El mexicano Christian Alfonso Rodríguez Telumbre tenía 19 años: era uno de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, estado de Guerrero, que desaparecieron durante la noche del 26 al 27 de septiembre del 2014. En noviembre del año pasado fueron hallados restos humanos en la Barranca La Carnicería, Ejido Cocula, también de Guerrero, en una investigación de la que participa el Equipo Argentino de Antropología Forense. En las últimas horas se confirmó que algunos de esos huesos pertenecían a Christian. Se esperan nuevos estudios para confirmar si entre los restos, se encuentran los de otros estudiantes.

Esta confirmación se produjo pocos días después de que el juez federal de Metepec, México, ordenó la liberación de José Ángel Casarrubias Salgado, alias El Mochomo, presunto líder del cártel Guerreros Unidos, sindicados como los responsables de la desaparición de los 43 estudiantes. Salgado había sido detenido el pasado miércoles 24 de junio tras casi seis años de permanecer prófugo.

La información científica fue revelada por el propio EAAF que “analizó el dictamen del laboratorio de genética de la Universidad de Medicina de Innsbruck dado a conocer hoy por la Fiscalía General de la República (de México) y concuerda con los resultados del análisis de las muestras”

Rodríguez es el tercer estudiante identificado hasta hoy. En 2014 y 2015, el mismo laboratorio austríaco identificó a Alexander Mora y luego a Jhosivani Guerrero. En ambos casos, los restos aparecieron en el río San Juan, muy cercano al basurero se produjo el ataque.

Christian Alfonso Rodríguez Telumbre cursaba el primer año de la escuela de formación docente. Su familia y las de los otros alumnos desaparecidos ya fueron informadas de este resultado. El resto óseo analizado corresponde a un hueso del pie derecho. Fue recuperado junto con otro centenar de fragmentos óseos humanos en búsqueda realizada por la Unidad Especial para el Caso Ayotzinapa de la FGR, dirigida por Omar Gómez Trejo, que se desarrolló entre el 20 y el 28 de noviembre de 2019 en una superficie de 200 metros de una barranca. En estas investigaciones intervinieron el EAAF -como perito de los familiares-, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez AC, el Centro de DDHH de la Montaña Tlachinollan -ambos representantes legales de los familiares-, la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa y el subsecretario de DDHH.

La llamada Masacre de Ayotzinapa sucedió en 2014 y desde entonces el EAAF trabaja en el caso. Si bien sus profesionales de búsqueda no participaron del hallazgo de noviembre al estar con licencia médica, sí intervinieron, junto a peritos mexicanos en el estudio de toda la evidencia recuperada.

Mercedes Doretti, miembro fundadora y directora para Centro y Norte América del EAAF, señaló que “el resultado alcanzado muestra la importancia de la nueva dirección que ha tomado la investigación sobre la desaparición de los 43 estudiantes a partir del ingreso del fiscal Omar Gómez Trejo en el caso. Ha buscado distintas líneas de investigación, que no se habían tomado”.

Explicó además que “somos peritos de las familias en el caso, seguimos siendo parte de las investigaciones y, en este caso en particular, trabajamos del análisis de los los fragmentos encontrados, seleccionamos las muestras para ser enviadas al laboratorio de Innsbruck. Luego analizamos los resultados y agregamos un informe complementario de genética con algunos cálculos estadísticos adicionales y fuimos parte de las personas que notificaron este resultado a la familia de Christian”.

El informe especifica que “el resto óseo analizado tiene al menos mil millones de probabilidades más de pertenecer al estudiante desaparecido que a una persona no relacionada con la familia”.

El ataque contra los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa ocurrió entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en el municipio de Iguala, Estado de Guerrero. Habían transitado 257 kilómetros para tomar varios autobuses de línea, para un posterior viaje de otros 220 kilómetros a la Ciudad de México. Pero fueron interceptados por fuerzas parapoliciales vinculadas con el narcotráfico, en lo que fue una verdadera cacería: los estudiantes fueron atacados como si fuera invasores e intentaron escapar. Seis de ellos murieron durante esas horas en Iguala, como Julio César Mondragón, asesinado a golpes durante la madrugada. Otros 43 desaparecieron.