Como una mancha de aceite, el coronavirus se extiende por el mundo y va generando al ritmo de su avance todo tipo de inconvenientes: sanitarios, políticos, financieros. Esto no significa que hayan cedido las sospechas sobre su origen, pero, mirando hacia adelante, las previsiones más pesimistas avizoran una caída brusca en la economía global, sobre todo a partir del descenso de la actividad en el país donde comenzó el contagio, China.

El número de personas afectadas por el Covid-19 –al menos según las estadísticas oficiales– superaba ayer las 86 mil, con 2950 muertos en 61 naciones. Cerca de 80 mil de esos casos se dieron en territorio chino, donde más de 50 millones de personas permanecen en aislamiento. Fuera de eses país, las fuentes de propagación más importantes de esta epidemia se ubican ahora en Corea del Sur, Irán e Italia. Ayer, en tanto, se informó de la primera víctima fatal del virus en Estados Unidos, la primera, también, en el continente americano.

Al sur del río Bravo, las autoridades de Ecuador confirmaron el primer contagio, de una residente en Madrid que viajó al país andino a visitar a familiares. En Brasil, un hombre de 61 años que había viajado al norte de Italia fue internado con todos los síntomas del mal en el hospital Albert Einstein de San Pablo. Y en México se habla de tres casos confirmados de personas que también se habrían contagiado en la península itálica.

La situación en Italia parece descontrolada, con más de 900 afectados. Más allá de la respuesta de las autoridades a nivel sanitario, este fin de semana fueron suspendidos hasta mayo cinco partidos de la Liga de fútbol, entre ellos el clásico entre Juventus e Inter. Los dirigentes deportivos argumentaron la necesidad de posponer los encuentros «en vista de la sucesión de numerosas disposiciones reglamentarias de urgencia tomadas por el gobierno en respuesta a esta situación excepcional de protección de la salud y de la seguridad pública». Para frenar la epidemia, las autoridades italianas ordenaron el cierre de escuelas, además de la suspensión de eventos culturales y el aislamiento de once localidades del norte del país. Son muchos a esta altura los viajeros de todo el mundo que suspendieron sus viajes ya programados hacia una nación que basa buena parte de sus ingresos en el turismo.

España –con 52 casos registrados hasta este sábado– también padece el perjuicio para la industria sin chimeneas por la reprogramación de eventos y viajes. En Barcelona, a mediados de febrero fue cancelado el Congreso Internacional de Teléfonos Celulares (MWC, por sus siglas en inglés), donde varias empresas chinas iban a exponer sus últimas novedades tecnológicas.

No fue el único evento que se suspendió en esta suerte de cuarentena mundial para evitar el contagio de un virus para el que aún no hay una vacuna ni tratamiento específico. Es así que se suspendió en Shanghai el Gran Premio de Fórmula 1 y Arabia Saudita impidió el ingreso de peregrinos y de ciudadanos de países del Consejo de Cooperación del Golfo a las ciudades santas de La Meca y Medina. Cerca de allí, en Grecia, fue postergado el V Foro Económico de Delfos, atendiendo, según sus directivos, a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El encuentro estaba programado para desarrollarse entre el 5 y el 8 de marzo en esa ciudad que en la Grecia Antigua albergaba el santuario de Apolo, donde el oráculo adivinaba el futuro de los creyentes.

En el ámbito deportivo, todos hacen cuentas pensando en los Juegos Olímpicos de Tokio, cuyo inicio está previsto para el 24 de julio, y que el Comité Olímpico Internacional (COI) está decidido a celebrar a pesar de las dificultades que se están presentando en las competencias preparatorias. Por lo pronto, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) se sumó a las restricciones y pospuso el simposio anual y la sesión de atletas que se iba a desarrollar en Suiza del 17 al 19 de marzo. Explicó la medida por la expansión de la epidemia y el anuncio de la Oficina Federal de Salud Pública de Suiza prohibiendo reuniones de más de mil personas hasta nuevo aviso.

En los Estados Unidos, hace un par de semanas, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, había irritado a los bien pensantes al declarar que la epidemia podría ser una muy buena oportunidad para crear miles de empleos en su país y en México. Esa postura desplegó críticas, pero también sirvió para que se extendieran las teorías conspirativas que perciben la mano oculta de laboratorios dedicados al desarrollo de armas bacteriológicas entre las causas del surgimiento de esta nueva cepa de coronavirus.

Es que el punto de origen es la ciudad de Wuhan, la capital de la provincia china de Hubei, un centro industrial de enorme envergadura que resulta clave en la Ruta de la Seda, la gran apuesta al futuro del gobierno chino. Allí se habría producido una mutación en el virus, que pasó a humanos desde alguna de las especies de animales silvestres que se comercializan en su mercado de abastecimiento.

El jefe de Gabinete interino de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, respondió con una particular visión conspirativa a las inquietudes del periodismo, ávido de saber qué medidas proyectaba la administración Trump para impedir la propagación de la enfermedad. Según él, la cobertura de noticias sobre el Covid-19 busca derribar al presidente, enfrascado en su proyecto de reelección, en noviembre.

Este sábado, cuando ya se habían registrado unos 66 casos en EE UU, Donald Trump dijo que «la prensa está histérica» por el interés que muestra en el coronavirus y arguyó que cada año en su país mueren 35 mil personas de gripe, mientras que no había víctimas fatales del Covid-19.

Horas más tarde, los responsables del área sanitaria del Estado de Washington confirmaron que una persona había muerto por coronavirus en el condado de King. Las versiones se contradicen. Trump dijo que era una mujer de 50 años que había viajado recientemente a Corea del Sur; otras versiones hablan de un hombre, sin viajes recientes al extranjero.

«Era una mujer maravillosa, paciente de alto riesgo», informó el mandatario en una conferencia de prensa posterior al anuncio. Puso al frente de las operaciones para controlar la diseminación del virus a su vice, Mike Pence, y no descartó cerrar la frontera con México.

Mientras tanto, la Oficina Nacional de Estadísticas de China informó que el sector manufacturero del gigante asiático cayó a un mínimo histórico en febrero debido a la epidemia. Los sectores más afectados fueron los de la industria automotriz y equipos especiales. Todo por la restricción a los desplazamientos y la cuarentena en Hubei, que impidió desarrollar trabajos en fábricas y trasladar mercaderías ya terminadas. No obstante, el gobierno chino alienta el regreso a las tareas en la medida en que se reduce el número de nuevos contagios.

Los inversores occidentales, por su parte, muestran sus temores a que la baja de la actividad de la segunda economía del planeta arrastre al resto de las potencias industriales. Eso se reflejó el jueves en una baja de casi 1200 puntos en el índice Dow Jones Industrial Average, y otros 1190 el viernes. Según computó The Wall Street Journal, fue la mayor caída desde la crisis financiera de 2008. En el caso del S6P 500 –la cotización de medio millar de las firmas más importantes de la bolsa de Nueva York–, el bajón fue del 10%, la «corrección» –como se la denomina de modo eufemístico– fue la más acelerada desde 1980. Y todavía no se había conocido el primer caso fatal en Estados Unidos. «