El gobierno chino alertó que Washington no debe subestimar su capacidad y voluntad para defenderse y recalcó que, aunque no desea una guerra comercial, «no está asustado» y «luchará hasta el final» si no se alcanza un acuerdo que beneficie a los dos países.

El presidente estadounidense, Donald Trump, respondió poco después a través de Twitter  que «cuando sea el momento adecuado» habrá un trato con Beijing, y que la negociación debe concluir con «un gran oferta para los Estados Unidos o simplemente no tiene ningún sentido».

En su mensaje, el mandatario resaltó su «respeto y amistad con el Presidente XI (Jinping)», criticó lo «perdido ante China en el comercio desde la ridícula formación unilateral de la OMC», aunque se mostró esperanzado en que «todo ocurrirá, y mucho más rápido de lo que la gente piensa!».

El vocero de la cancillería, Geng Shuang, justificó este martes la imposición de aranceles por valor de 60.000 millones de dólares. “Al contrario que Estados Unidos, nosotros mantenemos la compostura. Queremos seguir trabajando y encontrarnos a mitad de camino para firmar un acuerdo mutuamente beneficioso. Nuestra actitud es constructiva, pero alguien ha subestimado nuestra capacidad de defendernos e intenta confundir a la opinión pública», dijo Geng en aparente referencia a las últimas declaraciones de Trump.

Geng criticó la «máxima presión» ejercida por Washington tras la última subida de aranceles ordenada por Trump el último viernes y que afecta a bienes chinos por valor de 200.000 millones de dólares. «Aconsejamos a Estados Unidos que escuche la reacción de la comunidad internacional, que escuche las voces de los diferentes sectores y que calcule las pérdidas y las ganancias» que suponen sus «acciones unilaterales» para así «volver al camino correcto», que es «trabajar con China y encontrarse en un punto intermedio» que facilite un acuerdo.

«China no quiere de ningún modo una guerra comercial pero no tiene miedo y si alguien nos trae una guerra lucharemos hasta el final», alertó.

¿Cuáles son las armas de China?

A partir de junio, Pekín va a aumentar los aranceles en 10%, 20% y 25%. Sumado a anuncios anteriores, el aumento de los aranceles cubre casi 110.000 millones de dólares sobre un total de 120.000 millones de importaciones chinas.

En el caso de que se intensifique la guerra comercial entre ambos países, Pekín cuenta con numerosas alternativas a la suba de los aranceles.

Penalizar empresas estadounidenses. El iPhone X, los automóviles Buick, las cafeterías Starbucks y las producciones de Hollywood son algunos de los productos estadounidenses mejor vendidos en China. Además, la marca Tesla planea instalar ahí fábricas de automóviles eléctricos.China podría imponer a esas empresas exigencias reglamentarias, retrasar el tránsito por aduanas o imponer controles sanitarios y fiscales más severos.

Impedir fusiones y adquisiciones. Este verano, Pekín rechazó la fusión del fabricante estadounidense de microprocesadores Qualcomm con su rival holandés NXP, poniendo así un alto a esta megatransacción comercial de alcance global. La posible conclusión de la fusión queda en manos las autoridades reguladoras chinas.

Boicot. China podría boicotear a las empresas estadounidenses, lo que sería mortal para grupos como General Motors, que vende más automóviles en China que en América del Norte.

Los medios de comunicación estatales se han mantenido por ahora al margen de la disputa, pero las incitaciones al boicot ya circulan por las redes sociales.  «Si 1.300 millones de chinos se desencantan de Estados Unidos, será algo muy difícil de reparar», advirtió Wu Baiyi, investigador en la Academia de Ciencias Sociales.

Según una encuesta del Financial Times publicada en julio, un 54% de chinos afirman que «probablemente» o «seguramente» dejarían de consumir ciertas marcas. El riesgo de esta estrategia es que podría perjudicar a los millones de ciudadanos chinos empleados de compañías estadounidenses y de sus asociados locales.

Estudiantes y turistas. Pekín podría tratar de limitar el número de estudiantes y turistas que van cada año a Estados Unidos, restringiendo, por ejemplo, el número de paquetes de viaje organizados. El año pasado, con 350.000 estudiantes, los chinos representaron un tercio de los universitarios extranjeros en Estados Unidos. La cantidad total de gastos chinos en turismo o en educación en Estados Unidos se acerca al de las importaciones chinas de soja o de aviones estadounidenses.

Boeing. China es clave para el fabricante de aviones Boeing, que vende un cuarto de sus productos en este país en donde la gran mayoría de las aerolíneas son controladas por el gobierno. Pekín «podría ajustar su volumen de compra de estos aparatos», amenazó en enero el periódico estatal Global Times.

Deuda estadounidense. China es el principal poseedor de la deuda estadounidense, evaluada en alrededor 1,2 billones de dólares. Pero vender una gran parte de ella sería riesgoso, ya que cualquier desestabilización de los mercados podría devaluar los bonos de tesoro que posee Pekín.

Devaluar el yuan. ¿El Banco Central Chino es capaz de bajar la cotización de su moneda, el yuan, para apoyar a las empresas exportadoras, de acuerdo con las acusaciones de Donald Trump? La opinión general es que Pekín no orquestó la caída estival del yuan frente al dólar, sino que ésta fue simplemente un resultado de las tensiones comerciales.  Disminuir el precio del yuan de manera prolongada podría provocar importantes fugas de capital fuera del país, algo que las autoridades chinas quieren impedir a todo precio.