Alex Astorga es uno de los cerca de 2000 españoles varados en Argentina por el coronavirus. Vinieron de visita, de turismo, a cursar en alguna universidad o para encontrarse con familiares y de pronto el mundo entró en una vorágine de aeropuertos cerrados con cordones sanitarios que los dejó en la incertidumbre. Están entre la bronca por la dificultad para que las empresas aéreas que los trajeron o el gobierno de España vean el modo de resolver el difícil momento que atraviesan en estas tierras, y la ansiedad por regresar a su terruño. Aunque reconocen que a como está la situación en España, quizás no sea la Argentina un lugar tan malo como para atravesar estas semanas.

En el caso de Alex, dice que no se puede quejar. Casado con una tucumana, vinieron a ver a sus familiares en una low cost de origen español y quedaron pasando la cuarentena en una casa en las afueras de la capital donde, salvo que las conexiones de internet son muy lentas, pueden quedarse con relativa tranquilidad.

“Hay otros que están en verdaderos problemas -dice a Tiempo- porque no tienen dónde quedarse y en los hoteles o Airbnb no los dejan o en algunos sitios les quieren cobrar hasta 150 dólares la noche”.  Por lo demás, también registran cierta paranoia cuando escuchan el acento español, dice. Las cifras alarmantes que vienen de la Madre Patria dejan también su huella ern este insólito toque de xenofobia.

También hay un grupo importante de jóvenes que son estudiantes en trance de terminar un máster, un doctorado o simplemente un intercambio y no están en condiciones de seguir pagando por el alojamiento fuera de sus cálculos. Además, sin forma de retirar el dinero de los bancos.

Gonzalo Gómez, en cambio, es argentino pero residente en Cataluña, de modo que le caben las generales de la ley de la hora. Vino al país a ver a familiares en un vuelo de una empresa alemana y aquí quedó, sin la posibilidad de regresar. Para colmo, su situación laboral es complicada: es ingeniero en software y estaba por cambiar del trabajo. Es decir, se estaba yendo del actual pero aún no había ingresado al próximo, de modo que está en la nebulosa. Con su esposa en Barcelona, formando parte de los grupos de riesgo porque es diabética y sin quién le pueda hacer los mandados, entre otras dificultades. También él la tiene relativamente fácil, porque tiene donde quedarse.

Lo mismo le ocurre a Roberto Díez Martínez, de León. Vino con su suegra para visitar a la parentela local. A los 89 años, era un gusto que quería darse la madre de su esposa, porque aunque tiene los achaques de la edad, todavía esta bastante bien para viajar en avión. Pero como todos, acá quedó varada y con el problema de que se le agotan los medicamentos que toma y también el dinero.

Roberto hace trabajos de pintura en una empresa de manteamiento, pero como les ocurre a millones de españoles, la firma acudió a los temidos ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), que permiten reducir salarios o suspender de tareas al personal en tiempos de crisis. Lo mismo le ocurrió a Alex, que recibió la comunicación de una automotriz donde trabaja de que mientras dure la cuarentena, queda suspendido.

Como ellos hay más de un millón y medio de españoles de las ocupaciones más diversas. Industriales, comerciantes, constructoras, ven reducir drásticamente sus ingresos por el cierre de la mayoría de las actividades y recurren a esa figura legal.

Mientras tanto, Atrapados en Argentina se juntan en un grupo de WhatsApp y acvuden a las redes donde se pasan las últimas novedades y si bien la mayoría reconoce el esfuerzo que hacen en los consulados para atenderlos, todos aseguran que no tienen ninguna respuesta tranquilizadora.

Pero no solo hay españoles varados en Argentina. También hay mexicanos que no pueden regresar a su país y que están pidiendo a los gobiernos de Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador que articulen la forma de que un avión mexicano pueda venir a buscarlos. Saben que la semana pasada ambos presidentes hablaron largo por teléfono y están convencidos de que su situación formó parte de esa charla.