Solo 16 años, múltiples enfermedades y trasplante renal. Ingresó agitada y con problemas de respiración. “La trajo su hermano de 22 años, ambos tenían Covid, apenas podían hablar». Así recuerda Camila Alonso, médica residente del Hospital Elizalde, el caso de una paciente que atendió durante la pandemia. La voz de la adolescente se escuchaba lejana entre suspiros y quejidos. Venía de internar a la mamá y al abuelo, también contagiados. Todos vivían en la misma casa. “A la chica la internamos porque estaba muy mal y su hermano se quedó al lado para cuidarla. Al otro día lo llamaron para avisarle que murió la mamá, y en menos de 24 horas también murió el abuelo. Quedaron solos y ella me pedía que la dejara de atender, que ya no quería vivir».

Mientras lo cuenta traza, pincel en mano, las letras de una bandera apostada sobre Avenida de Mayo al 500, a metros de las oficinas del Ministerio de Salud que comanda Fernán Quirós. «Asamblea CABA residentes y concurrentes», dice la leyenda del trapo rodeada de llamas de fuego y un puño en alto. Continúa el recuerdo: “No quería ponerse el equipo de protección y teníamos que estar prácticamente todo el día con ella, convenciéndola de seguir adelante. No podíamos pensar siquiera en nuestro resguardo personal de sólo ver cómo estaba. Felizmente pudimos sacarla adelante, es una de las pacientes que nunca voy a olvidar”.

Camila es parte de las y los 4500 profesionales que realizan la residencia en los hospitales públicos porteños. Representan casi el 50% del sistema. Llevan 50 días de lucha (con 19 días de paro). Reclaman mejoras laborales y aumento salarial del 100 por ciento. El Gobierno de la Ciudad ofreció el 20%.

Residentes y concurrentes atienden a niños, como cualquier doctor.

Una cuestión de elecciones

Un residente es un médico recibido, con matrícula, y que tras siete u ocho años de estudio eligió el sistema público para seguir con su especialización, con una visión profundamente humanista e ingresos que arrancan en 121 mil pesos, muy alejado de lo que cobran médicos de planta, aunque en la mayoría de los casos realizan las mismas tareas: operan, atienden a niños y adultos, hacen guardias.

En el Elizalde los residentes cesaron la atención en guardia. «Extraño las recorridas en las salas, el pase con mis colegas y el intercambio de conocimiento; pero sobre todo estar al cuidado de mis pacientes, ojalá volvamos pronto», añora. Por el momento, la Ciudad dice que busca el «diálogo» pero que primero deben bajar la medida de fuerza. Residentes, históricamente invisibilizados, coinciden: se apela a ellos y su «vocación» para «tapar» la falta de inversión pública en personal e infraestructura. «Son muchas horas de guardia, llegué a atender a más de 40 chicos en una sola jornada”, acota Camila. El plantel profesional del Elizalde está conformado por 325 médicos de planta. Residentes y concurrentes suman 153. “Yo no querría por nada del mundo estar acá en la calle, marchando y reclamando por un salario digno a este señor –apunta con la mirada a la oficina de Quirós–, pero no me queda otra. Más de la mitad de mi salario se va en el alquiler, no alcanza para vivir”.

Melina Michiniuk, residente en Piscología Infanto Juvenil, habla de la formación y las elecciones. Muchos que querían dedicarse al trabajo en consultorio deciden virar hacia los cuidados comunitarios y sociales. Junto a sus colegas, Melina participó durante los meses de confinamiento de varias actividades en la 1-11-14 de Flores. Por ejemplo, asistían a vecinos hacinados que sufrían cortes en el suministro de agua. “Cuando ingresé al Elizalde descubrí una nueva faceta que era trabajar con niños y niñas, hice carne la situación de cómo afecta la vulnerabilidad social a la salud mental. Trabajé primer y segundo año en guardia y los pibes llegaban estallados, en situaciones de riesgo, con tendencia suicida”, describe. Y relata lo difícil que son las guardias, «haber recibido golpes de pibes, tener que correr algunos chicos por el hospital para que no se escapen. Es muy difícil cuando ves que todo empieza a empeorar porque no hay recursos, porque cuando querés dar un ‘alta pronta’ como indica la ley, no tenés dónde derivarlos; y a todas estas situaciones se le suma la lucha que estamos sosteniendo”. Un reclamo es el pago de la ART.

Julio y Ernesto, del Hospital Fernández.
Foto: Pedro Pérez

En el barrio de Palermo se encuentra el Hospital Fernández, una escuela de médicos especializada en servicios de urgencias y terapia intensiva, desde toxicología hasta traumatología. A paso cansino, baja los escalones Julio Díaz, residente de segundo año de Clínica médica. Tras una guardia de 36 horas, se va a la concentración de protesta en Callao y Corrientes: “Generalmente terminamos la jornada a… -piensa, antes de decir la hora, y se corrige sobre la marcha-, en realidad no hay un horario para nuestra guardia, se puede extender hasta 48 horas y a veces más”.

Sus últimos dos meses se dividieron entre el trabajo y las marchas. “Es duro, pero no me arrepiento de nada. De pibe me gustaba la biología, siempre tuve en claro que iba a tener una labor en la cual pudiera contribuir a la sociedad –continúa–. Esto es algo que me apasiona, es mi vocación y estoy dispuesto al sacrificio de la residencia y todo lo que fuese necesario, pero la realidad es que no llegar a fin de mes me inquieta y en parte se contrapone con la vocación que tenemos todos. Ni siquiera ponemos en tela de juicio la carga horaria, lo único que queremos es llegar a fin de mes”.

“Esperame, Julio”, irrumpe una voz a lo lejos. Es Ernesto Abecian, residente de terapia intensiva, una de las tareas médicas más complejas que requiere de la asistencia de siete o más profesionales por cada paciente. “El trabajo en el Fernández es arduo porque es un centro de derivación de pacientes neurocríticos con traumatismos en la cabeza bastantes graves”.

Limpia sus anteojos de marcos negros. Recuerda que uno de los motivos que motorizó la lucha de residentes porteños fue la diferencia salarial con colegas de hospitales de Nación. “Un residente nacional, por el mismo laburo que hacemos nosotros, cobra 50 mil pesos más”. Van a tomarse el 37 hacia Callao y Corrientes. Coinciden en que el esfuerzo que están haciendo se justifica, sobre todo por sus pacientes: «Hace poco, después de siete meses de estar internado, pudimos darle el alta a un pibe que tuvo una hemorragia digestiva y le debimos hacer traqueotomía. Hubo que rehabilitarlo, alimentarlo y ayudarlo con su salud mental –resalta Ernesto–. Poder darle el alta a un paciente crítico es un orgullo enorme que hace que todo esto valga la pena”. Su compañero asiente con la cabeza. Suben al colectivo. La marcha ya comenzó.

Se forman, y además trabajan.
Radiografía del sector: sueldos de $ 120 mil y guardias de 36 horas

Tras un proceso que puede ir de seis a ocho años de formación académica, el residente recibe su título y una matrícula. Pero su formación continúa toda la vida. Según afirman, entrar al sistema público de salud es muy difícil. Hay cientos de aspirantes y pocas vacantes para residentes: alrededor de 40 por año, mientras que para concurrentes (que trabajan ad honorem) llegan a 200. A esto se le suma el pago de los cursos y exámenes que son utilizados como «filtro», y varios obstáculos administrativos más que complican el ingreso a las residencias.

Las proporciones se respetan en casi todos los centros hospitalarios: entre un 40 y 50% de los profesionales de la salud son residentes y concurrentes que abarcan todas las especialidades. El pago mensual de un residente de primer año no llega a los 120 mil pesos: trabajan alrededor de 360 horas al mes con guardias de 24 a 36 horas. El resto tiene un sueldo de $ 140 mil. Desde hace 50 días exigen un aumento salarial del 100 por ciento. El último ofrecimiento del ministro Fernán Quirós fue de $ 160 mil en mano, entre un 15 y un 20% del total que reclama la Asamblea.

La situación de los concurrentes es aún peor: son profesionales que trabajan gratis, no tienen ART ni derechos laborales, aunque se les computa las asistencias y llegadas tarde, mientras rinden exámenes de forma continua. 

Camila, pintando una de las banderas de la lucha.
El conflicto se solucionaría con 15 días sin pauta

El último jueves, la Legislatura porteña aprobó el Presupuesto 2023 de la Ciudad de Buenos Aires. El plan económico del oficialismo no incluye obras en el subte ni construcción de nuevas escuelas, y contiene ajustes en Educación, Vivienda, Urbanización en Villas, Infancias y Salud. Mientras, aumenta considerablemente el ítem “Publicidad y Propaganda”.

Durante la sesión del jueves, el diputado porteño del Frente de Todos (FdT) Juan Manuel Valdés realizó un análisis del presupuesto, contraponiéndolo con el reclamo de aumento salarial que exigen residentes y concurrentes de los hospitales públicos porteños: “Mejorar el salario de los residentes médicos cuesta $ 365.500.000. Esto representa solo el 0,016% del presupuesto porteño del año que viene de $ 2 billones, o el 3,88% del gasto en Publicidad y Propaganda de CABA”, explicó.

Y graficó: “si Larreta resignara 15 días de pauta oficial en 2023, solucionaría el conflicto con 4300 residentes médicos que cobrarían el salario digno que reclaman”.

La lucha ya lleva 50 días y 19 días de paro.
Foto: Luis Robayo / AFP