La economía de Cuba se acerca a un punto de inflexión. En algún momento que se presume muy próximo las autoridades de la isla darán de baja al peso cubano convertible, conocido como CUC. Nacido en 1994 para impulsar el acercamiento de la economía cubana al mercado mundial bajo ciertos límites, está desde 2015 en un lento proceso de desaparición que, se supone, debería concluir a fines de este año o, como máximo, a principios del que viene.

La salida de circulación del CUC conlleva riesgos. Una parte de la economía cubana se transa con esa moneda a un tipo de cambio de 25 pesos CUP, el peso tradicional, la moneda que cobra la enorme mayoría de los asalariados. El CUC, a su vez, equivale a un dólar. Su eliminación implicará la generación de una tasa de cambio directa entre el CUP y el dólar, sin intermediarios. El ingreso del dólar en forma abierta sancionará la integración de la economía cubana a la mundial, con la posibilidad de la conversión de monedas, más allá de las restricciones que se apliquen al uso de la moneda extranjera por parte de los ciudadanos.

En julio pasado, Marino Murillo fue desplazado como ministro de Economía y Planificación, en un contexto de dificultades financieras en la isla producto de una caída en los ingresos de divisas. La falta de dólares genera un desequilibrio en su relación con el CUC, pero como tiene una relación fija con el peso tradicional, el CUP, se genera una presión alcista en esta última relación que es contenida con medidas que pueden resultar cada vez más complejas de sostener.

La eliminación del CUC debería facilitar el comercio exterior, con el ingreso de divisas que conllevaría. El problema es el nivel de exportaciones que puede ofrecer Cuba en la actualidad. Las ventas de cinco ítems acumulan algo más del 50% de las exportaciones: níquel, azúcar, cigarros y tabaco, productos medicinales y licores, cuyos valores se mantienen por debajo de los que tuvieron diez años atrás.

Con Ricardo Cabrisas, el actual ministro de Economía, hay un impulso a la actividad privada en la isla: los trabajadores que no dependen del Estado pasaron de 507 mil a 522 mil y con tendencia creciente.

En uno de los sectores en los que se observa este fenómeno con más fuerza es el agropecuario. Allí avanzó una nueva figura social, la del pequeño campesino que sin ser dueño de la tierra que trabaja (porque sigue siendo estatal), puede explotarla por medio de un contrato de «usufructo», sin cargo. Esa población se duplicó entre 2007 y 2014 (último dato público de las estadísticas oficiales), aunque los resultados económicos siguen siendo bajos: la tierra cultivable en manos de privados y cooperativas de créditos y servicios ya superó a la que está en manos del Estado. El plan es que los primeros diversifiquen la producción de alimentos. En junio de 2014 sumaban 312 mil los usufructuarios bajo este régimen. El gobierno de Cuba ubicó a la producción local de alimentos dentro del ámbito de la seguridad nacional, pero las importaciones de esos productos siguen requiriendo divisas. Un dato: la producción de azúcar en manos privadas se ha ido incrementando cada vez más por encima de la estatal al punto de cerrar en la campaña 2012-2013 en 15,8 millones de toneladas versus 300 mil toneladas logradas en tierras gestionadas por el Estado.

El cuadro de la economía cubana sería incompleto si no se incluyera el hecho de que el embargo de los Estados Unidos sigue en pie. No sólo impide el comercio y las inversiones desde ese país, sino que también obtura el proveniente de otras naciones, como Japón o algunos países de Europa como Finlandia. Este ahogo funciona en los hechos como una válvula de presión sobre la posibilidad de ingreso de dólares a Cuba, con lo cual actúa como una espada de Damocles sobre el plan cubano de eliminar la doble moneda. La elección de Donald Trump a la presidencia no favorece esta línea de acción y, por el contrario, hace presumir que dificultará ese camino. 

Un bloqueo económico con agujeros

El voto negativo en la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo estadounidense a Cuba sucedió por vigesimoquinta ocasión consecutiva. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien aseguró que «el embargo no debería estar más en vigor», no se condijo con la posición de ese país en la votación. Cuba ha cuantificado el valor del embargo contra su país en torno de los 100 mil millones de dólares desde el momento de su aplicación, en octubre de 1960.

La Asamblea demandó el fin del entramado de medidas unilaterales que conforman el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por más de medio siglo en un escenario diferente, a partir del restablecimiento de relaciones entra La Habana y Washington, en julio de 2015. Pese a los vínculos diplomáticos, la reapertura de embajadas, la docena de acuerdos firmados en sectores de interés mutuo y las visitas de alto nivel en ambas direcciones, incluyendo la de Obama a la isla, el cerco sigue en plena aplicación, porque desde 1996 se convirtió en ley del Congreso, al cual corresponde levantarlo en algunos de sus aspectos.

La actitud del gobierno de EE UU contrasta con el cada vez mayor tráfico de turistas desde ese origen hacia Cuba, sea través de los vuelos entre ambos países o por terceros caminos. Varadero espera recibir 1,6 millones de visitantes este año contra 1,5 millón en 2015, un salto logrado por la mayor disponibilidad de llegadas aéreas.

La llegada de Donald Trump al gobierno de EE UU provoca el temor de un nuevo recrudecimiento del bloqueo. Sin embargo,dificilmente sobreviva en un contexto de apertura desde Cuba.