A veinticinco años de la caída de la Unión Soviética, cuatro repúblicas aún luchan por ser reconocidas internacionalmente en el marco de interminables disputas territoriales. Pese a que han concluido los periodos de guerra la violencia sigue latente: son los conflictos congelados, resabio de aquel 1991 en que todo cambió.

ABJASIA

Quizás fue tan sólo un sueño, pero las fotos existen. Ahí estaban los jugadores de la selección de Abjasia, con sus camisetas verdes y blancas levantando la Copa del Mundo frente a un estadio repleto. Sí, Abjasia organizó y ganó el mundial, sucedió el año pasado. Sólo que la FIFA no tuvo nada que ver, porque el trofeo que levantaron los jugadores de este país caucásico fue el de la Copa Mundial de CoNIFA: el torneo de fútbol más importante para naciones no reconocidas. El evento fue el más importante en la historia de Abjasia, un territorio reclamado por Georgia pero que tiene su propia bandera, gobierno, leyes e identidad. Aunque no muchos lo reconozcan.

La disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas trajo consigo enormes cambios en toda la región. Si antes los habitantes del vasto territorio euroasiático donde solía prevalecer la hoz y el martillo eran soviéticos y nada más, ahora las diferencias étnicas pasaban a cobrar relevancia. Las fronteras que antes resultaban innecesarias se volvían imprescindibles. Algunos países han logrado desde entonces armarse a través de su propia historia y cultura, pero otros han quedado anclados en ese 1991, atados a conflictos irresolutos o congelados. Abjasia es en ese sentido un caso paradigmático.

Este territorio en la región del Cáucaso, con menos de un tercio de la superficie de la provincia de Misiones, tiene cerca de 240 mil habitantes. Pese a que declaró su independencia en 1992 (y una vez más en 1999), y a que en los hechos su economía y política son efectivamente independientes, la mayoría de países reconocen a Abjasia como parte de Georgia. Son apenas cuatro los estados que no lo hacen: Rusia ha sido un aliado fundamental para el pueblo abjasio desde que le diera autonomía a la región en 1921, poco después de que Georgia fuera incorporado a la Unión Soviética, pero también a lo largo de los tumultuosos años que siguieron al colapso de 1991, y fue el primero en reconocer su independencia en 2008. Le siguieron Nicaragua y Venezuela como una forma de acercarse a Rusia en 2008 y 2009 respectivamente, y finalmente la pequeña nación micronesia de Nauru, a cambio de una importante suma en materia de ayuda humanitaria.

Georgia fue de los primeros en escapar de ese Titanic conducido por Mijaíl Gorbachov hace un cuarto de siglo. Pero desde fines de los años ochenta la situación en Abjasia parecía a punto de estallar. En 1989 una protesta en la capital regional Sujumi terminó en enfrentamientos y en la muerte de 16 personas. Se vivía un clima de tensión étnica entre abjasios y georgianos que se acrecentó cuando los primeros votaron en más de un 99% preservar la unión con Rusia. Pero Georgia se independizó pocos días después, en abril de 1991. La abolición de la constitución de tiempos soviéticos en Georgia fue interpretada por Abjasia como una suspensión de su autonomía, y en julio de 1992 se declaró por primera vez independiente, apenas 6 meses después de que lo hiciera la vecina Osetia del Sur, que vivía una situación muy similar.

Las aguas se calmaron durante el gobierno de Zviad Gamsajurdia, primer presidente de Georgia, pero a comienzos de 1992 éste sufrió un golpe de Estado y todo cambió. Desde 1991 se desarrollaba una guerra en Osetia del Sur, y Abjasia repitió la historia al año siguiente. La tensión se tradujo en conflicto bélico: 3000 soldados georgianos invadieron a una débil Abjasia y no les costó demasiado tomarla. A diferencia del conflicto en Osetia del Sur, Rusia no intervino oficialmente en Abjasia. Se formaron en cambio grupos guerrilleros para combatir a Georgia y eventualmente esos grupos se unieron y lograron sitiar la ciudad de Sujumi, controlada por los georgianos.

El conflicto duró más de un año, fue largo y cruento, e incluyó una seria estrategia de limpieza étnica y violaciones a los Derechos Humanos de ambos lados. Murieron más de 30 mil civiles y alrededor de 5000 soldados. Cerca de 20 mil casas de familias étnicamente georgianas fueron destruidas y alrededor de 250 mil personas de etnia georgiana fueron forzadas a abandonar la zona. Abjasia pasó a funcionar como una república independiente, y el territorio quedó casi completamente en manos de abjasios y rusos con excepción del distrito de Gali, al sur, donde en 1998 hubo un nuevo y breve conflicto bélico. Pero no fue el último.

Mijeíl Saakashvili se convirtió en presidente de Georgia en 2004 y prometió recobrar el control sobre Abjasia y Osetia del Sur. Durante esos años el país se acercó a la OTAN y especialmente a Estados Unidos. Como respuesta, Rusia comenzó a intervenir en forma más activa en Abjasia, otorgando pasaportes rusos a sus ciudadanos, promoviendo el uso del rublo como moneda oficial y convirtiéndose en su principal aliado político, económico y militar, especialmente luego de que Georgia impulsara un embargo económico internacional contra Abjasia que aún se mantiene.

En agosto de 2008 estalló la guerra en la vecina Osetia del Sur y Abjasia también jugó un papel muy importante aunque menos violento. Ya en 2006 hubo unas revueltas en Kodori, una zona al este de Abjasia dominada por georgianos, pero la guerra en Osetia del Sur fue la excusa perfecta que necesitaban los abjasios: mientras Georgia se ocupaba de Osetia, Abjasia atacó Kodori. Fue el 10 de agosto, cuando los georgianos habían sido expulsados de Osetia. La batalla de Kodori duró tres días, hubo tres muertos y significó el fin del control georgiano en el último punto que poseía dentro de las fronteras de Abjasia. La guerra en Osetia del Sur terminó el 12 de agosto, y dos semanas después Rusia reconoció la independencia tanto de Abjasia como de Osetia del Sur.

Georgia aún considera a Abjasia territorio ilegalmente ocupado por Rusia y desde la guerra ambos países no sostienen relaciones diplomáticas formales. La misma decisión ha tomado el país caucásico con Venezuela y Nicaragua. Y en medio de un conflicto que cumple un cuarto de siglo sin resolverse, los abjasios continúan debatiéndose entre el difícil camino de la independencia o la anexión a Rusia.