La mirada de todos está depositada sobre Cataluña, pero por lo bajo piensan en el País Vasco. Lo que pase en la rebelde región del nordeste de la península ibérica puede ser un antecedente de lo que suceda en esa otra nación, con un historial no menos díscolo pero sí de mayor violencia política.

Uno de los protagonistas de esa región, de las más productivas de España y que aporta el 6% del PBI hispano –contra el 20% que representa Cataluña– es Arnaldo Otegi, actualmente coordinador general del partido independentista Euskal Herria Bildu. Líder indiscutido de ese sector y preso en cinco oportunidades, formó parte de la organización ETA y se presenta como «un político de ideología independentista vasca y marxista», promotor de una salida pacífica a la problemática que atraviesa la región desde hace décadas.

Ahora que el partido va ganando posiciones dentro del espectro político vasco, Otegi –que recuperó la libertad en marzo de 2016 luego de pedidos de gobiernos de todo el mundo e incluso de organismos internacionales que reclamaron por la flagrante violación de sus derechos civiles–, hizo un crudo análisis sobre el momento que vive España en un encuentro partidario en Donostia donde desmenuzó los riesgos para el País Vasco y la democracia española en general por las iniciativas que salen de Madrid.

«Este no es un problema del gobierno del PP sino del régimen –considera Otegi–, lo que está quedando al desnudo es el modelo de la transición. Y frente a la gravedad de la crisis, lo que se ve es un pacto de las élites para salvar el régimen».
El dirigente de izquierda abertzale incluye dentro de las élites a la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), la cámara patronal más poderosa de la península, «a los grandes empresarios, los grandes bancos, la iglesia católica, los partidos políticos y a la cabeza de todo, su majestad el rey Felipe VI».

Otegi aclaró que entre los partidos incluye al gobernante Partido Popular, al socialismo y a Ciudadanos, la agrupación liberal que surgió luego de las marchas de los indignados como variante de derecha ante el colapso del PP y el PSOE.
Otegi advirtió, a la vez, que las versiones de una reforma constitucional como modo de paliar la crisis catalana esconde la amenaza de recortar libertades, y no de ampliarlas.

«El Estado (español) no tiene oferta política, ha renunciado a seducir a los catalanes y a los vascos para tenerlos dentro del Estado. Lo que está haciendo es una vuelta atrás en el sentido de considerar que lo de hace 40 años fue excesivo (la Constitución), fue demasiado generoso, que lo que hay que hacer es recoger carrete con medidas anunciadas no sólo para tratar de parar a Cataluña sino para que un proceso similar no se pueda dar en ningún sitio».

Y advirtió que una de las posibilidades sería, como se viene deslizando en medios de comunicación afines al establishment, una reforma a la ley electoral que ponga fuera de la ley a los partidos independentistas.

Referido al país vasco en concreto, Otegi señala que España sin Cataluña «es un Estado fallido» y puntualizó que de perder los ingresos que esa región deja a las arcas del Estado central, que estimo en 17 mil millones de euros al año, «deberán tomar ese dinero de algún lado». «