En Entre Ríos, el distrito con más altos niveles de aplicación de glifosato del mundo, decidieron empezar a revertir el modelo de producción basado en la aplicación de agrotóxicos sobre cultivos transgénicos, impulsando pruebas experimentales de fumigaciones con bioinsumos, apostando así a masificar la agroecología. La primera reunión de esta experiencia «histórica» ocurrió en Nogoyá y convocó a tres actores clave del proceso: el Consultorio Técnico Popular (CoTePo) de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el movimiento de vecinos autoconvocados «Por la Vida sin Agrotóxicos», de Concepción del Uruguay, y la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (FeArCA), que agrupa a los pilotos que fumigan los campos, que no quieren quedar asociados a los efectos nocivos del actual modelo de agronegocios.

«El camino para la transformación es este: como principio, la base de cuidar el campo y la salud está en la mesa», describe Alejandro Ciancio, del movimiento ambientalista uruguayense, que integra la coordinadora entrerriana Basta es Basta.

En el corto plazo, la idea es ampliar la mesa hacia el INTA y las cámaras cerealeras que quieran sumarse. «Hoy trabajamos en conjunto con quienes también son víctimas del agronegocio, porque eso son los aerofumigadores y los dueños de campos. Queremos llevar adelante una experiencia tangible de agroecología que tenga visibilidad y un impulso hacia afuera: demostrar que funciona, que se puede y es rentable producir agroecológicamente», enfatiza Fabio Mazza, quien desde muy joven trabaja en horticultura con su familia y es encargado del CoTePo en Concepción del Uruguay.

La mesa de trabajo espera que en los próximos días, cuando el ministro de Ambiente Juan Cabandié visite Gualeguaychú, exprese su apoyo a estas experiencias: en breve comenzará un proyecto de siembra agroecológica de trigo en la localidad de Basavilbaso.

Una investigación publicada en 2017 en la revista especializada Environmental Pollution, realizada por científicos del Conicet, reveló que el glifosato volcado por el agronegocio no se degrada y, por lo tanto, se acumula, y que la concentración del herbicida constatada en Entre Ríos, con epicentro en la localidad de Urdinarrain, en el departamento de Gualeguaychú, se encuentra entre las más altas a nivel mundial. Desde Basta es Basta exigen una respuesta inmediata a este problema ambiental y sanitario, y recuerdan el fallo de la escuela de Colonia Santa Anita, que condenó a tres personas (el dueño del campo, el piloto y el titular de la empresa fumigadora) por lesiones leves y contaminación culposa por rociar a niños y docentes con agrotóxicos. 

Mazza insiste en la importancia de una transición hacia un modelo de producción agroecológica, aunque reconoce que en el país casi no existen experiencias de aplicación con bioinsumos: «Si logramos desarrollar estas pruebas sería un paso histórico para fomentar la agroecología a gran escala».

Transformación

Mientras el hambre de millones de argentinos está en la agenda pública, la experiencia de Entre Ríos pretende avanzar hacia una técnica alternativa de producción agrícola basada en el cuidado de la salud y el ambiente.

Agustín Suárez, vocero de la UTT, redobla la apuesta: «El gobierno debe tomar nota para participar activamente del proceso y promover políticas públicas que permitan masificar la agroecología y ofrecer alimentación saludable para toda la población. Tanto desde la perspectiva ambiental como productiva, estamos impulsando desde abajo la transformación del modelo y sumando actores».

«La mitad de los chicos que ingresan al área oncológica del Hospital Garrahan son de nuestra provincia. En Entre Ríos se ha naturalizado la palabra cáncer y eso es una barbaridad», relata el ambientalista Ciancio. Pero también asegura que ven un brote en la agroecología, por ejemplo, en Gualeguaychú, donde se están sembrando 25 mil kilos con esta alternativa. Una de las experiencias ineludibles la encarna la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (Renama), que viene demostrando que se puede producir con bioinsumos y altos niveles de productividad.

Qué es la tierra de diatomeas

Las diatomeas son algas fosilizadas que pueden utilizarse como un efectivo insecticida ecológico y natural. Por un lado, aporta nutrientes, como calcio o silicio, que son beneficiosos para el suelo; por el otro, facilitan la absorción de esos nutrientes, mejorando el nivel de aireación, esponjosidad y retención de agua.

La tierra de diatomeas, también llamada “tierra blanca” por su color, es, además, muy efectiva para deshacerse de los insectos que atacan y perjudican los cultivos, sobre todo en las épocas de temperaturas altas. Con este tipo de fertilizantes naturales es que avanza el proyecto agroecológico a gran escala que se plantea en la provincia de Entre Ríos.

Otro uso doméstico de las diatomeas es para combatir cucarachas y hormigas. En este caso, la ingesta de las partículas de sílice que componen la tierra de diatomeas provoca lesiones en el tubo digestivo de los insectos. También actúa como un fungicida preventivo contra las infecciones provocadas por hongos en raíces, tallos y hojas de las plantas.

Este insecticida “ecológico” no produce inmunidad en los insectos, como es el caso de otros insecticidas químicos que se vehiculizan a través del agua.

Extensiva y exitosa

Al cabo de ocho años de ensayos, el agrónomo Martín Zamora, coordinador nacional de agroecología en el INTA, a cargo de la Chacra Experimental Barrow, en Tres Arroyos, afirma que “la agroecología puede llegar a ofrecer márgenes brutos mucho más atractivos que la agricultura convencional, que utiliza agroquímicos y fertilizantes”. Según el especialista, “en el promedio de cuatro o cinco años que hemos podido evaluar, no varía el rendimiento en uno u otro sistema. Los promedios son los mismos”. Es decir, se puede hacer agroecología extensiva con resultados económicos exitosos.