Se blanqueó un debate que se venía produciendo en los más variados ámbitos políticos de la Unión Europea: el «nacionalismo vacunal» que intentan llevar adelante varios países de la región en función de la gravedad de la crisis sanitaria que produjo la nueva ola de contagios y muertes del Covid-19. Concretamente, se habla de obligar a las farmacéuticas que cubran los cupos requeridos por los países europeos, antes de exportarlas al resto de las naciones del mundo que las precisen.

La postura, sumamente polémica, fue tema central del Foro de Davos -este año se celebra de forma virtual por la pandemia- y ya generó una ola de opiniones a favor y en contra, cuando hace unas horas se superaron los cien millones de casos de covid-19 en el mundo. Los muerto son más 2,2 millones.

La presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, insistió en el Foro que las empresas farmacéuticas deben cumplir sus obligaciones en la entrega de vacunas contra la Covid-19 a la Unión Europea después de que esta invirtiese miles de millones de euros para ayudarles en su desarrollo. En su discurso subrayó que la UE ha invertido «miles de millones para ayudar a desarrollar las primeras vacunas del mundo contra la covid-19, para crear un auténtico bien común global. Y ahora las empresas tienen que cumplir, tienen que honrar sus obligaciones».

Esto significaría que las empresas que produzcan vacunas tendrán que notificar de antemano cuando quieran exportar vacunas a terceros países, y claramente tendrían elevadas medidas restrictivas.

También en Davos, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, respondió: «Los países ricos del mundo están acaparando estas vacunas». Estas acusaciones se hacen eco de las repetidas advertencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra el «nacionalismo vacunal». Justamente, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, insistió: «El nacionalismo vacunal puede servir a objetivos políticos a corto plazo, pero el interés económico a medio y largo plazo de cada nación es apoyar la equidad».

En el mismo sentido, Angela Merkel pidió el martes una repartición «justa»: «El dinero es una cosa y otra es la disponibilidad de la vacuna en tiempos de escasez (…) y aquí lo importante es tener una repartición justa»,

El mundo vive «un pánico vacunal» dijo en otro seminario el epidemiólogo Seth Berkley, que dirige la Alianza Global para la Vacunación (Gavi), una de las organizaciones que intentan garantizar el suministro de dosis a los países pobres. En un estudio encargado por la Cámara de Comercio Internacional (CCI), los epidemiólogos calculan que, incluso si las economías avanzadas vacunan a su población, los costes en que incurrirían debido a su interdependencia podrían oscilar entre 200.000 millones y 4,5 billones de dólares si los países menos desarrollados no tienen acceso a las vacunas.

«Esto es mucho más que los 38.000 millones de dólares que costaría fabricar y distribuir las vacunas a nivel internacional», dice el documento.