Valeria Bonetto está agotada. Tiene 47 años. Lleva 23 como médica pediatra (los primeros tres como residente) en el Hospital Paroissien, el más grande de La Matanza, y ese rol y el de delegada gremial de Cicop hacen que literalmente no tenga tiempo para otra cosa. Había encabezado una capacitación en perspectiva de género para todo el sindicato cuando llegó el Covid–19 y modificó la vida de todos. Pero la de los médicos y las médicas, aún más.

Pide perdón por la urgencia. Está subiéndose a su auto para ir de su casa de Ituzaingó hasta La Matanza. La esperan en el hospital. Un compañero tiene fiebre. Vendrán reuniones improvisadas, y el anuncio de una asamblea para el lunes, en reclamo por mejores condiciones laborales: mayores salarios, equipos de protección para todos, testeos masivos como modo de prevención. «Podemos exponer a nuestras familias y compañeros y a los pacientes. Si se multiplica, corremos el riesgo de quedarnos sin profesionales suficientes», explica. Los casos de esta semana en los hospitales Italiano y de la Providencia, en CABA, y el Belgrano en el municipio de San Martín, expusieron la frágil realidad en la que se mueven los médicos. Están atemorizados, comprometidos con la lucha contra la pandemia, pero a la vez se sienten desprotegidos en la trinchera.

El primer caso positivo de Covid–19 en el Paroissien ocurrió hace poco más de un mes. Luego mantuvieron un promedio de internación de cuatro adultos y dos niños sospechosos. En su mayoría dieron negativo. Pero Valeria imagina que pronto llegará lo peor: «Creemos que habrá una demanda muy importante próximamente, y el equipo deberá actuar en conjunto para atender a toda la población. Yo inclusive, como pediatra, es muy probable que tenga que estar atendiendo adultos».

El el Paroissien viven una reorganización de todas las actividades: suspendieron consultorios y cirugías programas, y están tratando de elaborar protocolos de atención en cada servicio. Valeria reclama más participación de los trabajadores en las decisiones («somos los que estamos en el frente, cara a cara con los pacientes») y denuncia que tanto a embarazadas como a menores de 60 años con factores de riesgo los están obligando a ir a trabajar: «No están dando licencias, estamos muy expuestos y no se nos escucha». Considera que el gobierno «está haciendo muy bien lo del aislamiento, apoyándose en equipos de infectólogos y epidemiólogos para la toma de decisiones», pero no deja de acotar que «sin más presupuesto, va a estar complicado. No se consigue gente. Con un sueldo de 40 mil pesos para un ingresante nadie quiere venir, y encima a exponerse».

«Venimos del presupuesto de Salud más bajo de la historia de la Provincia, el año pasado, con el macrismo. Quienes estamos acá realmente amamos a la salud pública y estamos comprometidos con esta lucha. Nunca se le ha dado prioridad, y mirá ahora la importancia que se vio que debe tener», concluye, agotada. Es medianoche. En unas horas la esperan de nuevo: el auto, el hospital de La Matanza, sus compañeros y el coronavirus.