería por la necesidad de compañeras que vienen a trabajar y no tenían con quien dejar a sus hijos. El espacio funciona de 17 a 21, mientras las compañeras salen a hacer la recolección puerta a puerta del reciclado o las otras actividades. Fue la manera que encontramos  para que los niños puedan ir cenados o con algo en la panza a sus hogares. Ahí trabajan 9 compañeras que cuidan y entretienen a más de 30 chicos todos los días“, explica la coordinadora con orgullo.

El departamento de género comenzó a funcionar de manera informal, como charlas entre mates de Liliana y sus compañeras para compartir un espacio y tener contención grupal. Hoy lo integran 25 compañeras que reciben a todas las mujeres que se acercan. “El paso inicial lo di yo, comencé a  contar la experiencia de maltrato que me causaba mi pareja. Tomé una decisión que te marca para siempre, pero a la vez te hace más fuerte», cuenta Liliana sobre el momento que la llevó a estar detenida. «Hoy acompaño a este grupo de compañeros y compañeras, trabajadores que intentan cambiar su vida”. 

Natalia se acercó a la cooperativa a través de ese espacio y hoy trabaja en el comedor: “Yo sufría violencia de género. Mi pareja vuelta y media me pegaba, y un día tome la decisión de decir basta, no soportaba más lo que vivía diariamente. En un momento se tornó insostenible y había dos caminos o yo terminaba con eso o terminaban conmigo”, relata nerviosa y angustiada.

“En este lugar me ayudaron mucho, al principio conté mi historia  con temor y vergüenza, pensando lo que podían llegar a pensar los demás, pero me di cuenta que este es un lugar todos nos apoyamos y nos valoramos. Después me interesó colaborar en el comedor y actualmente me encuentro trabajando en este lugar y estoy agradecida”, recuerda y agrega: “El pasar por un penal te marca para siempre, en ese entonces yo decidí que mi hijo no esté conmigo estando detenida, eso no es vida y menos para un chiquito, fue una decisión difícil pero yo no quería que creciera en ese entorno. Hoy vivo con él y su hermano  a los que les brindo lo mejor todos los días de mi vida”.

Micaela estuvo detenida en la brigada de Avellaneda por robo a un camión pero fue liberada rápidamente y hoy transita una Probation. “Fui condenada a firma de dos años y seis meses y una donación de quince pack de leches a un comedor”, explica.

“Si uno robó ya lo dejó en el pasado e intenta cambiar diariamente. Nosotros nos reinventamos y queremos salir adelante  y acá esta la prueba. Acá se ve lo que hacemos, conoces otras historias de personas que la pasaron igual o peor y eso te fortalece, porque te das cuenta que todos los que estamos en este lugar sufrimos pero luchamos, realmente queremos cambiar de vida, pasarle por encima al pasado y mirar hacia adelante”, manifiesta emocionada.

Mientras se desarrolla la charla, el grupo de cocina sigue laborioso. Cae la tarde y hay que preparar los platos calientes para  que muchos vecinos puedan cenar. El comedor se sostiene de donaciones del barrio y del aporte de los miembros de la cooperativa. “Hoy con todo lo que está pasando por el coronavirus mucha gente no tiene para comer. siempre preparamos algo pero los recursos no alcanzan, hay días que tenemos que elegir entre servir la merienda o la cena”, dice Liliana resignada.