Formalmente, el presidente sigue siendo Jair Messias Bolsonaro.

En la práctica, y a medida que el coronavirus se expande sobre la población, las decisiones políticas en Brasil corren menos por cuenta del excapitán del Ejército que por el general Walter Souza Braga Netto, ministro jefe de la Casa Civil desde el mismo día de su pase a retiro, el 29 de febrero pasado.

Si bien la información no es oficial, el tembladeral del gobierno federal a partir del negacionismo de Bolsonaro sobre los efectos del Codiv-19 -al que llamó “gripecita”- hacía prever que la situación del ultraderechista no era clara ni sostenible por el establishment brasileño.

Este descontento creció a raíz del enfrentamiento con los gobernadores que, ante la postura de Brasilia, fueron tomando por las suyas las recomendaciones de la OMS sobre aislamiento preventivo. Los más visibles fueron los cruces con el paulista Joao Doria y el carioca Wilson Witzel, dos aliados de Bolsonaro para las elecciones de 2018 que, si bien son de derecha, no comparten el fundamentalismo religioso del presidente. Y tampoco están dispuestos a comer vidrio.

Este miércoles DefesaNet, un portal creado por Nelson Francisco Düring -un periodista ligado a la industria militar con data normalmente certera sobre lo que ocurre dentro de los cuarteles- publicó que tras un acuerdo de la cúpula militar de la que habrían participado los nueve ministros militares del gobierno y el presidente de la república, se acordó que Braga Netto, en un cargo comparable a nuestro jefe de Gabinete, sería jefe de Estado Mayor del Planalto o, mejor dicho, el presidente operacional de Brasil.

Su misión sería comandar la crisis sanitaria y “arrojarse sobre las granadas” que a cada paso hace estallar el mandatario.

Bolsonaro -que cuenta con sus tres hijos como promotores de un ejército de trolls en las redes- privilegia mantener la actividad económica del país por sobre la opinión de la dirigencia política y las directivas de la OMS. Comparó estos días al coronavirus con una lluvia “que va a mojar al 70% de la población” y que en consecuencia matará a muchos brasileños. “Pero todos vamos a morir algún día”, filosofó.

Además de los gobernadores -que al unísono decidieron tomar medidas por su cuenta-, Bolsonaro está de punta con los presidentes de ambas cámaras del Congreso, a los que esta semana se sumó el Supremo Tribunal de Federal, cuando los magistrados establecieron apurar las denuncias contra el presidente por su actitud frente a la pandemia. Ya tiene denuncias de un grupo de abogados en el tribunal de La Haya por crímenes contra la humanidad.

El mandatario también puso entre sus enemigos al ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, un médico que intenta desde ese campo minado que es el Gabinete cumplir con la Organización Mundial de la Salud. Las diferencias entre ambos son públicas y una encuesta de Datafolha reveló que el 76% de los brasileños aprueba la gestión de Mandetta.

El dato alarmó al excapitán, que le pidió la renuncia el sábado pasado. Mandetta, según trascendió, está harto, pero desde la dirigencia política le dijeron que si se va, todo empeoraría. La respuesta ante el ultimátum del presidente fue que no iba a renunciar, que si se lo quería sacar de encima, que lo eche y asuma el costo político.

La solución

Como indicio del clima, la revista Istoé, una de las más influyentes en las capas medias de ese país, publicó este viernes una tapa con la foto a toda página del vicepresidente y una frase contundente: “La solución Mourao”. Este apoyo desembozado al general Hamilton Mourao en la edición del número 2621 del semanario coincide en forma y contenido con el de la portada de la edición 2382, del 29 de julio de 2015.

El título, con una foto al corte del vicepresidente, era “La solución Temer”. Un año después, Dilma Rousseff era destituida en un juicio político y reemplazada por Michel Temer.

La explicación de DefesaNet para calificar a esta movida excede la crisis sanitaria. “La prensa ansiosa de una crisis institucional -dice- junto con las oligarquías estaduales y la oligarquía del Congreso, no tiene el apoyo de los empresarios y del sistema financiero”. Y agrega: “Esto disparó el inicio de la crisis especulando contra el real y en la bolsa, y ahora percibe que el riesgo de un posible crash bancario por la total insolvencia de los clientes no puede ser descartado”.

La respuesta militar es encarrilar la situación hasta superar este momento con un estratega que ya mostró experiencia en situaciones límite. Fue coordinador general de la asesoría especial para los Juegos Olímpicos que se celebraron en Río de Janeiro en 2016 y dos años más tarde, con Temer en el gobierno, interventor en la Secretaría de Seguridad carioca, para combatir una ola de delitos en la excapital brasileña. En 2019 asumió como jefe del Estado Mayor del Ejército y hace unas semanas es jefe de la Casa Civil, para apagar otro incendio en esa cartera generado por Onix Lorenzoni.

Lo definen como un lector del teórico prusiano Carl von Clausewitz, al que suele parafrasear: “La Política es la continuación de la Guerra por otros medios”.