Sin sospechas de partidismos, Unicef trabaja y mide regularmente la situación de la infancia en Argentina. Su último informe debería ser un golpe a la conciencia de quienes se desempeñan en esa área. Ya de entrada, sin pasar el primer párrafo, se muestran los números duros: “un 42% de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza (5,5 millones de chicos y chicas) y un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos”, reporta el informe.

Mayor pobreza, más desnutrición, más hambre, más enfermedades, más deserción escolar, más violencia intrafamiliar y menos programas públicos para enfrentar estas situaciones son un breve resumen del trabajo de carácter cualitativo que Unicef llevó adelante en centros urbanos del país. La publicación “Efectos de la situación económica en las niñas, niños y adolescentes en Argentina” busca dar voz a los protagonistas del drama social que vive la Argentina: los niños, las familias y los referentes de las áreas comunitarias.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia enmarca la situación en la que llevó a cabo su estudio de carácter cualitativo: “El monitoreo de los indicadores macroeconómicos como la baja en los niveles de crecimiento; la depreciación de la moneda nacional; el incremento de la tasa de inflación; el impacto sobre el empleo y la caída de los salarios reales”. Frente a este escenario, las familias con niñas, niños y adolescentes son quienes sienten crujir más fuerte la crisis.

Las voces:

  • “Se incrementó la cantidad de familias que van a buscar comida a los basureros municipales. Ellos saben el horario en el que va el camión a desechar los productos vencidos de los supermercados” (médico pediatra de centro de salud municipal, entrevista en profundidad)
  • “Los grandes cenamos mate cocido, si hay comida que sea para los chicos” (mamá de 5 hijos, taller integral)
  • “El año pasado eran 50 familias las que venían al manto (basural) a buscar comida, ahora hay cerca de 150” (presidenta de asociación de recicladores urbanos, entrevista en profundidad)
  • “Lo que se ve desde el año pasado, es que volvieron a aparecer familias enteras en los comedores, algo que hace mucho no se veía” (Referente de banco de alimentos).

El primer párrafo de las conclusiones, da cuenta del contexto en que se llevó a cabo el estudio: “Argentina enfrenta actualmente una situación económica compleja, tanto desde el punto de vista de los indicadores macroeconómicos como en relación a los indicadores sociales y las condiciones de vida de una parte importante de la población”. A pesar de que el sector de los niños y jóvenes es el que menos responsabilidad tiene en la actual situación que vive el país, sin dudas son las principales víctimas.

El informe se realizó a fines del año 2018 y sus resultados se contrastan con 2017. En esa comparación, “las principales problemáticas que enfrentan las familias en situación de vulnerabilidad son el desempleo y la precarización del mercado trabajo, aunado a un déficit habitacional y una pérdida del poder adquisitivo”. Esto implica, por ejemplo un cambio en las comidas de las familias, lo hogares de menos recursos cada vez más se vuelcan “a la harina y los azúcares”: “La dieta de las familias de sectores vulnerables está compuesta de forma casi exclusiva por harinas y azúcar”.

Pero no se detiene allí la descripción del problema, Unicef advierte que ante la imposibilidad de comprar alimentos, cada vez más adultos se saltean comidas: “Se cocina una única vez por día, los adultos a veces no comen por dejarle el alimento a los niños, niñas y adolescentes”, enumera el informe.

En definitiva, el grupo de interés para Unicef, niños, niñas y adolescentes, debido a la precipitada pérdida del poder adquisitivo, “enfrentan situaciones de empeoramiento en la calidad de su dieta y menor acceso a alimentos, dificultades en el acceso a medicamentos, mayor exposición a situaciones de violencia (familiar e institucional), maltrato, consumo problemático”.

La organización internacional dedicada al cuidado de la infancia destaca en el apartado de las recomendaciones la imperiosa necesidad de reforzar “las políticas públicas y los sistemas de protección social” e incluso advierte que  “es necesario revisar el diseño de la AUH que, anualmente, deja a alrededor de 300.000 chicos y chicas fuera de todo tipo de cobertura por dificultades en la certificación del cumplimiento de las condicionalidades”.

El trabajo publicado por Unicef, que se centró en centros urbanos, da cuenta del empinado deterioro en materia de Salud y Educación. En su visita a merenderos y comedores comunitarios, verificaron el aumento de la población que asiste en busca de alimentos y que los niños manifiestan “‘sentir hambre’, de forma somática, la cual se expresa en trastornos del apetito, dolores de cabeza, etc.” Enfermedades como gastroenteritis, diarrea o alergias respiratorias y afecciones dermatológicas son asociadas a “prácticas de búsqueda y recolección de desperdicios en basurales”.

Referentes de los comedores comunitarios y personal de centros de salud, en comparación con el año 2017, “observan con mayor frecuencia problemáticas de malnutrición; ya sean obesidad infantil y posibles cuadros de desnutrición”.

“La inflación nos está comiendo la plata, está difícil, a veces sacamos las lentejas, o la lavandina, o el arroz o el papel higiénico, el problema es que si no la compran en la despensa comunitaria seguramente no tengan posibilidad de comprarlo en otro lugar, lo que nos piden todos los días es leche” (trabajador social en centro comunitario, entrevista en profundidad).

El recorte del gasto público trae consecuencias directas sobre los hogares más humildes, los agentes sanitarios declararon estar “colapsados” y “desprovistos de herramientas de intervención por el recorte en la cantidad de medicamentos, provisión de vacunas gratuitas, mantenimiento de los equipos e instrumental médico”, sumado al recorte en la cantidad de personal de los equipos de Salud.

“Los agentes sanitarios son los que todos los días recorren las calles y reportan algún problema particular. Antes nosotros no teníamos un medicamento, y la gente capaz lo conseguía. Ahora te comunican que no tienen para comprar lo que les hace falta, no tienen para ir al hospital (Médico en Centro de Salud, entrevista en profundidad).

En el ámbito de la Educación, a pesar de “acuerdos informales” de los establecimientos educativos “no perder” estudiantes, se registra un aumento de la deserción, especialmente en el pasaje de la escuela primaria a la secundaria: “Las adolescentes asumen responsabilidades de cuidado de hermanos e hijos, acompañamiento a adultos mayores y, mayormente entre los adolescentes varones, incorporación al mercado de trabajo”.

De la retirada del Estado de sus obligaciones en materia educativa, los docentes señalaron “la escasez de material didáctico, útiles y equipamiento. Es decir, las escuelas de barrios precarios estarían gestionando cada vez más problemas de escasez y precariedad con menos recursos, programas y dispositivos”.

En el caso de las viviendas, el informe reporta «condiciones de hacinamiento reciente», causadas “el aumento del precio de alquiler y la imposibilidad de costear los servicios públicos”. Las dinámicas familiares se ven fuertemente afectadas, en los talleres de trabajo de Unicef se observó “violencia emocional y física normalizada hacia los chicos y las chicas y sus madres”. En algunos casos, varias mujeres expusieron que durante 2018 vivieron mayor violencia en su hogar “resultado de la incertidumbre que sienten los adultos varones frente a la situación de crisis y la presión como sostén económico”. Asimismo dieron cuenta de que esas situaciones poseen mayor nivel de visibilidad y que últimamente los centros religiosos funcionan como lugares de apoyo y contención.

El trabajo presentado por Unicef estuvo centrado en centros urbanos, como se mencionó, y a través de un abordaje cualitativo. Por ello, el informe presenta entrevistas anónimas tanto a referentes de las áreas de salud, educación, seguridad social como a niños, niñas y adolescentes. “Un hallazgo relevante es que las niñas y los niños identifican un empeoramiento de la calidad de vida en el hogar y su comunidad. En su opinión, ‘hay más problemas que antes’, por un lado, porque ‘alcanza menos la plata’, ‘está todo más caro’, y por otro porque los adultos les comparten las dificultades, por ejemplo, en el acceso a los alimentos, pero también a los medicamentos”, destaca el informe.

Un punto que se repite a lo largo del trabajo es que gran parte del peso de las problemáticas familiares recae sobre las mujeres: “la responsabilidad de administrar los escasos recursos y hacer frente a la situación de empeoramiento de la economía del hogar”.