«Es importante aclarar que se trató de un femicidio. Fue abusada, golpeada y, tan sólo por ser niña, asesinada», explicó con evidente dolor Marcela Miño, una de las organizadoras de la movilización que el viernes por la tarde recorrió las calles de tierra desde el predio tomado, donde fue asesinada Sheila Ayala, hasta la comisaría de San Miguel.

El urgente pedido de justicia se realizó menos de 24 horas después del hallazgo del cuerpo de la nena de 10 años, tras cuatro días de infructuosa búsqueda. Están detenidos los tíos de la víctima, quienes habrían confesado ante la policía haberla asesinado bajo los efectos del alcohol y las drogas.

«La situación de abandono de todos los niños que están en esa zona, entre tantas otras, es total. Hay muchos chicos en situación de vulnerabilidad a la drogadicción, la prostitución, el abuso y las violaciones. Todos los días nos encontramos con esto. El Estado está ausente, si hubiera estado presente no estaríamos lamentando esto, ni tendríamos que pedir justicia», señaló Miño al ser consultada por la radio de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Miño es una voz calificada. Además de ser militante de Juntas y a la Izquierda, una organización feminista del MST, es docente de la Escuela 18 del barrio Trujui a la que iba Sheila, sus hermanos, sus primos –hijos de los presuntos asesinos– y a la que también llegó a asistir el principal sospechoso: Fabián González, pareja de Leonela Ayala, tía de la nena.

La docente no pudo responder las preguntas de Tiempo porque después de hablar en la radio recibió la orden por parte de diferentes autoridades del Ministerio de Educación bonaerense de no volver a referirse al tema en los medios para no entorpecer la investigación. Sugestivamente, la mujer nunca habló del hecho en sí, sino del contexto.

El reto hacia la docente acaso pudo deberse a que se animó a describir lo que veía a diario: que el Estado se había corrido de las barriadas y que su única presencia era a través de la escuela, que cumple el rol de «contenedor social» y que no sólo educa y forma a los pibes, sino que también los alimenta y viste. En la periferia «no hay espacios donde los chicos puedan sentirse parte, como un centro cultural o sociedades de fomento. Entonces, terminan en la calle y eso acá puede llevarte a la droga y al alcoholismo. Estamos criando a toda una generación de pibes en este contexto», agregó.

Al cierre de esta edición, los estudios preliminares de la autopsia establecían que la nena había sido estrangulada con un lazo que le dejó un surco de tres centímetros de ancho en el cuello, donde también presentaba varios arcos costales fracturados por la presión. Además, la data de muerte podría corresponder con el momento en que desapareció el domingo pasado, cuando fue vista por última vez mientras juagaba en el patio interno del predio tomado donde también vivía.

En un principio, el cuerpo no presentaba signos de violación aunque sí de defensa. No se descartaba que haya habido un intento de abuso y que como la nena conocía a sus captores, haya sido asesinada. De hecho, el fiscal general de San Martín, Marcelo Lapargo, afirmó que el caso se investiga como si fuera un homicidio criminis causa. Es decir que mataron para intentar tapar otro delito. «