Comenzó la hora de las precandidaturas para las presidenciales de octubre en Brasil. Cuando todas las encuestas coinciden en que el seguro ganador sería Lula da Silva, y sin un opositor que claramente le pueda hacer frente, hay una fuerte disputa por el espacio de la derecha que, por otro lado, tiene como  carta debajo de la manga una condena firme contra el fundador del PT que lo saque de carrera. 

Según una encuesta divulgada con exclusividad a corresponsales extranjeros en Brasil –a la que tuvo acceso el corresponsal de la agencia Télam– por parte del Instituto Brasilis, indicó que ante la pregunta sobre quién resolverá los problemas de Brasil, el 35% respondió «un candidato del PT» y el 32%, un candidato del PSDB, el partido del ex presidente Fernando Henrique Cardoso.

En el primer escenario, Lula lidera con 36% contra el 26% de Bolsonaro, 12% de Marina Silva y 11% de Geraldo Alckmin. La muestra fue hecha entre el 1 y el 5 de marzo, luego de que Lula fuera condenado en segunda instancia por corrupción a 12 años y un mes de prisión, lo que puede inhabilitarlo ante la justicia electoral e incluso arrestarlo en las próximas semanas.

En estos días, el actual presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, anunció su voluntad de presentarse con el partido Demócratas. Maia es, luego del golpe contra Dilma Rousseff que encumbró a Michel Temer, el segundo en la sucesión y ya ocupó provisoriamente la presidencia durante alguna gira del primer mandatario. 

Pero el que hizo más ruido, sin dudas, fue Jair Bolsonaro, quien desde hace tiempo viene ocupando pantallas con un discurso cavernario. Defiende la dictadura militar, es misógino, racista y por si fuera poco, cuando anunció su postulación prometió crear un «bloque de la ametralladora» para combatir el delito urbano. Al endurecimiento de las leyes penales quiere sumarle la liberación del derecho a portar armas. 

Bolsonaro es un excoronel que recibió el apoyo total de otro antediluviano, el general Hamilton Mourão, quien defendió al torturador más famoso de la dictadura en el discurso con que se despidió de sus colegas al pasar a retiro. Famoso por sus imposturas –decir que es más brutal que Donald Trump podría resultar poco– aprovechó esos minutos de cámara para atacar a Temer. Enojado, dijo que no se iba a dejar robar las banderas de la mano dura, en relación con la intervención militar a Río de Janeiro. 

Por lo pronto, luego de esa medida extrema del gobierno en el territorio que Bolsonaro considera propio, el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos mostró su preocupación. «Las fuerzas armadas no están especializadas en seguridad pública o en investigación», alertó ZeidRa’ad Al Hussein desde su despacho en Ginebra. 

En la ciudad carioca, mientras tanto, avanza la creación de un Observatorio de la Intervención (OI), para vigilar los movimientos de los militares. Eligieron como ícono de esas acciones un Cristo Redentor con binoculares y megáfono. Integran el OI, el Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía (Cesec) de la Universidad Cándido Mendes,  Amnistía Internacional, la fiscalía brasileña y delegados de la mayoría de las favelas de la ciudad.

Temer, si logra reducir en breve los índices de criminalidad y sobre todo, si consigue que la población de Río de Janeiro vea algún resultado concreto sobre ese delicado problema, espera poder estar en la pelea por una candidatura. 

Según las últimas encuestas de Ibope y Datafolha, Lula tiene un 35% de intención de voto, mientras que Bolsonaro ronda los 17 puntos. Maia representa a un partido que es la continuación de ARENA, la agrupación política que armó la dictadura para ese sistema pseudo-democrático con que gobernó desde 1964 a 1985. Con el tiempo, ARENA devino en Partido Frente Liberal (PFL) y luego en Demócratas. Y por esas cosas de la política, hoy día es aliado del Partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB), la pseudo oposición de aquellos años. El PMDB es la agrupación de Temer, integraba la alianza con el PT que se mantuvo en el poder desde 2003 hasta 2016, cuando rompió para derrocar a Dilma. Maia, en tanto, nació en Chile durante el exilio de sus padres y tiene un 1% de votos. Incluso si Temer formaliza su candidatura, dijo, el mantendrá la suya. Voluntarioso, aseguró en una convención partidaria que llegará a una eventual segunda vuelta. 

Otro con aspiraciones es Ciro Gomes, que fue gobernador del estado de Ceará, en el nordeste del país. Ocupó cargos en el gabinete de Itamar Franco, Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva. Socio del PT, llegó a cuestionar fuertemente la candidatura de Dilma en 2014. Ahora, con el Partido Democrático Trabalhista (PDT), espera estar en la discusión si es que el exdirigente metalúrgico resulta proscripto. Pero tiene apenas 4,3% de aprobación. Sin Lula, los analistas le auguran algo más del doble.

El centrista gobernador de San Pablo,Geraldo Alckmin, del Partido Socialista Democrático de Brasil (PSDB) de Cardoso, también tiene interés en presentarse. AL igual que el alcalde paulista, Joao Doria, no pasan del 10% de intención de voto.

Pero la gran atracción –y el gran temor en los círculos políticos más moderados– es Bolsonaro, que ya tuvo que pagar varias multas por insultar a mujeres legisladoras e incluso debió indemnizar a una comunidad afrobrasileña luego de decir que «los negros no sirven ni como reproductores». 

Fuera de esa plataforma retrógrada, ya anunció un posible Gabinete con el general Augusto Heleno Ribeiro –prodictadura y proestadounidense– como ministro de Defensa y al exastronauta Marcos Pontes en Ciencia y Tecnología. También dijo que fusionará las carteras de Agricultura y Medio Ambiente, o sea que espera que los hacendados adquieran virtudes ecológicas. De economía dijo que no sabe nada, pero que llamará a un experto de la Escuela de Chicago. Que se queden tranquilos.

La mano privatizadora

El presidente Michel Temer ya mandó a vender unas 50 empresas y bienes estatales. Cosa de que aunque vuelva algún mandatario «populista» al Planalto, tenga las manos convenientemente atadas como para intentar una nueva aventura desarrollista. 

Hay dos joyas de la abuela que seducen a los inversores privados. Una, obviamente, es Petrobras, hasta hace cuatro años, una de las empresas más prósperas y valoradas del planeta. La otra es Embraer.

La firma fabrica aviones con tecnología propia y ya pisa fuerte en el mercado de aeronaves comerciales, al punto de que es la tercera productora mundial, detrás de la estadounidense Boeing y la francesa Airbus. 

Esta semana reportó ganancias por 246,8 millones de dólares en 2017 y un margen del 11% tras la entrega de 101 aparatos comerciales y 100 ejecutivos. Embraer, creada por el gobierno militar en 1969, fue privatizada en 1994, pero el Estado conservó una «acción de oro» que le permite vetar cuestiones estratégicas. Ahora puede quedar en manos de la estadounidense Boeing, que pretende quedarse con el 51% de las acciones, bajo el impulso del actual presidente. «