En apenas una semana se duplicaron los contagios de dengue y crecieron en un 50% los infectados de chikungunya en todo el país. Ambos tienen un vector en común: el mosquito Aedes aegypti. El último informe semanal del Ministerio de Salud de la Nación precisa que hasta el 18 de marzo se notificaron unos 9388 casos de dengue y 528 de chikungunya. La situación se extiende a 13 jurisdicciones, aunque por ahora los contagios representan el 30% de los ocurridos en 2020 en el mismo período.

La pregunta entonces es cómo prevenir y actuar sobre él, y por qué cuesta tanto enfrentarlo. Una posibilidad es pensar que se lo ataca tarde, cuando ya está circulando, en lugar de iniciar campañas en primavera, cuando las larvas prosperan. Otra cuestión visible es la necesidad de mayor concientización en la comunidad.

La investigadora del Conicet y coordinadora del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Sylvia Fischer, lideró experimentos con el mosquito donde demostró distintas cuestiones: que el insecto posee habilidades para ocupar regiones cada vez más frías, como La Pampa, y que a su vez un recipiente abandonado puede servir de criadero para el desarrollo de las larvas independientemente del tiempo que haya sido dejado a la intemperie: «nuestros resultados confirman la amplia gama de condiciones que puede aprovechar en los sitios de cría, que incluye tanto agua relativamente limpia como agua con abundante materia orgánica. Por eso, hay que tratar de no dejar abandonado un recipiente a la intemperie ni un solo día”.

–¿Era esperable este incremento de casos?

–Era una posibilidad. Todo el año pasado hubo muchos casos por ejemplo en Brasil y gran parte de Latinoamérica. Acá no tenemos transmisión de dengue todo el año con lo cual el inicio de los primeros casos generalmente se produce por casos importados de personas que viajan a lugares donde hay transmisión y vienen infectadas con el virus. Luego, los mosquitos de acá pican, se contagian, lo transmiten y así comienza un ciclo de transmisión local. Eso ocurre todos los años. En algunas temporadas empieza más tempranamente y con un número mayor de casos. Eso está vinculado con la magnitud de las epidemias en los países limítrofes y con la cantidad de personas que están viajando hacia estos lugares, usualmente de vacaciones o a visitar familiares para las fiestas.

–¿Este pico enciende las alarmas?

–Hay un aumento de casos pero aún es muy menor que el de los años anteriores en los que hemos tenido epidemia, como por ejemplo el 2016 o el 2020. Tiene un retraso y eso es muy importante, porque la dinámica de transmisión de este virus depende de la abundancia de mosquitos y de la temperatura, la cual determina la velocidad con la cual el virus, por ejemplo, se reproduce adentro del mosquito, y cuánto tarda un mosquito que pica a una persona infectada hasta que puede transmitirle el virus a otra persona.

–Eso es lo que nos diferencia con otros países de la región.

–Claro, en Brasil o Paraguay, por ejemplo, hay transmisión de dengue prácticamente todo el año porque no tiene las temperaturas limitantes que tenemos acá en donde durante una época del año más o menos prolongada como el invierno no tenemos mosquitos adultos que puedan mantener el ciclo de transmisión y la infección de las personas no dura tanto tiempo. Entonces, el ciclo se interrumpe. Por distintas cuestiones ambientales y climáticas, que todavía estamos en proceso de dilucidar, hay años en donde hay una ola de mayor número de casos en todo el continente.

–¿El cambio climático, las olas de calor y el aumento de la temperatura global cómo influyen?

–En nuestra región no debería influir demasiado, en el sentido de favorecer la reproducción del mosquito. Hay cosas que se compensan. El calor excesivo no los favorece para su ciclo de vida porque ahí es como que llegan al límite y las condiciones no son tan óptimas. Por otro lado, dentro de nuestro ambiente urbano, con todas las estructuras que tenemos, el ambiente es relativamente estable y los mosquitos encuentran lugares para refugiarse. Todos los años el aumento de las abundancias en meses más cálidos como enero, febrero y marzo es muy similar. Mosquitos tenemos en cantidades suficientes para que cuando llegan los casos importados, se expandan.

¿Está fallando la lucha contra el mosquito?

–Es un problema extremadamente complicado que no tiene una única respuesta. Involucra a distintos actores sociales. Por ejemplo, el mosquito está en recipientes artificiales que están dentro de las casas de las personas. Gran parte de lo que se puede y debe hacer depende de que las personas sean responsables de su entorno inmediato. Necesitamos entender y ser conscientes del problema, saber qué hacer. Debe haber un aporte desde la educación, la difusión, la motivación y la movilización de las comunidades para hacer algo al respecto. «

Un mosquita que vuela bajo y cerca

Mantener nuestros ambientes ordenados, sin recipientes que acumulen agua, es indispensable para luchar contra el mosquito Aedes Aegypti. Principalmente porque no suele volar grandes distancias, la mayoría no suele irse más allá de 50 o 60 metros, y en general se mueven en el propio lugar donde se establece. 

Pica generalmente durante el día (lo hace la hembra, y una vez que se alimenta va a poner larvas, en su ciclo reproductivo puede llegar a tener hasta 3000 huevos), especialmente en las primeras horas de la mañana o al final de la tarde (a veces también de noche, en zonas bien iluminadas).

Suele volar bajo. Pica principalmente en las piernas, tobillos o pies y su picadura no suele doler ni causar comezón, por eso muchas veces ni nos damos cuenta que nos picó.

Es fundamental atacar las larvas y no cuando el mosquito ya es adulto, que es cuando pica.
Las responsabilidades para evitar criaderos

Sylvia Fischer investiga la dinámica del Aedes aegypti en diferentes regiones del país. Observa sus estrategias, la capacidad de sobrevivencia y cómo se adapta en nuevos territorios. «En las personas tiene que haber algún tipo de cambio en la forma de pensar en cómo influye el ambiente que la rodea sobre su salud –remarca–. Prevención implica tener un ambiente ordenado, que esté disponible la infraestructura necesaria. Por ejemplo, para que las personas tengan acceso al agua y no tengan la necesidad de acumularla; que haya una adecuada recolección de residuos; que haya condiciones socioeconómicas adecuadas. Cada actor o sector tiene responsabilidades distintas y tiene que pensar y actuar en función de esas responsabilidades. El ciudadano común debe hacerse cargo de su casa, que no haya recipientes, limpiar las canaletas, no permitir que haya criaderos. Las organizaciones sociales deben tratar de difundir y asistir a las personas que no tengan tanta facilidad para resolverlo. Y el Estado tiene la responsabilidad de fomentar que todo esto se haga y transmitir correctamente el mensaje».