Primero es importante aclarar los tantos. En el principio fue La Boca. «Sí, señor, muchos creen que el remo nace en el Tigre, pero no. Este lugar donde estamos parados es la cuna del remo argentino», sostiene con brazo firme Roberto Nahone, vecino boquense y uno de los motores del Club de Regatas Almirante Brown, el último bastión que, en pleno siglo XXI, navega las cenagosas aguas del Riachuelo.

Mañana diáfana en el sur último de la ciudad. Un puñado de curtidos remeros se dispone a zarpar en su habitual rutina náutica, desde el apostadero de Prefectura, en plena Vuelta de Rocha. Mientras repasa la lista de tripulantes, Nahone se da tiempo para deshilachar, con aires de historiador, la genealogía nacional del centenario deporte.

«Acá enfrente, en 1863 se fundó el Buenos Aires Rowing Club. La historia sigue en 1874, cuando en la Isla Maciel se crea el Club Regatas La Marina. Eran clubes más bien de señoritos ingleses, de bombín y malla a rayas. Luego llegan el Piñeiro y el América, que se terminó mudando al Tigre en los ’20. Nosotros nacemos por iniciativa de un grupo de vecinos, en el Cuartel de Bomberos de La Boca, el 25 de mayo de 1925. Imagínese lo que era este lugar», describe Nahone y pinta un vivo fresco repleto de galpones, talleres y barcos, como sacado de una obra de Quinquela Martín. «Un vergel con agua cristalina, que disfrutaba todo el mundo. Era la arteria que unía todas las comunidades». Con el tiempo, las aguas empezaron a bajar cada vez más turbias. La contaminación y el olvido dejaron moribundo al corazón del Riachuelo.

Lejos están los días dorados en que los remeros del Almirante Brown zarpaban en 30 botes. En sus travesías llegaban a la desembocadura, visitaban el mítico Puerto Piojo de Dock Sud o se adentraban en el Riachuelo. Pero nunca bajaron los brazos. En 2013 volvieron al río. Cuatro años después, aún les falta un galpón para guardar los botes o una rampa para bajarlos al agua. Nahone dice que pelean una batalla desigual por el espacio público, en contra de la especulación inmobiliaria, en la que el Estado hace la vista gorda. Para el remero, la estrategia incluye estigmatizar al río, comprar a precio vil los terrenos de la Ribera, sacarse de encima a los vecinos pobres y desarrollar emprendimientos que se miran en el espejo de Puerto Madero. La pregunta de fondo es sobre el uso del río: «Nosotros defendemos que sea para navegar. Hace unos años, el juez Luis Armella, el gran dictador del Riachuelo, dictó una disposición, basada en Acumar, que tenía una raíz netamente contemplativa, una visión terrestre del agua. Es claro, quieren la fotito típica de Nueva York: agüita, los edificios con las lucecitas, el paraíso visual. Otro Puerto Madero».

Nahone vive en Olavarría y Almirante Brown, al lado del mítico Café Roma. Practica remo desde sus años en la «colimba». Arrancó en el ’71, cuando lo destinaron a la División Salvamento y Buceo de la Prefectura. «Ahí aprendí a construir botes: el palo hueco, la botavara… Mientras estaba bajo bandera, me iba a navegar por la Dársena F y Punta Carrasco», rememora, y les alcanza los salvavidas a sus compañeros prestos a partir. En el Roma lo «gastan», le preguntan con sorna sobre el placer de navegar en aguas non sanctas. «Dicen que es pura contaminación. ¿Quiere que le diga cuál es la zona más contaminada del país? El cruce de corrientes y Cerrito. Muchos se llenan la boca hablando de contaminación en simposios. Nosotros
generamos consignas ecologistas desde nuestra propia vivencia», dice Nahone, y repite como un mantra: «Remando el Riachuelo, oxigenamos sus aguas».

Yo remo

Pala va, pala viene, el bote avanza manso y tranquilo hacia Puente Bosch. Sobre Maciel duermen unas barracas abandonadas. A nuestras espaldas, nos custodia el metálico Puente Avellaneda. Antoine, un francés de Saint-Malo, deja descansar los remos y confiesa: «Vengo de una ciudad cerca del mar, y la verdad es que aquí me reencontré con el auténtico espíritu de los marineros, por el compañerismo que tiene este grupo». Cuando puede escaparse de la panadería que tiene en el Mercado de San Telmo, Antoine le da duro y parejo a los remos. «Vengo una hora y vuelvo como nuevo. En la ciudad hay un ruido tremendo, pero mire la paz que tenemos acá. Me encanta remar en este mar de aceite», dice con cierta ironía el hombre ataviado con una pulcra chomba de la marca del cocodrilo.

Cerca del bote, surcan las aguas dos kayaks piloteados por Pablo y su hijo Gaspar. Señalan una playita y un galpón abandonado en Maciel. Sueñan con aprovechar ese espacio. «Vivo a 15 cuadras del río –cuenta Pablo–, ¿sabe cómo les cambiaría la vida a los vecinos si se abrieran estaciones y bajadas?» Cuando pasan cerca de la lancha de Acumar que junta residuos, Gaspar se despide: «Más allá del deporte, remar en el Riachuelo es nuestra forma de protesta».

René Cisneros es un docente chaqueño. Confiesa que siempre estuvo presente el «llamado del agua» en su vida. Creció rodeado de ríos, bañados y esteros en su Resistencia natal. Y desde hace un año se sumó a las travesías. Dice que el remo es un deporte militante, que exige poner el cuerpo. Sobre todo acá: «La gente tiene la idea de que el Riachuelo es una cloaca a cielo abierto. Y no es así. Porque no era así. Hay que recuperarlo para beneficio de todos. Tener una ciudad que deje de mirar para adentro y empiece a mirar el río». Esta mañana, a Cisneros lo acompaña Adriana, también maestra, jubilada y recién mudada a La Boca. Cuenta que está fascinada con el deporte, que le oxigena los pulmones y también la vida. «¿Sabe qué es lo que más rescato? El trabajo en equipo, el poder conocer a los vecinos. Y sobre todo, disfrutar el día. Mire cómo brilla el sol», dice. Antes de pegar la vuelta, Adriana recuerda unos versos del poeta Henri Michaux: «Yo remo / Yo me multiplico en remeros innumerables / Para remar con mayor fuerza contra ti». Y hunde una vez más las palas en las aguas barrosas. «

Salidas en mayo

Todos los fines de semana de mayo, el Club de Regatas Almirante Brown ofrece la posibilidad de remar en el Riachuelo. La salida es desde el Apostadero Naval Vuelta de Rocha, Avenida. Pedro de Mendoza 2090. El 25 de Mayo, festejo y almuerzo a la canasta. Más información al.: 4301-8787.


Un paseo y una promesa de Larreta

La navegabilidad del Riachuelo es desde esta semana una promesa del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien el jueves participó de un recorrido a bordo de un pontón junto a medio centenar de vecinos, desde Vuelta de Rocha hasta el nuevo espacio verde inaugurado recientemente en un sector recuperado a la altura de la calle Luzuriaga, para mostrarles cómo son las tareas de limpieza y saneamiento que realiza la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar). Les explicó que «tenemos todavía más de 1100 familias por relocalizar» y que «todas ellas ya tienen asignado el lugar al que van a ir, que ya se está construyendo». Larreta se comprometió allí a recuperar el Riachuelo como «vía navegable».