La Unión Soviética tenía 191 millones de habitantes en 1941. Durante la Gran Guerra Patria que duró desde 1941 hasta 1945 (eso que occidente llama el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial), hubo 27 millones de muertos producto de la invasión nazi, tanto civiles como militares, ancianos, hombres, mujeres y niños. Sólo en los años cincuenta la población volvería al nivel de 1941. 

Cuesta imaginar tamaña masacre. En valores relativos, es el equivalente de siete millones de personas de la población argentina de hoy; en valores absolutos, equivale a la muerte de todos los argentinos que había en 1980. En Rusia, todos tienen al menos un pariente que fue a la guerra, y otros tantos más que la sufrieron. Es que los nazis, que nunca son buenos, en este caso fueron peores. No hubo respeto siquiera formal para las leyes de la guerra, si es que tal cosa existe. ¿Convención de Ginebra? Te la debo.

Comunistas, judíos, intelectuales, partisanos, todos debían ser eliminados para destruir la “base racial” del régimen soviético. Sin olvidar a los gitanos, claro. El principio de la Gran Guerra Patria fue promisorio para Alemania: en diciembre de 1941 los nazis llegaron a las puertas de Moscú. En 1942 alcanzaron las orillas del Volga.  Arriesgo pensar que para los rusos la tierra es tiempo. Y cuando no hay más tierra, el tiempo es sangre. Y ya no había más tierra del otro lado de ese río.

La invasión fue detenida en Stalingrado. En Kursk, Alemania perdió la iniciativa, en la batalla de tanques más grande de la historia. Luego, la operación Bagration llevó al Ejército Rojo a Berlín. Aún pueden verse los graffitis que las soldadas y soldados, venidos desde Tashkent, Moscú, Irkustk o Leningrado, escribieron en las paredes del Reichstag. ¿Es historia?

Hay que analizar los actuales acontecimientos a la luz de esa historia. Es preciso medir la importancia que tiene la Gran Guerra Patria en la Federación de Rusia, así como en otros países que formaron parte de la Unión Soviética. Ernest Renan puede ayudarnos a reflexionar, sobre la base de la conferencia dictada en Sorbona el año 1882.Sostiene Renan: “Una nación es, a nuestro entender, un alma, un espíritu, una familia espiritual, resultante, en el pasado, de los recuerdos, de los sacrificios, de las glorias, a menudo de los duelos y de los pesares compartidos; y, en el presente, del deseo de seguir viviendo juntos. Lo que constituye una nación no es el hablar la misma lengua o el pertenecer a un mismo grupo etnográfico, sino haber hecho en el pasado grandes cosas juntos y querer seguir haciéndolas en el futuro”.

Esta definición moderna hace que la nación sea hija de una voluntad colectiva, tanto de orden simbólico como material. Para los actuales rusos, esa articulación con el (no tan) pasado significa una identidad colectiva más allá de ideologías, raza, religiones, etnias o idiomas. Esa solidaridad entre generaciones es creadora de sentido. No entenderlo es desprecio,  además de un error.

Al final de la URSS y del Bloque Socialista, tanto Gorbachov como Shevardnadze pidieron y obtuvieron dos condiciones. La primera es que la OTAN no se expanda al este. Occidente no cumplió. La segunda era que los monumentos de la Gran Guerra Patria sean respetados. Después de todo, esos monumentos representaban a personas que habían caído en la lucha contra el nazismo: allí una partisana de 18 años que fue colgada, algún oficial de excepcional coraje, o sólo listas de nombres en una piedra. Tampoco se cumple.

El 7 de Mayo de 1945, el Generaloberst Jodl firmó una rendición incondicional de Alemania en la ciudad de Reims. Era uno de los intentos de los nazis para entregarse prisioneros ante los occidentales, antes que a los rusos, contra quienes seguían en combate. Hasta Eisenhower, el comandante supremo de los aliados occidentales, insistió que la rendición real fuese en Berlín, con los rusos.

 El 9 de mayo de 1945, el Generalfeldmarschall Keitel firma la rendición incondicional de la Alemania nazi frente al ruso Joukov, al norteamericano Spaatz, al británico Tedder y el francés de Lattre de Tassigny. Por caprichos horarios, para unos es 8 de mayo, pero es el 9: a medianoche, Alemania no se había rendido aún.  Desde hace un tiempo, esta conmemoración del 9 de Mayo encuentra a los rusos en las calles de sus ciudades, mientras llevan con cierto orgullo una foto en blanco y negro. Es el pariente que lucho, murió, sobrevivió a la Gran Guerra Patria. Lo llaman “el regimiento inmortal”. Vaya si es cierto. Solidaridad entre las generaciones.

En  1961, el dos veces presidente de los EE UU, Eisenhower, alertó a sus compatriotas, y quizás al mundo, del peligro que el complejo militar-industrial norteamericano podría llegar a ejercer sobre las instituciones de la democracia y la paz mundial. Vaya si es cierto. Ahora lo vemos.

¿Occidente canceló a Tchaikovski? Tiempo de escuchar la “Obertura 1812”.