En Paraguay, como en otras partes del mundo, las mujeres se preparan para el gran paro del próximo 8 de marzo. Razones sobran. El Centro de Documentación y Estudios (CDE) ha difundido algunas cifras representativas de las múltiples violencias sufridas por las mujeres en ese país.

En Paraguay, cada diez días muere una mujer en manos de su pareja, esposo, novio o ex pareja según el informe anual de Derechos Humanos de la Codehupy 2014. Ese mismo año fueron denunciados 57 casos de niñas abusadas sexualmente, según el mismo informe. En el 2015, la Secretaría de la Niñez dio a conocer que 421 niños y niñas habían sido abusados sexualmente en los cinco primeros meses de ese año. El promedio entonces es de 2 o 3 niños/as por día violentados/as sexualmente en Paraguay.

Este aberrante dato empeora cuando se conocen los datos de embarazos forzados, ya que dos niñas de 10 y 14 años dan a luz por día. Según el Ministerio de Salud Pública, un total de 684 niñas dieron a luz en Paraguay en 2014, la mayoría de estos embarazos son frutos de violaciones sexuales y el Estado no les da la opción de interrumpir el embarazo profundizando sus sufrimientos.

La discriminación y violencia hacia la mujer pueden ser rastreadas históricamente. Paraguay fue el último país de la región en conceder el sufragio a la mujer cuando el 5 de julio de 1961, por Ley Nº 704 de “Derechos Políticos de la Mujer” se estableció que “la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones políticos que el hombre. En virtud de dicha ley tiene derecho a votar en todas las elecciones, tanto municipales como parlamentarias y presidenciales, y a ser elegida en las mismas condiciones que el hombre, para cualquier magistratura y funciones electivas”.

Actualmente, el porcentaje de mujeres en cargos públicos es inferior al de los hombres: 16,8% de mujeres titulares en el congreso nacional; en juntas municipales (2010): candidatas 36,85% / electas 21,86%, en intendencias (2010): candidatas 10,13% / electas 7,56% (Soto, 2015). Muchas de las mujeres que ocupan lugares de importancia en la política paraguaya son, por lo general, machistas.

Respecto a la violencia laboral, se observa una severa desigualdad en el acceso a oportunidades. Según la Cepal, el ingreso laboral medio de las mujeres respecto a los hombres en Paraguay es del 71,8% en 2013, es decir existe todavía una brecha del 28,2%. La tasa de desempleo es 9,9% para las mujeres y 6,5% para los hombres en Paraguay. No obstante, debe tenerse en cuenta que estas cifras se refieren al empleo formal. En el trabajo doméstico el 93% son mujeres (CDE, 2014). Las mujeres que se emplean en el trabajo doméstico no gozan de derechos laborales, como ser salario mínimo. Además, abundan situaciones, no siempre denunciadas, de acoso sexual. La justicia no garantiza la protección de las víctimas y los acosadores gozan de impunidad.

El circuito de múltiples violencias domésticas, patrimoniales, políticas, entre otras, a las que están sometidas las mujeres paraguayas se completa con una total desprotección y abandono de las instituciones. Al no existir una ley contra toda forma de discriminación las mujeres pobres, indígenas, trabajadoras, están sometidas a doble y triple discriminación cotidianamente.

El correlato de las violencias institucionales es la violencia simbólica con figuras del machismo arraigado que se expresa en el alto índice de madres solteras como resultado de una paternidad irresponsable, la estigmatización que padecen las paraguayas migrantes, los silenciamientos históricos sobre el lugar de la mujer (en la Guerra de la triple alianza, el reconocimiento de las mujeres guerrilleras, las mujeres luchadoras, etc), la exaltación absolutamente banal de la figura de la mujer paraguaya “la más gloriosa del mundo”, la mercantilización del cuerpo de las mujeres por parte de los medios de comunicación y las construcciones culturales llenas de cargas morales respecto de lo que se considera una “buena mujer”.

*Militante de Movimiento 138. Colectivo de resistencia cultural (Paraguay/Argentina).

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