Tomar la calle para gritar «¡basta!»

Por: Esteban Schoj

Testimonios desde Congreso hasta Plaza de Mayo, exigiendo por reivindicaciones que surgen de un reclamo común.

Las mujeres salieron a la calle. Dicen de todo. Pero sobre todo dicen basta. Basta de que las violen. De que las maten. De que las prendan fuego. Mujeres pobres y con plata. Flacas y gordas. Altas y petisas. Blancas, negras, organizadas o solas. Dirigentes y militantes de base. Están todas. Y a todas las hermana la lucha.

Norma López es miembro de la comisión directiva de Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA) Buenos Aires. Tiene a cargo de la Secretaría de la Mujer del gremio, en el que hay 60.000 afiliados y el 50% son mujeres. “La situación que estamos viviendo, esta coyuntura, evidentemente hace que los trabajadores y las trabajadoras salgamos a reclamar por el salario, por las condiciones de trabajo, por el maltrato, por la violencia. Y entre esas reivindicaciones surge el reclamo de las mujeres que venimos trabajando hace años y, en mi caso, como dirigente gremial, que salimos a la cabeza de las compañeras, de las trabajadoras, con las reivindicaciones lógicas de todos los días. No podemos seguir permitiendo violencia laboral, discriminación, acoso sexual, la violencia de género ni las desigualdades, tanto en el ámbito laboral, como en el familiar”, expresó la gremialista.

Karen tiene 25 años. Es murguera, fue a marchar, pero además fue a hacerse unos mangos. Está desocupada. Y vende unas bebidas bien frescas. No la vive en carne propia, pero eso no la excluye del reclamo: “Yo por suerte no soy víctima, pero conozco gente que ha pasado por situaciones de violencia. Y si bien esta violencia hoy se vive tan a flor de piel, creo que viene de hace muchos años. Siempre el mundo fue muy machista. Sólo que hoy tenemos las herramientas y los medios para que se escuchen los reclamos”. Más tarde, Karen envió un mensaje a las mujeres: “Si un hombre te falta el respeto con actitudes o con palabras, no esperes el golpe, o a que te mate. Es una cuestión de fuerza de una. Si estás con una persona que primero te dice hija de puta, después te da un cachetazo y luego te da una trompada… ¿qué estás esperando? ¿A qué te mate? Hay que tener valor para afrontar lo que puede pasarnos. Siempre es elección de una. Y si bien siento que se está levantando el movimiento de mujeres, me gustaría que no se exprese sólo un 8 de marzo, o cuando matan a una chica. Sino que me gustaría que sea así en las casas, en el mundo de cada una. Acá todas juntas somos re fuertes. Pero en nuestras casas ¿qué pasa?”.

Entre las dirigentes políticas está Manuel Castiñeira, dirigente de Nuevo Más. En diálogo con Tiempo, dijo que “la movilización es el primer paso, indispensable”, pero sostuvo que con eso sólo no alcanza, porque “evidentemente los gobiernos se han sucedido y les siguen debiendo derechos a las mujeres”. En ese sentido dijo que “si no estamos en las calles para movilizarnos, si no hacemos los paros, como los maestros y los trabajadores, nadie nos escucha”. Luego agregó: “Vemos que la conciencia social avanza, que hay una sensibilidad enorme, que tenemos mucho apoyo de compañeros trabajadores, pero las instituciones están por detrás. El Estado, el gobierno, la Justicia, el Parlamento. El Parlamento no discute el aborto legal. No lo hizo el kirchnerismo con una presidenta mujer y no lo hace ahora con un gobierno más de derecha”. Y cerró: “Pero la Justicia también hace una puerta giratoria con los violentos y los abusadores. Hay mucha impunidad”.

Otro delito contra el que las mujeres marcharon fue el de la trata. Alika Kinan es la primera víctima de trata que enjuició a sus proxenetas. Luego de veinte años dentro del sistema prostibulario, fue rescatada en 2012 de un burdel ubicado en Ushuaia. Y ganó el juicio: 7 años de cárcel para Pedro Montoya y una multa de $70 mil, responsable del delito de trata con fines de explotación sexual; 3 años y una multa de $30 mil para Ivana García como partícipe secundaria; y 3 años para Lucy Campos Alberca también como partícipe necesaria. También se responsabilizó al gobierno municipal a quien se le imputó una “reparación económica” de $780 mil para ella. Hoy es activista y afirma: “El lugar para luchar es junto a las compañeras de lucha. Ese es el lugar que tenemos que ocupar las víctimas como yo del delito de trata con fines de explotación sexual. Y hoy tenemos una maravillosa ley de trata que está caminando sin piernas, porque es una ley que no tiene políticas públicas paras las mujeres. Necesitamos acceso a la vivienda, acceso al trabajo digno, acceso a la educación y a la salud. Esto es lo fundamental para que la ley de trata sea completamente exitosa”. Alika contó que en la Argentina se han realizado 10.660 rescates y sólo 300 fueron a juicio, “con lo cual necesitamos más juicios de los delitos de trata, necesitamos cárcel para los proxenetas y necesitamos el acompañamiento de toda la sociedad a todas las víctimas de trata”, expresó.

Eugenia Murillo, es integrante de la Asamblea Lésbica Permanente: “Nuestro movimiento surgió ante la urgencia del caso de Higui, una lesbiana agredida del conurbano que por defenderse mató a uno de sus agresores y está presa con la carátula de homicidio simple. A partir de esto las lesbianas nos organizamos para que la carátula sea cambiada a defensa propia”. En esa línea, Gala Abramovich, de la misma organización, agregó: “A Higui la quisieron violar por lo que se llama violación correctiva por ser lesbiana. Le gritaban ‘tortillera te vamos a corregir’ y creemos que justamente el caso de Higui nos muestra que la sociedad nos quiere cambiar, corregirnos, como si ser lesbiana fuera un desvío o algo perverso. Nosotras estamos orgullosas de ser lesbianas y somos parte de esta sociedad».

“Pedimos libertad para Higui, igualdad de derechos, ni una menos, que no muera ninguna mujer más a manos de un hombre e igualdad”. Parece obvio lo que pide Camila, una piba de 18 que con una amiga pinta un cartel que dice “Libertad para HIGUI”. Y sigue: “Hay mas concientización pero todavía tenemos que cambiar muchísimas cosas, como los estereotipos: si sos hombre no podés llorar ni tener emociones y si sos mujer anda a planchar y cocinar. Tenemos que desterrar eso”.

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