La referencia a la composición de Ary Barroso, creada en 1939, puede remitir al arte de los acuarelistas, cuyos mejores artistas son aquellos que pasan sólo una vez el pincel en el papel, siempre con un determinado tono. Trataremos de emular esa técnica, siempre con palabras. Hablaremos de algunas situaciones brasileñas.

Más de 6000 muertos en operativos policiales, cerca de 1400 femicidios (ambos datos de 2021), tasa de homicidios de 22,5 cada 100 mil habitantes en 2020 (en Argentina fue de 5,35 ese año), marcan la importancia de la violencia como reguladora de los problemas sociales. La política de «armas para todos» que encaró Bolsonaro permitió un desarrollo del mercado de compraventa de armamento, en nombre de una libertad individual que nacería de la punta de un fusil. Esa medida permite también alimentar el arsenal clandestino de los narcotraficantes, en una espiral sin fin, en la cual las fuerzas del orden «hacen número» con las bajas que provocan en las favelas.

Por otro lado, la gestión de la pandemia estuvo lejos de ser un éxito. Brasil registró un exceso de fallecimientos de 58% entre marzo de 2020 y junio-octubre de 2021 (en Argentina fue de 16%). La «gripezinha» (así calificaba Bolsanaro al COVID), redundó en las peores escenas de camas y cementerios desbordados: fue la aplicación práctica de aquel «que se mueran los que se tienen que morir», unos 700 mil fallecidos.

También está la Amazonia. Más allá del lugar común de «pulmón verde» del planeta, la desregulación impulsada por Bolsonaro aumentó todas las exacciones posibles. Y son muchas. La frontera de la tala siempre avanza, a medida de dos canchas de fútbol por minuto: desde 2019, el desmonte aumentó en un 70%. Los damnificados abarcan todo el árbol de la evolución, desde las especies animales que van a la extinción hasta los pueblos originarios, que sufren asesinatos, alcoholismo, prostitución tanto a manos de los garimpeiros, esos buscadores de oro, como de los empleados de las empresas que deforestan. Y no sucede en el lejano oeste norteamericano del siglo XIX, sino apenas a unas horas de avión. Dicen que la Amazonia está en manos de quienes matan o de quienes talan.

Como corresponde, estas situaciones son consistentes con la política económica. En nombre de abrir las inversiones al capital privado, el patrimonio público ha perdido un tercio de su poder, en espera de las grandes privatizaciones como Petrobras, que concitan todos los apetitos, si es que Bolsanaro es reelecto.

De allí que la candidatura de Lula signifique esperanza y riesgo a la vez.Aunque fue condenado por un sistema judicial que no se ajustó a derecho y violó las normas del debido proceso, concita el apoyo de trabajadores, varios ex presidentes y una parte importante del empresariado local.

Si gana no la tendrá fácil. Es que el mundo de hoy no es el de 2003, cuando Lula asumió por primera vez. Desde 2019 Brasil es un aliado extra OTAN, y la administración Biden seduce con la posibilidad de un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Siempre existe la posibilidad de alguna asonada bolsanarista en caso de victoria del PT, causada por los que alucinan con que el comunismo es inminente. De allí que Lula precise los talentos de un acuarelista en el manejo de los matices de color, tanto como la habilidad de un equilibrista.  «