“Cuando nos avisaron de que nuestro vuelo de regreso a Argentina se había cancelado nos agolpamos junto a otros pasajeros en La Habana, para saber cuándo podríamos volver. Nos trataron muy amablemente pese al estrés del momento, pero no pudieron darnos ninguna certeza, porque el aeropuerto de la escala técnica, Lima, había cerrado indefinidamente”, cuenta Georgina, hoy aislada junto a su marido en un cuarto del hotel Argenta Tower, de la Ciudad de Buenos Aires.

La embajada argentina en Cuba se movilizó entonces para brindar apoyo a los connacionales allí varados: difundió un teléfono para atender emergencias y organizó un grupo de WhatsApp a través del cual se dieron indicaciones para completar el “Formulario Covid19” de la Cancillería y otro Formulario de la Embajada para “Repatriación de Argentinos en Cuba”. En este último se ofreció ayuda para aquellos compatriotas que “…  se hayan quedado sin hotel y no puedan abonar gastos de alojamiento”.

Había pasajeros que habían viajado por LATAM, por Copa o por Cubana de Aviación, Aerolíneas Argentinas no tiene vuelos a Cuba. Algunos fueron repatriados en vuelos humanitarios, tramitados por la embajada. Otros tenían los pasajes pagados y solo se trató de devolver a los viajerosn a sus países de origen.

La mayoría de los argentinos estuvieron alojados en hoteles durante semanas, esperando poder retornar. Allí tenían control médico diario por parte de las autoridades cubanas. Los pocos que se alojaron en casas de familia también eran visitados periódicamente, como todos los domicilios cubanos, por agentes de salud encargados de hacer “pesquisa activa”, identicando posibles casos de contagio y brindando indicaciones sanitarias. “Nos sentimos muy cuidados en Cuba durante esas semanas, incluso un día llegaron los agentes de salud y nos dejaron unas gotas homeopáticas para reforzar la inmunidad –Prevengovir-“, comenta la pasajera.

“Desde la Embajada se comunicaron con nosotros varias veces para darnos información sobre los vuelos de repatriación que se estaban organizando. Así fue como pudimos ser incluídos en el sexto vuelo organizado por la embajada y que hizo LATAM (por lo que pudimos endosar nuestros pasajes originales), con salida de La Habana el 1 de mayo”, cuenta otro “varado”.

Con el aeropuerto de La Habana cerrado, los trámites de embarque de los argentinos y de algunos cubanos residentes en Argentina se hicieron muy rápido. Personal sanitario tomó la temperatura e hicieron um cuestionario sobre el estado de salud.

Todos debieron embarcar con sus respectivos barbijos puestos y debieron usarlos durante todo el viaje. La tripulación se sentó en los asientos delanteros, a distancia prudencial de los pasajeros y usando una cortina de separación. Apenas se distribuyeron bolsitas con agua y papas fritas. Quienes querían bebidas y café podían servirse por sí mismos en la parte posterior del avión.

“Fue un vuelo totalmente atípico”, cuenta María, otra pasajera. “Nada de las acostumbradas instrucciones protocolares, más bien discursos emotivos y protectores: “ya falta poco para que pueden estar de vuelta en casa”, “todo va a salir bien”. También habían pegado dibujos en la cabina, con mensajes como “De vuelta a casa”, “Sus familias los esperan”.

Había un clima de mucha solidaridad y camaradería. Las azafatas –muchas de ellas de Perú-, pusieron música argentina por los parlantes (sonó De Música Ligera –Soda Estéreo, entre ellas), se pusieron a bailar y a animar el baile de los pasajeros.

El desembarque en Ezeiza también fue rápido. El vuelo llegó de madrugada y fue el único en un aeropuerto que lucía desierto. Un representate del Ministerio de Salud subió al avión y anunció que primero deberían desembarcar los pasajeros que se dirigían al interior, donde serían trasladados en ómnibus, en segundo lugar los de la provincia de Buenos Aires y por último los de Capital Federal.

En el Argenta Tower todo fue muy rápido y bien organizado. Los repatriados fueron recibidos por voluntarios del Teatro Colón, que además de encargarse de la recepción e indicaciones generales, son quienes reparten las comidas. Los repatriados no pueden salir de sus cuartos y deben ellos mismos hacerse las camas y la limpieza.

“Es muy emocionante. Nos recibieron muy bien y enseguida nos trajeron el desayuno. Siempre nos preguntan si necesitamos algo. Inmediatamente después de llegar, todavía de madrugada, nos llamó un médico para preguntarnos si estábamos bien y si necesitábamos medicamentos. Cada día tenemos un control médico telefónico”, cuenta otro de los recién llegados.

Finalmente, al séptimo día se les hizo un test PCR para coronavirus a todos los repatriados, que podrán así retornar a sus casas sin riesgo de ser agentes de contagio.