Muy pocos hubieran acertado un pronóstico sobre el devenir de la revolución cubana hace 60 años. Quién hubiera dicho que iba a sobrevivir, sana y salva, la caída de la URSS, y que su influencia sobre la región seguiría vigente después de tanto tiempo. No sólo entre los revolucionarios, sino en gran parte de los movimientos nacionales y populares de la región.

Parece increíble que con la amenaza tan evidente del imperio, tan constante, ahí siga. Un imperio que la sometió a un bloqueo criminal todos estos años. Imperio acostumbrado a derrocar gobiernos, invadir países, a entrometerse en todo el mundo y que no pudo con la voluntad del pueblo de esa isla del Mar Caribe. Imperio que tuvo que acostumbrarse a que en sus propias narices se desarrolle un modelo socialista.

Quién diría que mantendría su dinamismo después de muerto Fidel y retirado del gobierno Raúl, promoviendo nuevas camadas de dirigentes, con el mismo compromiso.

La única explicación posible es lo genuino de la revolución. Fue una creación del pueblo, para el pueblo, protagonizada por el pueblo y así continúa. Con todas las insuficiencias y los errores cometidos, el pueblo sigue convencido de que no hay otro camino que el comenzado hace 60 años. Que lo que falta habrá que conseguirlo desde adentro del modelo.

Para los muchos militantes populares latinoamericanos aquella revolución fue un faro. Sobre todo en los momentos en que nos querían convencer del «fin de la historia», que el capitalismo era la estación final del recorrido y que el neoliberalismo era el único modelo posible. Cuba probó que no era así, que no es fatal que siempre gobiernen los mismos para su beneficio y en desmedro de nuestra gente. Y la mirada era, no para copiar su modelo, porque cada pueblo tendrá que construir el suyo, sino para saber que hay alternativas.

En los últimos años Cuba prestó una colaboración extraordinaria a la construcción de una integración regional con sentido popular. Ayudó, sin participar directamente, en el hecho político más importante que se vivió en nuestra América y en la mayor derrota política del imperio, que fue  decirle No al ALCA, y lo hizo en conversaciones con dirigentes, con los discursos de Fidel, con el ejemplo de soberanía y dignidad que daba cada día. Y luego fue factotum en la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

¿Y qué es la CELAC? La OEA menos EE UU y Canadá, más Cuba. Por primera vez en nuestra historia pudimos agruparnos los países que padecemos la actitud y la práctica del imperio y pensar que es lo mejor para nuestros intereses y actuar en consecuencia.    

Por todo lo que le dio al pueblo cubano y a todos los latinoamericanos le deseamos «que los cumpla muy feliz».