Son las seis de la tarde del viernes de una semana intensa. En Chacarita las representantes de las organizaciones sindicales y políticas que durante meses estuvieron preparando el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo tienen varios desafíos para cumplir antes de que se hagan las nueve de la noche y tengan que abandonar el lugar. Uno de ellos: acordar un documento en el que queden expresadas todas las demandas de las mujeres en forma de respuesta destinada a todo despistado que pregunta por los motivos del paro. También habrá que establecer el orden de las columnas, definir la frase de la bandera de cabecera, y garantizar la seguridad en la calle para que durante la movilización «el patriarcado no nos pase por arriba con sus autos».

La asamblea toma cuerpo en una ronda desordenada de mujeres paradas, algunas sentadas en sillas y otras en el suelo en un gran salón de la Mutual Sentimiento. En el centro se para la periodista y militante Marta Dillon para leer el texto estructurado en ocho ejes, acordado hasta el momento. Su voz es interrumpida varias veces por aplausos espontáneos, que luego confluyen en una ovación al final de la lectura. Pero la larga lista de oradoras, más las tensiones y contradicciones que atraviesa desde siempre el movimiento feminista, hace que la síntesis y la confluencia parezcan una meta utópica en la última de las decenas de reuniones en las que las organizadoras pusieron a prueba su paciencia, su energía y su garganta.

La esperanza de unidad se renueva cuando se acuerda que la locutora Liliana Daunes sea la lectora oficial del documento. «Tiene una voz hermosa», argumenta una. «Es la locutora histórica de los actos del 24 de Marzo, el día de los Derechos Humanos», sostiene una voz más politizada. «Como torta, estoy orgullosa de que hable ella», sostiene otra. Sin embargo, el documento a leer todavía divide aguas y si bien los puntos principales del texto quedaron firmes, en estos días seguirá siendo recauchutado.

«Hay que agregar que con Macri las mujeres estamos peor», argumenta una, y recuerda que el miércoles el presidente dijo en el Congreso «todos somos Ni una menos». «¡Nos escupió en un ojo a todas, hay que contestarle!», exigió.

Las amenazas al titular del SUTEBA, Roberto Baradel, también se metieron en la discusión. La diputada Araceli Ferreyra exigió a «la mujer que gobierna la provincia que lo cuide», y pidió la paridad de género en los sindicatos «con o sin ley».

Es que la actividad del miércoles es de carácter sindical. Si bien se reivindican todos los derechos que atraviesan a las mujeres, es un paro que incluye el cese de actividades, además de la movilización. Es por eso que algunas militantes propusieron escrachar a las centrales que no adhirieron al paro, como la CGT, aunque sí alguno de sus sindicatos se plegaron, entre ellos el de Maestranza, mayormente femenino. En cambio, las dos CTA anunciaron su participación.

En la última asamblea previa al paro también estalló una de las contradicciones que divide aguas en el movimiento feminista: la concepción de la prostitución como trabajo, o, por el contrario, como una situación de explotación sexual. El texto contempla a ambas expresiones, aunque las Madres de las víctimas de Trata exigieron que «que figuren como personas en situación de prostitución y no como trabajadora sexual «. Ahí sobrevino el abucheo de quienes reivindican lo contrario. La voz de una de las organizadoras intervino a tiempo. «No podemos aceptar la invalidación y el desprecio de otros sujetos políticos organizados que vienen militando desde hace muchísimo», argumentó una de ellas. Ahí, Marina se paró y gritó: «Acá adentro no hay enemigas de clase, la responsabilidad es del Estado», reivindicó la unidad, pero ironizó con que el género no la une con María Eugenia Vidal, «que técnicamente es mujer, aunque no haya pruebas de eso».

Otra de las preocupaciones que quedó expresada en el texto la trajo la representante del colectivo de mujeres migrantes para pedir que se incluya el rechazo al decreto de fines de enero que endureció la ley migratoria. También las mujeres originarias y afrodescendientes exigieron su lugar.

La hora corría y la lista de oradoras también. Había que entregar el lugar a tiempo y todavía faltaba organizar las columnas de la marcha, el escenario y la seguridad de un acto, cuyos antecedentes dieron cuenta de una masividad creciente pero, en consecuencia, de los errores de organización y aprendizajes a futuro.

«Compañeras, logramos confluir en un acto único, ahora tengamos la generosidad de construir un documento posible. Va a ser un día histórico, no sólo en Buenos Aires sino en todas las ciudades del país, y en muchas ciudades del mundo», recordó una de las organizadoras para reclamar pasar a la parte operativa. Fue entonces cuando se acordó que la bandera de cabecera se lea «8M Paro Internacional de Mujeres. Ni una menos. Vivas nos queremos».

También se concertó que una representante de cada organización estará en la línea del frente sosteniendo con sus manos la larga bandera. Atrás quedó ubicada la histórica Campaña por el Aborto Legal. Le seguirá la columna sindical, cuyos gremios fueron ubicados por sorteo. Por último, marcharán las organizaciones políticas, también ordenadas por sorteo. Las de AMAR fueron las únicas que llevaron un presupuesto para el escenario y la plata para pagarlo se terminará de juntar mañana en CTA Nacional. Las compañeras encargadas de seguridad anotaron la fecha y la hora de una reunión aparte.

Cuando quedó todo en marcha, ya eran las nueve. El aplauso y el griterío fue ensordecedor. Como para que lo escuchen aquellas obreras textiles de Nueva York que un 8 de marzo de 1908 fueron quemadas vivas por pelear para que todos y todas trabajemos sólo ocho horas al día. Ellas también van a caminar este miércoles desde Congreso hasta Plaza de Mayo, cuando en Buenos Aires y el resto de las ciudades del mundo la tierra tiemble. «

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