Desde hace un tiempo que al terminar cada show muchos de los asistentes nos preguntan algo similar: “Y ahora que se vayan estos, ¿de qué se van a reír?”

La respuesta es muy sencilla: de lo mismo que nos vinimos riendo hasta ahora. Y más.

Porque no es que con la derrota electoral desaparece un ideario neoliberal. Más del 30% de la población votó, por la causa que fuera, al gobierno que se va. Y muchos de los empresarios y corporaciones que deciden nuestro destino, nos guste o no, seguirán allí, incólumes. Para ellos es apenas una pequeña molestia. Una piedrita en el zapato. El verdadero poder seguirá estando donde está hasta ahora. Y de eso nos vamos a reír. Del poder. Porque como expliqué muchas veces, ésa es la función del humor: enfrentar al poder, sacar a relucir lo estúpido de las cosas que hace el poder y revelar la verdad, con herramientas de humor, sobre los efectos de ese poder en nuestras vidas.

Pero hay más. Hay toda una mentalidad desclasada, arcaica y llena de odio que mueve a un sector muy importante de la sociedad (no solo en Argentina) a reaccionar de formas absurdas, ilógicas, que van incluso contra sus propios intereses. Es un amplio arco que va del odio de clase a la tilinguería y termina en la estupidez humana. Esa es otra gran fuente del humor: la estupidez humana.

Y ojo: nosotros estamos incluidos en esa estupidez humana. Es imposible escapar. No sólo por nuestra condición de seres humanos, sino porque estamos inmersos en un sistema que nos obliga a ser mucho más estúpidos de lo que quisiéramos.

Y el humor es catarsis y resistencia frente a la hostilidad del mundo. Y el mundo seguirá siendo, lamentablemente, un lugar hostil. Incluso si no hablásemos de política, la vida en el planeta Tierra es hostil para el ser humano: no es un lugar apacible donde podés vivir al aire libre y la comida te cae del cielo. No. Es un lugar donde necesitás un techo, procurarte comida, bebida y alguna forma de hacer todo sustentable. Civilizaciones enteras desaparecieron por culpa de alguna cuestión ambiental, sequías, terremotos, epidemias o un ojitos de cielo que era ingeniero, el loco.

Pero como si con eso no alcanzara, tenemos jefes, horarios que cumplir, vecinos con quienes convivir, reuniones de consorcio, socios, amigos, familias, esposas y esposos, amantes y todo tipo de relaciones que nos complican la vida de alguna manera. Y encima de todo eso, el Estado, las Iglesias, la Justicia, los dioses… ¡miren si no hay de qué reírse!

Y ahora sí: le sumo el componente político. Porque no nos van a hacer nada fácil la vida. Y vamos a tener que pelear como el primer día, como si no existiese el pasado. Siempre recuerdo una frase de mi compañera Bibiana Tonnelier cuando se perdieron las elecciones del 2015: “al final, no nos dejaron disfrutar nada de lo bueno”. Y tenía razón. Siempre hubo que andar peleando por todo. Siempre nos tuvieron a la defensiva. Porque te atacan. Y uno resiste como puede. Cada cual resiste como puede. Desde la lucha social, a la lucha política, intelectual, artística, sindical y hasta familiar en muchos casos.
Lamentablemente para la humanidad los Bolsonaros, los Trumps, los Macris y todo su séquito de Bullriches, Carriós, Bonadíos, Pichettos y Duranes Barbas seguirán estando ahí. Para que no podamos disfrutar, como lo hicieron durante más de una década, y para esperar agazapados el momento de volver a jodernos la vida.
En mi caso particular también me tocó hacer humor en la radio (como espero seguir haciéndolo). Y no minimizo el hecho. También lo valoro mucho. Y valoro el cariño de los oyentes y el apoyo permanente. Pero en la radio no hay reacción inmediata. No sabés cómo ni cuánto se rio alguien con un chiste. Lo podés intuir. No es lo mismo que el vivo.

Por eso quiero compartir este día de alivio y alegría con los que allí estábamos… un pequeño grupo de humoristas, dispersos por distintos centros culturales, bares, teatritos, teatros, salas improvisadas o al aire libre. Humoristas comprometidos con una idea de sociedad mejor.

A los humoristas que nos subimos a un escenario nos tocó y nos tocará resistir haciendo reír. Y así lo venimos haciendo desde el fondo de la historia. Porque sin risa es imposible soportar todo lo que te tiran. No somos mártires. No estoy diciendo eso. Estoy diciendo que es el lugar que nos tocó porque muy probablemente lo elegimos. Me encantaría poder hacer un listado completo de cada uno de los y las humoristas que durante estos años tomaron el micrófono e hicieron reír a la gente, desafiando las condiciones de algunos lugares no preparados para actuar, de equipos de audio de morondanga, con funciones a sala llena o con funciones donde había tan poca gente que más que un show era una charla entre amigos. No los nombro uno por uno o una por una porque temo caer en una omisión o en un error. Y eso sería muy doloroso. Cada uno de ellos lo sabe. A algunos los conozco personalmente, a otros no. Pero compartimos la misma lucha. Porque hay muchas formas del humor. Pero aquellos que nos reímos de los que nos oprimen somos militantes de la risa y la resistencia. Estamos ahí para entretener, pero también estamos para llevar un poco de alivio al público y a nosotros mismos. Es nuestra tribuna. Nuestro espacio de resistencia. Lo fue y lo seguirá siendo. Los que nos subimos a un escenario a hacer humor sobre la realidad política y social vivimos el mismo rango de sensaciones que nuestro público. Es más: fuimos guiados en muchas ocasiones por nuestro público. Con días en los que embocábamos todas y días para el olvido. Con públicos fervorosos, y públicos deprimidos. Y todas las combinaciones posibles de energías positivas y negativas del escenario a la platea. Vivimos la bronca de la derrota en 2015. Vivimos la meseta de desesperanza en 2017 y a partir de 2018 vivimos cada función con un espíritu cada vez más alto, hasta llegar a este último fin de semana con el público enfervorizado y una energía eléctrica que nos recorría a todos la piel.

Y por último, para contestar la pregunta del principio “¿y ahora de qué se van a reír?”: Nos reiremos de algo fundamental, que impide que nos riamos de otra cosa si no lo cumplimos: nos reiremos de nosotros mismos. Porque el que no sabe reírse de uno mismo no puede reírse del otro. El que no se ríe de uno mismo no se ríe del otro: se burla. Eso fueron estos 4 años. Se nos rieron en la cara, se nos burlaron en la cara.

Así que no se preocupen: nos sobran los temas y nos “seguirán dando material”. Ustedes solamente sigan confiando en sus humoristas. Vayan a verlos, vengan a vernos. Vienen épocas difíciles. Y el humor alivia y hace bien. Los estaremos esperando.