Los últimos cambios en Cuba, con ser profundos, indican sobre todo el deseo de mostrar una continuidad histórica. El jueves fue elegido como nuevo presidente del Consejo de Estado y de Ministros el ingeniero electrónico Miguel Díaz-Canel Bermúdez, hasta ahora primer vicepresidente. Ese día se recordaba la gesta de Playa Girón, cuando hace 57 años los cubanos, con Fidel Castro a la cabeza, repelieron una invasión dirigida desde Estados Unidos; el viernes el nuevo mandatario celebró su 58 aniversario. Cualquiera podría decir que la designación fue un regalo de cumpleaños, pero Raúl Castro se había encargado de poner en situación el origen de ese nombramiento.

En un discurso de fuerte contenido político, el hermano del líder cubano fallecido en noviembre pasado brindó un perfil del nuevo presidente y explicó las razones para una renovación inédita en la isla desde que los revolucionarios llegaron al poder el 1º de enero de 1959. Y la principal es sin dudas que Díaz-Canel tiene una aquilatada experiencia en funciones de Estado, y que demostró capacidad de decisión y lealtad a los principios de la Revolución. 

Castro no olvidó cuestionar, sin embargo, que el nuevo hombre fuerte pasó sus primeros 15 años como dirigente en sólo dos provincias. «En esos años pudo haber pasado por cinco, a razón de tres años por cada una, para que las conociera más profundamente.» Y remató con un pronunciamiento destinado a convertirse en una directiva: «Tenemos que preparar a los cuadros, para que cuando lleguen a ocupar otras posiciones superiores tengan un dominio mayor».

Castro seguirá hasta 2021 como secretario del Partido Comunista, lo que sintetiza la continuidad del modelo. Díaz-Canel, por si no quedaba claro, dijo que tendrá la última palabra en las cuestiones más delicadas de su gestión.

Castro insistió que se avecina una reforma constitucional, de la que viene hablando desde que hace cinco años asumió su segundo y último mandato. Y dijo que en la primera reunión del Consejo de Ministros, en julio, se propondrá una comisión de diputados que analizará los detalles del proyecto.  

Cuba votó su primera constitución en 1976. Hasta entonces se regía por una Ley Fundamental que era un retoque funcional a la Constitución de 1940.  La Carta Magna del ’76 tuvo dos modificaciones, una en 1992, en pleno Período Especial, y otra en 2002. La última decretó la irreversibilidad del carácter socialista de la Revolución y el rol dirigente del Partido Comunista. La ratificación, tanto en el discurso inaugural de Díaz-Canel como el final de Castro, indica que por allí no habrá cambios. Se supone, sí, que se pondrá en el papel  la duración de los mandatos en cinco años y la elegibilidad por un solo período del mandatario, cosa que se encargó de cumplir Raúl Castro. Y posiblemente se cree la figura de un primer ministro con funciones de gobierno. 

Donde tampoco habrá que esperar cambios es en la relación con este gobierno de Estados Unidos. El breve acercamiento en el ocaso de la era Barack Obama dio paso a una nueva embestida de Donald Trump, quien ya hizo saber que «se ocupará de Cuba». El polémico empresario estadounidense reclamó, como aquella vieja cantilena de la Guerra Fría desechada por Obama como fracasada, que «respete los Derechos Humanos, acabe con al represión y permita mayores libertades políticas y económicas».

No fue muy detrás el secretario de la OEA, el excanciller uruguayo Luis Almagro: «La sucesión presidencial de la que hemos sido testigos en Cuba es un intento de perpetuación de un régimen autocrático dinástico-familiar. Se llama dictadura», definió el que fuera ministro de relaciones Exteriores de José Mujica entre 2010 y 2015. «