Tres argentinas que viven en Estados Unidos analizaron el momento del país y coincidieron en que se vive en un «estado de alerta y movilización» ante el gobierno de Donald Trump, que representa «una masculinidad tóxica, sexista, abusiva, estereotipada y antigua, cada vez más devaluada entre las nuevas generaciones».

Así lo definió la cantante Isabel de Sebastián, que vive en Nueva York desde 1989 y que, de paso por Buenos Aires, dijo que tanto las mujeres como los inmigrantes «son los grupos que más derechos pueden perder durante el actual gobierno, aunque el caos institucional creado por Trump en sus primeros días confirma que toda la población está en riesgo».

El primer lunes como presidente, Trump firmó un decreto que prohíbe el uso de fondos del gobierno para subvencionar a grupos que practiquen o asesoren sobre el aborto y salud reproductiva en el extranjero. Una de las ONG más perjudicadas fue la estadounidense Planned Parenthood, un emblema de los derechos conquistados por las mujeres.

«La autonomía y la autodeterminación del propio cuerpo es la batalla madre de las mujeres en Estados Unidos, y hay millones de nosotras en estado de alerta, muy despiertas, muy atentas», dijo De Sebastián en diálogo con Télam.

Otra argentina en Estados Unidos es Mercedes D’Alessandro, doctora en Economía y cofundadora del sitio Economía Femini(s)ta donde estudia la desigualdad salarial, la multiplicidad de tareas y el cupo laboral trans.

Vive en Brooklyn y desde allí retrató la atmósfera social: «Hay miedo porque es un discurso misógino y machista que ya no tiene lugar en esta sociedad; también está tomando medidas para retroceder en derechos conquistados y bajo esa lógica no se espera que avance con otras demandas como la brecha salarial, el acceso a puestos jerárquicos y la licencia por maternidad».

Autora del reciente libro «Economía feminista» (Sudamericana), D’Alessandro estaba de visita en Buenos Aires cuando se anunció la histórica marcha de mujeres en Washington, un día después de la asunción de Trump. Sin pensarlo se sacó un pasaje y volvió a Estados Unidos para marchar. «Fue muy fuerte. El movimiento de mujeres venía de un impasse y ahora está creciendo», contó.


Verónica Pereyra Carrillo llegó en 2012 a Nueva York, acompañando a su marido diplomático de la ONU, donde ella también trabajó. Hoy se desempeña como comunicadora feminista, escribe en Diario de Alma y pertenece a la organización Santuary for families, ambos espacios que luchan contra la violencia de género.

Separada, ella quiere volver a la Argentina, pero está esperando que su hijo cumpla la mayoría de edad. «Un día después de su cumpleaños, me vuelvo», dijo convencida.
Para Pereyra, «el grado de misoginia que hay en Estados Unidos no lo vi en ningún lado. Mi visa y la de mis hijos dependen de la de mi marido, si te abandonan, quedamos desprotegidos. Aquí se cometen atrocidades contra las mujeres».

Esto no es nuevo -aclaró-; hay una cultura protestante ancestral que deja de lado a las mujeres, pero, además, ahora «estamos en un país altamente totalitario a todo nivel» manejado por «un nuevo Calígula, un nuevo Nerón».

De Sebastián, por su parte, remarcó que «el poder está en las manos de un par de empresarios ultra millonarios sin experiencia política que se quieren sacar de encima las reglas que impone el establishment», y criticó en especial al jefe de los asesores estratégicos de Trump, el polémico ultraconservador Stephen Bannon.

«Atrás de Trump está Stephen Bannon, un millonario provocador y operador de la ‘derecha alternativa’, que sí tiene una ideología clara y que es más inmanejable y más ‘bully’ (matón) que Trump con claros enemigos: intelectuales, feministas, LGBT, inmigrantes y los programas sociales», señaló.

El pulso social tenso recorre las calles de Nueva York, una ciudad que todas coinciden es más «progresista», pero, según Pereyra «la gente está hablando de guerra civil, de una polarización con un nivel de una violencia política enorme. Hay muchísimo temor».

Para De Sebastián, Trump es «el último intento de un país blanco y tradicional por conservarse de esa manera. Es un momento muy preocupante, pero no hay que desesperar».

En su análisis, la cantante planteó una dura dicotomía: «Muchos nos preguntamos qué es peor, si un presidente que no puede reflexionar, que actúa en base a la reacción, o las políticas regresivas que lleva adelante».

«El cóctel es preocupante, y es posible que sus temas de personalidad terminen, en el corto plazo, distrayéndonos de la agresividad de sus políticas, y en el largo plazo, causando la impugnación de su presidencia», agregó.

Frente al temor y las divisiones, las tres abrieron la puerta de la resistencia y la esperanza. Para D’Alessandro «hay que esperar y ver cómo se reorganizan los movimientos y el Partido Demócrata. Esto acaba de empezar. La primaria demócrata movilizó a muchos grupos desilusionados que ahora están más organizados y van a tener un rol relevante. No agarra a la gente alienada y sin lazos», reflexionó la economista.

Pereyra Carrillo, por su parte, sumó que «las feministas estamos activas y movilizadas desde la campaña electoral. Las latinas especialmente somos muy combativas, en todas las marchas que he visto, aportamos nuestra capacidad de organización social y movilización».

«Hoy por hoy -acotó D’Alessandro- creo que todo lo que se va a gestar será para defender derechos, más que avanzar con cambios».
Los demócratas como partido, explicó Pereyra Carrillo, «están bien como individuos, pero la derrota desune, y siento que no hay una oposición conjunta. La verdadera oposición es la prensa».

De Sebastián, más esperanzada, cree que éste es «un paso atrás», pero siempre «hay dos para adelante. Este cimbronazo debe servir de envión. Hay que organizarse y accionar de manera territorial. Trump encarna una reacción alérgica de ciertos sectores al progresismo, pero históricamente este país fue hacia una mayor representación de las minorías y de las mujeres», tranquilizó, aunque admitió: «No veo la hora de volver».

La desesperanza vuelve a tocar de cerca: «Muchos amigos no quieren vivir más acá, el clima está enrarecido y se plantean volver», dijo D’Alessandro.

Aún así, el optimismo aparece: el 8 de marzo será el Paro Internacional de Mujeres (PIM) bajo el lema «la solidaridad es nuestra arma», al que adhieren 30 países, entre ellos Estados Unidos. Y aunque Pereyra reconoció que «si el feminismo mundial hubiera apoyado a Clinton, otra sería la historia», también aseguró: «La clave frente Trump es la globalización del feminismo».