En tiempos donde la tecnología nos envuelve desde múltiples lugares, dispositivos y discursos, hace ya 13 años se viene desarrollando un movimiento que discute el statu quo en el área de desarrollo de software. Es heterogéneo y se fue expandiendo por todo nuestro continente.

El Festival Latinoamericano de Instalación de Software Libre (FLISoL) este año alcanzó en Argentina un récord de 50 ciudades de todo el país. Este evento, el más grande del mundo de estas características, es gratuito y está dirigido a todo tipo de público, desde estudiantes y docentes, pasando por cooperativistas y trabajadores de la economía social. Año tras año se debate sobre el uso de la tecnología y la cultura libre en general como la seguridad de los datos personales, la soberanía y la libre circulación del conocimiento.

Este evento además es novedoso por recibir equipos de los participantes para instalarles de manera gratuita sistemas operativos y aplicaciones de código abierto.

Tiempo conversó con Valeria Laborda, docente del posgrado de Economía Social de la UNTREF, coordinadora de la sede de Caseros, el primero organizado en esa ciudad.

¿Por qué decidieron este año participar de la organización del FLISoL?

Vimos la vinculación con este movimiento mediante las cooperativas de trabajo de tecnología. En nuestro entorno digital, el plus está en que la educación a distancia va creciendo. El año pasado hicimos una clase abierta sobre Software Libre y Economía Social para indagar en estos vínculos y del capitalismo cognitivo. Por ejemplo, cómo se patenta y se vende un conocimiento y como la academia está atravesada, cuando investiga, produce un libro, entre otros. Las sedes no siempre son en las universidades porque el festival lo organiza el movimiento de software libre, no nace de una institución formal, sino es pura militancia.

Entonces, el organismo toma algo de una organización colectiva.

Un organismo acepta, promueve y pone a disposición un montón de recursos que son públicos: el espacio, el personal, los gastos. La idea es que la universidad empiece a dialogar con la comunidad. Hoy hay participantes que nos son de la ciudad ni de esta universidad, otros viene por oradores o conocidos. Y así se van generando estos diálogos: los chicos que instalan son estudiantes, las chicas que acreditan son del centro de estudiantes, nosotros somos del posgrado. Así tenemos vinculación con el territorio y el cooperativismo, la economía colaborativa, la economía de plataformas.

Desde el posgrado, ¿tienen algún registro sobre si las cooperativas van adoptando estas herramientas de software libre?

Contamos con la experiencia del trabajo de las entidades que nos contactan. La tecnología es un tema relegado por cuestiones más apremiantes. Migrar hacia el software libre, dedicarle tiempo a armar algo nuevo siempre es desplazado por los temas más urgentes como las presentaciones, los balances que pide el INAES, un desalojo. Esto excede la realidad de las cooperativas, aunque haya buena predisposición. Por ejemplo los organismos de control, ¿qué tipo de software usan? Si hacés una presentación oficial de tu organización y tal vez no te la pueden leer por el tipo de software, no lo cambiás.

¿Y las tecnológicas?

Las cooperativas que están nucleadas por FACTTIC (Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología Innovación y Conocimiento) son emprendedoras, dispuestas para ayudar a generar conciencia, a trabajar en este cambio cultural y acompañar el movimiento en las escuelas y en las cooperativas que no son tecnológicas. Es un cambio muy grande que se está desarrollando de manera gradual. Nosotros en la universidad gozamos de autonomía para estas cosas, pero es una batalla contra un gigante, porque viene Microsoft y te regala licencias, es sencillo. Pero es siniestro, porque sos un potencial cliente al que educan de esta manera. Hoy vinieron docentes de una escuela de la zona y conversamos sobre eso, de que el negocio es enseñarles computación con Windows, no enseñarles informática. Es enseñarles a escribir con lapicera Bic azul, no enseñarles a escribir. Atrás de ese regalo siempre va a haber un interés, en el marco de la economía capitalista.