Mientras en todo el país continuaban las marchas en rechazo al triunfo de Donald Trump bajo la consigna “Not my president”, no es mi presidente, los californianos, un estado de fuertes tendencias liberales e inclusivas, están incluso pensando en una secesión al estilo Brexit, al que el loas redes sociales ya denomina Calexit.

Es que en este rico distrito que aporta 50 elecotres al colegio electoral esperaban festejar la elección de la primera presidenta de Estados Unidos. Para los californianos que votaron masivamente por la candidata demócrata Hillary Clinton, la llegada del magnate a la Casa Blanca simboliza la brecha cultural que los separa del resto del país.

La elección «marca una real división» ideológica, subraya a la agencia AFP Kevin Klowden, uno de los responsables del centro de reflexión Milken Institute.

El Estado más poblado del país, reputado por su liberalismo cultural, está a la vanguardia del combate ecologista, contra las armas de fuego, por los derechos de los homosexuales y las mujeres, y acaba de legalizar la marihuana.

A la inversa, Trump fue electo en base a una campaña antiemigrantes, proarmas, negando el cambio climático y sembrada de declaraciones sexistas y xenófobas.
Como una señal de su decepción, desde el anuncio del resultado de la elección, miles californianos, principalmente colegiales, universitarios y latinos salieron a manifestar en las calles, los campus, ante las oficinas públicas de Los Ángeles, en Berkeley y otros lugares, con la consigna «No es mi presidente».

En las redes sociales eran una legión, incluida la cantante pop Katy Perry, quien remplazó su foto por un cuadro negro en señal de duelo.

Llamado a la secesión

«No puedo identificarme con la intolerancia, el sexismo y el racismo, ya no soy estadounidense, soy californiano», escribieron muchos internautas. «Tomemos nuestros aguacates, nuestra marihuana y vayámonos», resumía otro.

El hashtag «Calexit», en alusión al voto británico en favor de la salida del país de la Unión Europea (Brexit), se hizo viral en Twitter, llamando a la secesión.

El inversor de Silicon Valley, el irano-estadounidense Shervin Pishevar, lanzó una muy seria campaña para que «California se convierta en una nación aparte».

Aunque la perspectiva de una secesión siga siendo una fantasía, California, un mastodonte económico de 39 millones de habitantes, es «ya un poco como un país», subraya Mark Baldassare, director del centro de estudios Public Policy Institute of California (PPIC).

Aunque la comunidad latina es la minoría mayor, los emigrados provienen del mundo entero y su economía es tan diversificada como su población.

California «ofrece oportunidades económicas mucho más amplias que en otros lugares, entre Hollywood y la industria del entretenimiento, Silicon Valley y la alta tecnología, no solamente una industria manufacturera o de energías fósiles», destacó Ann Crigler, profesora de ciencias políticas en la universidad del Sur de California (USC).

Su peso económico y sus 53 Representantes ante la Cámara baja le dan también una influencia notable a nivel federal.

Fuerza de choque de Hollywood

Políticamente, sin embargo, California no es homogénea: al igual que en el resto de Estados Unidos, las ciudades costeras son predominantemente demócratas y progresistas, mientras que el interior del estado es republicano.

Los californianos temen que bajo la presidencia de Trump haya retrocesos en torno al derecho al aborto, el matrimonio gay y probablemente una ofensiva contra los inmigrantes en situación irregular. Aunque las expulsiones bajo la presidencia de Obama superaron a las registradas durante el mandato de George W. Bush.

Para Kevin Klowden, la economía de California, que está tan integrada en los intercambios mundiales, sufriría particularmente con un guerra comercial, que podría desatar el futuro presidente, electo con un programa proteccionista.

El sistema federal, que da mucha independencia a los gobiernos y a los congresos estatales, debería sin embargo ayudar a California a proteger su cultura y su economía.

Sin olvidar la potencia ideológica de su industria del entretenimiento, que difunde mensajes progresistas al mundo entero a través de la creación y el humor, recuerda Ann Crigler.

Pero la elección de Trump, que quiere levantar las restricciones a las contaminantes centrales eléctricas alimentadas a carbón, podría frenar la lucha contra el efecto invernadero, principalmente en ciudades como Los Ángeles, durante largo tiempo enfrentada al grave problema del aire contaminado.

Aunque los republicanos no se caracterizan por su preocupación por el medio ambiente, Mark Baldassare, del centro de reflexión PPIC, recuerda que fue el gobernador Arnold Schwarzenegger quien impulsó leyes verdes, luego consolidadas por el demócrata Jerry Brown.

«La verdadera pregunta es saber hasta qué punto la próxima administración será conservadora» y el futuro vicepresidente Mike Pence podrá inclinar la balanza todavía más a la derecha que el presidente sobre los temas sociales, afirmó Kevin Klowden.

En el resto del país
Desde que el miércoles a la madrugada se conoció la victoria electoral de Trump, miles de norteamericanos protestan en las calles y universidades a lo largo y ancho de Estados Unidos y en las redes sociales con un sólo mensaje: no aceptan que el magnate será su próximo presidente.

Además de llamar a manifestarse en todo el país, el movimiento «Not my president» ya convocó en su página de Facebook a organizar una protesta masiva frente a la sede del Congreso en Washington DC, durante la jura presidencial el próximo 20 de enero.

«Únete a nosotros el día de la investidura para hacer oír nuestra voz. Nos negamos a reconocer a Donald Trump como presidente de Estados Unidos y nos negamos a aceptar órdenes de un gobierno que pone a intolerantes en el poder», reza la convocatoria, citada por la agencia de noticias EFE.

Mientras se prepara esa protesta, a lo largo y ancho del país las manifestaciones se multiplican.

Una de las protestas más multitudinarias hasta ahora fue la de Nueva York, donde miles de personas se concentraron anoche frente a la Torre Trump de Manhattan, sobre la Quinta Avenida, al grito de «no es mi presidente», una consigna que se repitió en el resto de marchas registradas en más de 25 ciudades del país.

«¡Donald Trump, vete! ¡Sexista, racista, antigay!», coreaban los ciudadanos en las calles de Nueva York.

Una treintena de manifestantes fueron detenidos por desórdenes públicos o cortar el tráfico, según las autoridades, que informaron también que agentes policiales de la ciudad californiana de Oakland resultaron heridos en las protestas.

También fueron numerosas las marchas en las ciudades de Seattle, Filadelfia y Chicago, esta última una ciudad en la que los manifestantes también escogieron el edificio de la Torre Trump como lugar de concentración y corearon insultos contra el magnate.

La capital, Washington DC, así como Atlanta, Boston, Denver, Austin, Portland, Saint Paul o las ciudades californianas de Los Ángeles, SanFrancisco y San Diego fueron igualmente escenario de protestas y vigilias, muchas de las cuales terminaron con detenciones por parte de la Policía,según EFE.

En Portland, los 2.000 manifestantes, según la Policía, corearon: «No al KKK (Ku Klux Klan), no a Estados Unidos fascista, no a Trump».

En Los Ángeles, en tanto, centenares de personas ataviadas con banderas de Estados Unidos y México y al grito de «manos arriba, no disparen», cortaron la autopista 101, una de las principales arterias de la ciudad, provocando enormes embotellamientos durante al menos una hora.

Todo ello se produjo instantes después de que los manifestantes quemaran una efigie de Trump frente a la sede municipal de Los Ángeles. En algunas de estas marchas también se quemaron banderas estadounidenses.

Todas esas ciudades son bastiones demócratas en los que Hillary Clinton ganó este martes con grandes márgenes al republicano Trump, quien, pese a tener menos votos a nivel nacional, consiguió contra todo pronóstico más electores del Colegio Electoral que su contrincante.

Aunque la mayoría de las protestas transcurrieron sin mayores incidentes, en la ciudad de Oakland, cerca de San Francisco, parte de los 6.000 manifestantes formaron barricadas a las que prendieron fuego y se produjeron choques con uniformados en el acceso a una autopista que pretendían cortar.

Algunos policías resultaron heridos y varios manifestantes fueron detenidos.

La del jueves fue la segunda noche en la que se producen protestas en la erizada Oakland, donde los manifestantes se lanzaron a la calle en la noche del martes al miércoles poco después de conocerse la victoria de Trump y una persona resultó herida por la represión policial.

Mientras tanto, en la otra punta del país, en la ciudad de Richmond, en Virginia, lugar de residencia del senador Tim Kaine, compañero de fórmula de Clinton, los manifestantes rompieron los vidrios de la sede del Partido Republicano. Los incidentes en Richmond se saldaron con una decena de detenciones.

Finalmente, en Nueva Orleans, un grupo de manifestantes quemaron un muñeco de Trump y también rompieron vidrios de algunos edificios, como entidades bancarias.

«La gente está furiosa, no por los resultados de la elección, sino por el lenguaje de Donald Trump», aclaraban algunos manifestantes al referirse a los ataques que el hoy presidente electo hizo durante la campaña contra las mujeres, los inmigrantes o los musulmanes.

Tanto Clinton como el presidente Barack Obama han pedido a sus seguidores que acepten los resultados y apoyen al proceso de transición, que terminará con la jura de Trump el 20 de enero.