Faltando menos de 2 semanas para la primera vuelta en Brasil, y sin tenerse certeza aun del resultado definitivo, se perfilan dos opciones totalmente contrapuestas:. la de Jair Bolsonaro o la de Fernado Haddad, con el respaldo del injustamente encarcelado y proscripto, Lula da Silva. Con los principales responsables del golpe a Dilma Rousseff, el PMDB de Michel Temer y el PSDB de Fernando Henrique Cadozo, quien aparece desesperado en estas horas intentando sostener a su candidato, sin ninguna posibilidad de, ni siquiera, acceder a la segunda vuelta.


El plan parecía perfecto en aquel diciembre del 2016. Se destituida a Dilma, que contaba con un muy bajo respaldo popular, se perseguía a Lula, y si era posible se lo encarcelaba. Se demonizaba al PT. Se aplicaba un brutal ajuste, intentando desandar los derechos obtenidos por el pueblo en los últimos años. Y luego, por fin, ganaría la presidencia un representante del establishment, que luego del trabajo sucio hecho, gobernaría un país de manera «razonable», lejos del populismo. Pero no funcionó. El candidato del gobierno, del otrora poderoso PMDB, Henrique Meirelles tiene menos del 1 % de intención de voto, y la gran apuesta de la elite paulista y de los medios hegemónicos, actual gobernador de San Pablo Gerald Alckmin, no despega y deambula entre la cuarta y quinta ubicación.

Que ironía que los autores del golpe a Dilma, realizado para evitar que el PT gane en el 2018 tengan que apoyar a un militar de derecha, misógino, basico en sus pensamientos politicos y que fue descripto por el semanario ingles The Economist, como » un peligro para Brasil «

¿Qué pasó? ¿Qué falló ? ¿Cómo pudo Lula, desde la cárcel, después de haber sido condenado a doce años de prisión, con contadas visitas permitidas y sin poderse escuchar su voz, poner en jaque todo el plan de la élite brasileña, que cuenta con la totalidad de los medios de comunicación masiva y manipuló la justicia de manera grosera y a discreción ?

En Brasil y en la región, son enormes las dificultades de las propuestas neoliberales y tan poco encanto tiene la «ancha avenida del medio», que el candidato de derecha, Bolsonaro, un capitán retirado que reivindica la dictadura militar, coloca como compañero de fórmula a un general del ejército con posiciones más duras, si se pudiera, que las de él mismo. Y la alianza que dirige Lula elige a una mujer, feminista del Partido Comunista del Brasil para completar la formula. La derecha se inclina más a la derecha, y la izquierda se corre a la izquierda.

Las respuestas a las desastrosas perspectivas electorales de las propuestas neoliberales habrá que buscarlas en el desastre que hicieron en el gobierno en los últimos años. Las consecuencias de las políticas aplicadas por Temer han sido muy graves. Aumento exponencial de la pobreza, baja del salario real, una desocupación desbocada, desmantelamiento de los derechos de los trabajadores, deterioro en las condiciones de vida de una clase media que creció masivamente en los gobiernos del PT.

La ofensiva conservadora que se dio en la región tuvo logros, pero no alcanzó a transformarse en irreversible. Estos no son los 90. Porque el neoliberalismo no tiene nada que ofrecer y se hace evidente que gobierna para los ricos, porque nuestros pueblos adquirieron un alto nivel de conciencia, porque está muy cerca lo logrado para comparar.

Un hombre del pueblo en Brasil dice «¿cuando yo estaba bien? con Lula, y que tiene que pasar para que este bien nuevamente ?  que gobierne Lula. Así de simple y profundo. Si Lula puede trasladar su prestigio a Haddad, Brasil y la región tendrán un motivo para pensar que se puede retomar el camino del progreso y la integración.