En casi dos décadas de gobiernos chavistas (1999 a 2017), la oposición venezolana arroja el siguiente récord: un golpe cívico-religioso militar (2002), dos paros económicos totales (2002 y 2003), cuatro rebeliones violentas (Guarimbas: 2004, 2013, 2014 y 2017). Desde 2009, generó por primera vez en la historia del país, agrupaciones de tipo fascista. Entre 2013 y 2017 logró deflagrar el consumo, la economía y la psiquis social, causando una crisis humanitaria por primera vez en la historia del país.

En los 18 años que lleva en el poder, el chavismo pudo gobernar en relativa paz, con algún equilibrio institucional y social, sólo durante cuatro años y medio: 2005 a 2010. En 2005 la oposición se abstuvo de las elecciones parlamentarias y abandonó esa institución. Dejó de joder por cuatro años.

Nada es casual, sólo se puede gobernar en paz. En ese pequeño lapso, el gobierno chavista pudo poner en marcha el primer Plan de desarrollo económico, iniciar el sistema comunal, reformar decenas de leyes, crear el 80% de las Misiones, el 70% de la inversión pública en infraestructura, ampliar sus relaciones internacionales mediante 345 convenios entre 2004 y 2009 con 17 países. El ALBA, PetroCaribe, Telesur, Petrosur, etc.

La oposición no acepta el derecho legal del chavismo a gobernar. De las 25 elecciones realizadas desde 1999 -casi dos por año- la oposición reconoció los resultados emitidos por el Consejo Supremo Electoral (CNE) sólo en dos ocasiones (Referéndum, 2007, y Parlamentarias, 2015, ambas ganadas por ella). A Hugo Chávez lo llenaron de improperios y maldiciones. A Nicolás Maduro ni siquiera lo reconocen como Presidente. Para ellos no es más que “un chófer”.

En dos oportunidades, la oposición logró cortar por completo el consumo de la población, primero en 2003, luego entre 2014 y 2017. En cinco momentos, la oposición declaró el “vacío de poder presidencial”: 2002, 2003, 2012, 2013 y enero 2017. También en dos ocasiones la oposición ha rechazado sendas convocatorias a una Asamblea Constituyente, la primera vez en 1998, la segunda, en mayo de 2017.

Este rechazo e insoportabilidad absoluta del derecho legal del chavismo a gobernar comenzó en 1998, cuando intentaron un golpe de Estado desde Washington, a mediados de diciembre de ese año, para impedir la sucesión en el poder entre Rafael Caldera y el candidato triunfador Hugo Chávez, con el 54%.

Entre el año 2001 y mayo 2017, la oposición causó en forma directa e indirecta, la muerte de 365 campesinos pobres militantes (2011 a 2011), 7 obreros, 14 médicos y enfermeras cubanos de la Misión Barrio Adentro, 19 caraqueños en abril de 2002, otros 9 en 2004, dos más en 2010, 14 adolescentes chavistas en 2013 (Capriles: “desaten su arrechera en las calles”), otras 47 víctimas mortales en las guarimbas de 2014 y 34 muertos hasta el 9 de mayo de 2017. Un total de 508 víctimas fatales debidas a las acciones callejeras desatadas contra el reconocimiento del derecho legal del chavismo a gobernar.

Este registro de víctimas incluye 7 guardias nacionales, dos efectivos de la Policía Nacional Bolivariana, dos fiscales del Ministerio Público, un guardaespaldas presidencial, dos altos dirigentes del PSUV. La mayoría del resto son jóvenes, opositores, chavistas y sin militancia.

Entre febrero y marzo del año 2014, la militancia opositora del partido Voluntad Popular incendió y semidestruyó 163 edificios públicos y 11 privados, prendió fuego a docenas de árboles en la Capital y a más de 150 autobuses de pasajeros, a una sede universitaria en la Isla de Margarita, un pre-escolar público, talaron centenares de árboles para construir barricadas en San Cristóbal, envenenaron más de cuarenta alcantarillas en tres barrios de clase media del este de Caracas e irrigaron líquidos tóxicos en una laguna-fuente de agua potable de la Ciudad andina de Mérida.

Entre el 27 de febrero y el 5 de marzo de 2004, algunos sectores de la capital y diversas localidades del interior vivieron violencia política con saldo de fallecidos, lesionados y detenidos, además de cuantiosos daños. Esta fue la primera “Guarimba”, se produjo contra el informe del CNE, sobre el referéndum revocatorio contra el Presidente de la República.

Durante esos meses, grupos opositores llamaron a desconocer la institución electoral a través de los medios periodísticos; algunos gobernadores opositores amenazaron con la secesión de las entidades regionales que gobernaban si el CNE no accedía a sus peticiones. Algo similar también intentaban en el sur de Bolivia.
Ese año, en la Plaza Venezuela, al este de la capital, un grupo opositor incendió las sedes de los partidos chavistas MVR y Patria Para Todos (PPT).
Esa noche, en diversas zonas del Este de la ciudad se levantaron barricadas y se procedió a actuar con el método de la Guarimba. Estos focos de violencia urbana se extendieron en los días siguientes a diversas partes del país; con cierre de calles y vías de comunicación, colocación de barricadas y quema de basura y cauchos.

Estos enfrentamientos ocasionaron, según el registro de la Defensoría, 9 personas fallecidas, 193 personas lesionadas, 513 detenidos, 7 torturados y 17 víctimas de tratos crueles, inhumanos, algunos casos bajo la responsabilidad de la Guardia Nacional.
En 2010, el movimiento juvenil opositor «Manos Blancas» causó dos muertos en incidentes violentos. Este movimiento estudiantil fue creado en el 2009, de esa generación surgió la actual dirección nacional opositora y reveló una de las mutaciones más esenciales en la oposición venezolana: surgieron las primeras conductas y agrupaciones de naturaleza fascista.

Desde entonces, el riesgo de guerra civil se convirtió en titular y temor fundado. La oposición no solo cambió de esencia, también de métodos de lucha.
Este historial de violencia no nació por generación espontánea. Su origen está en la injerencia de los últimos cinco gobiernos de EEUU. Sin esa asistencia, mediante la NED, USAID y los gobiernos de España, Colombia y de la Ciudad de Buenos Aires, la oposición venezolana no habría pasado de ser testimonial.
Comparadas con las del Cono sur, la oposición venezolana es rupestre, primaria, en su capacidad política. Su fortaleza actual acumulada en la sociedad, incluidos algunos sectores pobres, se debe más a las debilidades del chavismo, mediadas por las desaparición del líder, que a las cualidades propias de la oposición.
El chavismo tuvo la oportunidad de reducir a la oposición a una corriente de grupos testimoniales. AD, el más grande partido derechista desde 1945, se redujo al 2,5% en 1999 del electorado. Capriles, Leopoldo y el resto son emergentes sin raíces sociales.

Esa oportunidad fue desaprovechada en dos dimensiones. Una, el chavismo olvidó que la gobernabilidad urbana contemporánea se basa en tres factores, uno de ellos es la percepción, que se nutre de sensaciones. Desde 2010, una parte de la población venezolana comenzó a percibir y sentir, que el chavismo tendía a parecerse a lo que existía antes del chavismo. A ello abonaron la corrupción que se volvió sistémica y endémica en el poder, pero sobre todo la ineficacia administrativa de la mayor cantidad de recursos petroleros recaudados por el Estado desde 1975-1985 (en términos proporcionales).

La segunda dimensión es no haber potenciado la construcción de una economía libre del derroche de la ganancia privada (la capitalista y la burocrática), para potenciar otra basada en la producción y la organización social de las Comunas y otras entidades nuevas aparecidas en el país desde 2002. Eso habría podido superar a un Estado de tipo Comunal, cuya debilidad inicial, con todas sus falencias, pudo ser capaz de superar al Estado rentista, burocrático, ineficaz y corrupto que el chavismo heredó, lo sobrevivió y terminó por asimilarlo.

En esa dinámica y contexto, la propuesta del Presidente Maduro de hacer una Asamblea Constituyente popular y originaria que combine el voto liberal con el voto de clase y “sectorial”, tiene el mérito inicial de intentar cambiar el paradigma y el mecanismo de legitimación del poder político.
Mejor tarde que nunca. La rémora en esa tarea puede ser superada; lo que no es posible, en términos absolutos, es convencer a la oposición enloquecida y semifascista que deje de ser lo que es, ha sido desde 1998 y será hasta su último suspiro en este mundo.

La oposición venezolana no inventó esta conducta. Desde octubre de 1917, fue la actitud definida contra todo gobierno de izquierda que haya intentado cambiar algo, mucho o todo, en la economía y el sistema político liberal. Cuba sobrevivió medio siglo, el chavismo ya alcanza casi la mitad de ese lapso. Eso es lo insoportable.

Fuentes:
Defensoría del Pueblo, R.B.V., Caracas 2017
Fiscalía General de la Nación, R.B.V., Caracas 2017
Diario Clarín, La mano derecha de Chávez, M.E. Guerrero, Buenos Aires 2000
Una Revuelta de Ricos, capítulos IV y VI. M.E. Guerrero, Herramienta, Buenos Aires 2014.
12 Dilemas de Revolución Bolivariana. Ediciones El Perro y la Rana, Caracas 2010.
Embajada de Venezuela en Argentina, 2007-2011