“Emoción???? Cada vez más”,  le dice sin dudar Juan Manuel Copello a Tiempo de Viajes mientras postea en su facebook la última foto que logró del primer plano de una de las orcas que cada día ve desde que nació. Es que cada año, desde la estancia La Ernestina, en Punta Norte, Península Valdés, Chubut, este naturalista recorre de memoria las mareas, las playas y los acantilados munido de binoculares, sintiendo en su rostro la brisa marina y olfateando por donde llegarán las orcas. Es el minuto a minuto. Es un seguimiento al instante para poder tener el avistaje más preciado del mundo animal: el varamiento intencional al alcance de los ojos y las lentes: Click foto.´

Copello, nació y se crió aquí. La estancia es de 1907 y la fundaron sus bisabuelos y se dedicaron a una producción común en la Patagonia de antes y ahora, las ovejas. Pero en su espíritu inquieto y amante de la naturaleza siempre se maravilló con las orcas, los delfines más grandes del mundo y hasta sabe de memoria sus nombres. Si, porque con un equipo de biólogos y los guarda faunas de esta reserva natural y patrimonio de la humanidad que es “Península”, relevaron cuanta orca pasó nadando y en sus manchas blancas, una de las cuales es una especie de “montura” de ese color blanco sobre el lomo donde está la aleta dorsal, dibuja una forma diferente en cada individuo y es como una “huella digital”.

Gentileza INPROTUR

Lo colosal de este lugar a diferencia de otros mares del mundo es que aquí, las orcas, no todas, pero algunas de cada manada, adopta una conducta única: el varamiento intencional, que es cuando toma envión con su cola gigante y con gran destreza sale del agua, se monta en la playa de canto rodado para cazar una cría de lobo marino. Lo logra con su bocaza con dientes y pega un estirón, se encorva y vuelve al mar con su pequeño trofeo convertido casi en juguete que compartirá con sus amigas y nunca más se lo verá al bichito.. y a la orca.

Puede resultar espeluznante. Pero es también un espectáculo que solo brinda la naturaleza en esta puro y en su hábitat. Hay que tener paciencia porque la naturaleza tiene su ritmo. Pero en una tarde pueden verse unos siete varamientos intencionales o ninguno. Al principio, todo es calma y el mar azul intenso apenas moja las piedras redondas de canto rodado que cubren estas playas vírgenes. De lejos se ve la colonia de lobos marino, con sus crías creciendo tras pasar el verano y cuando hablamos de los meses de marzo al 1ro de mayo o´clock, todo está a punto. A punto de ser cazado. Son los ciclos y la pirámide animal, el más fuerte puede con el más chico. Al final, se aguarda parapetado de rodillas sobre las piedras, con solo una respiración acompazada hasta que, sin aviso, el océano se corta al medio por una aleta gigante, negra y brillante que pareciera ir directo a estrellarse en la playa mientras los lobitos, en grupo, estiran el poco cuello que tienen para ver mejor, lo mismo hacen los humanos que aguardan el espectáculo. El cual ya leyeron y se lo describieron pero, bueno, en vivo y en directo es dantesco.

Ahí va. Son segundos. La masa bestial en forma de orca arrastra una ola cristalina que le sirve de colchón para llegar literalmente a la playa, a donde se monta de panza al mismo tiempo que, entre ola y cabezota, reina la confusión, el pequeño lobito mira y mira hasta que advierte el peligro pero…ya es tarde. Puede verse a cien metros como vuela el lobito entre los dientes de la orca y el cielo. A veces zafa. Digamos todo. Pero en general, no sabemos cómo pero la bestia lo atrapa y se lo lleva. La primera vez, llorás a mares. La segunda, tercera y cuarta no podés creer la ingenuidad de los lobitos y te convertís en una bestia que pide más y más.

En fin. Muy subjetivo, pero fotógrafos, biólogos y naturalistas de todo el mapa llegan aquí cada año para sacar esta foto que nunca será igual a la experiencia de haberlo visto.

Experiencia es todo aquí, llegar a Trelew o Puerto Madryn, según el vuelo. Atravesar la Península Valdés y alojarse en esta estancia donde su perfil arquitectónico nos conduce a un siglo atrás, con esos techos acanalados, de chapa, las ventanas de cuadraditos y la madera simple, con el mar de fondo, del paisaje, claro está. Guarda que cuando hablamos de apasionados, de naturalistas como el caso de Juan Manuel Copello, no hay frío, estrella o sol que lo amilane. Acá se vino a ver orcas y eso hacemos, 6,30 arriba. Camionetas listas y todos rumbo a la playa. Junto al faro de Punta Norte, las vistas son colosales mientras se espera alguna novedad. En el mirador público de esta parte de la península, también se pueden apreciar y ver la inmensidad y los suertudos y poderosos, desde la estancia, un palco privilegiado.

La península es un lugar mágico. Y maras, choiques, guanacos, aves, de todo hay para ver. Pero es marzo y abril la cita con las orcas. Todavía hay tiempo. Yo te avisé.

La Ernestina – Info.laernestina.com.ar (0280)4661079 www.madryn.travel www.chubutpatagonia.gob.ar