«Che, ¿vendrá alguien?», se escucha en la puerta de la sede del Sindicato de las Telecomunicaciones (FOETRA), en pleno corazón de Balvanera. ¡Esa pasión de los periodistas por hacer preguntas incómodas! «Muchachos, a ver si le ponemos ganas. ¿Quién me da una manito para mover las mesas, que hay que preparar los stand», interrumpe Pablo Tomasello, retocador de fotos y curtido organizador de eventos. Se sabe, en la cooperativa Por Más Tiempo, la respuesta siempre es colectiva.

Todavía faltan algunos minutos para las 6 de la tarde y el hall de FOETRA es un hervidero. Hay que acondicionar los puestos de venta, ultimar detalles con el sonido, ordenar cuidadosamente las Revistas T, montar la muestra de fotos, conseguir la clave del wifi para asociar a nuevos lectores y hasta peinarse el jopo antes de que lleguen los primeros invitados. Cada miembro de la cooperativa pone su granito de arena en este primer aniversario.

Manos a la obra. Armados de paciencia zen, los editores de la sección Cultura y Mundo acomodan las bolsas y los pines que pueblan el stand dedicado al merchandising. Desde la soga que atraviesa el espacio aéreo del puesto, los custodia una remera que lleva tatuada los icónicos anteojos de Rodolfo Walsh. Otra, recupera un párrafo que no deja de encender pasiones: «El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información». No muy lejos, Paloma y Julieta Zamorano, nietas de León Ferrari, preparan serigrafías con imágenes paridas por su abuelo, que luego regalarán a los asistentes.

La primera en llegar es Taty Almeida, ataviada con su pañuelo histórico y su sonrisa luminosa. Desde el infernal verano del vaciamiento, las Madres de Plaza de Mayo han abrazado la lucha de los trabajadores de Tiempo. Con parsimonia, Taty recorre la muestra fotográfica que narra los 365 días de vida cooperativa y el conflicto con la antigua patronal. Aparecen las noches durmiendo en el piso de la vieja redacción hasta la soleada tarde del festival multitudinario en el Parque Centenario. También las marchas en el corazón porteño, la salvaje irrupción de la patota y el trabajo paciente para llegar a los kioscos todos los domingos. «¡Que polenta tienen, muchachos! –dice Taty, suspira profundo y agrega–. Se los dije el año pasado, cuando estaban arrancando esta aventura. Si en algún momento están decaídos o tristes, díganse: ‘Si las Madres pudieron, por qué no podemos hacerlo nosotros’.»

A las 6:30, el hall está vestido de gala para recibir a todos los invitados. Políticos variopintos como Héctor Recalde, Gabriel Solano, Carlos Tomada, Pablo López, José Cruz Campagnoli y Gabriel Fuks; miembros de HIJOS, del CELS, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y de otras organizaciones sociales y de Derechos Humanos; trabajadores del BAUEN y del mundo cooperativo, docentes de la carpa itinerante –que se ganaron los primeros aplausos de la tarde–; colegas de medios autogestionados, del sindicato de prensa y de distribución, amigos, familiares y lectores. El salón de entradas es una suerte de caja de resonancia de los tiempos bravos que vive el país.

Auditorio lleno de palabras

El festejo ofrece un menú variado. En el poblado auditorio de FOETRA, luego de la proyección de un cortometraje que narra la historia de Tiempo, el escritor Pablo Ramos es el encargado de romper el hielo. El autor nacido y criado en Sarandí sube al escenario y recuerda a su abuelo, pochoclero de profesión: «Me decía que cualquiera vende pochoclos un domingo con el sol brillando. El tema es hacerlo cuando el cielo está negro y llueve. Los periodistas de Tiempo hacen periodismo en serio, porque les toca trabajar con el viento en contra, en estos tiempos más que oscuros».

Cuando cae la noche, es el momento del panel para discutir sobre los desafíos del periodismo. Entonces toman la palabra Claudia Acuña, integrante de la revista MU; Ingrid Beck, directora de la revista Barcelona; el académico Martín Becerra (ver página 22); y el decano y siempre lúcido colega Carlos Ulanovsky. «En una época de reconversiones de dudosa calaña y que solo traen y llevan beneficios para un solo lado, ustedes se reconvirtieron en serio hasta lograr hacer de una empresa abandonada por sus dueños, una empresa recuperada por los que ahora son, de veras, dueños de sus palabras», sostiene el autor de Paren las rotativas, y se lleva el aplauso cerrado de la nutrida platea.

Luego del panel, el cierre es a toda orquesta. El cantante jujeño Bruno Arias llena de folklore el auditorio junto al armonicista Franco Luciani. Pero a esta fiesta, todavía le queda un capítulo más.

¡Qué los cumplas feliz!

En el hall, los lectores departen con los periodistas de Tiempo, mientras comparten algún tentempié. Víctor Hugo Morales no gambetea el saludo cordial con sus admiradores, ni la selfie con Nahuel De Lima, el antiguo recepcionista del diario, devenido en flamante pluma de la redacción. A unos pocos pasos, la jovial Norita Cortiñas regala su afecto sin medida.

Antes del brindis, la cooperativa recibe distinciones de la Legislatura porteña y del Sipreba. Javier Borelli, presidente de Por Más Tiempo, no ahorra palabras a la hora de agradecer: «Tiempo renació dueño de sus palabras para poder elegir qué hacer con ellas. Y decidió compartirlas con los desempleados y los docentes, los científicos y los chicos que padecen la violencia institucional, las mujeres que reclaman derechos y los trabajadores de la economía popular, los que pasan hambre y los que esperan remedios que no llegan, los habitantes de barrios que prometen urbanizar, los reprimidos y todos los estigmatizados por las corporaciones de medios. Entendemos que ese es nuestro lugar y nos esforzamos todos los días para sostener un medio autogestionado que pueda disputar la agenda nacional desde esa mirada.»

El final de esta crónica es con la copa en alto y el feliz cumpleaños como banda de sonido. Es un brindis con usted, lector. Un brindis colectivo. ¡Salud! «