Desde Pergamino hasta Latinoamérica resonó la garganta de un arriero que pisó el sur porteño de villa Soldari: “¿Y dónde está el Estado?”. En barrio Fátima, Villa Soldati, aparece poco, y es la comunidad la que apaga los incendios de los cables pelados. Por eso queríamos darnos el lujo de gritar sin tanto rollo: con la palabra, la melodía y el abrazo de Ricardo Mollo : «Sé lo que es estar con techos de fibrocemento y sentir el frío”.

El guitarrista que vendía helados y que fue zapatero, hoy nos enseña: “Lo básico es tener agua o energía eléctrica, no estamos en el 1800 cuando tenías que prender la leña”. Es que muchas de nuestras asambleas quedaron dos siglos atrás: ¡no tenemos recursos para acceder al gas!. “Cualquier persona que haga algo público se debe al otro, al que va a representar”, afirmó.

Sentados en un fogón, en este mundo del revés, charlamos de política, juventud y arte y cerramos cantando “Qué ves”. Pero antes, Darío y Maxi retumbaron en nuestra memoria veinte años después, como una presión sanguínea: “Si asume un gobierno y en las manifestaciones hay represión, es porque hay una bajada de línea”.

Ellos lucharon contra la pobreza que hoy crece y permite que barrios como La Veredita no tengan ningún servicio básico, un chiste nacional y horrible: “La desigualdad es enorme y la ausencia del Estado es terrible”. Esta nota, y muchas otras más, se pueden leer en la edición de junio de La Garganta Poderosa.
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