El asesinato a balazos y maniatado del empresario Rubén Cherrez, ocurrido en el balneario Punta Blanca, Ecuador, a un minuto en automóvil de la casa de descanso del presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, es, según declaraciones de Xavier Lasso, hermano del mandatario , intelectual residente en Quito, el primer capítulo de una novela de Agatha Christie.

El otro capítulo sería señalar que Cherrez vivía allí hace varios meses y estaba buscado por la policía por implicaciones en el tráfico de drogas con la mafia albanesa. El tercer capítulo indagaría las conexiones de Cherrez con un conocido banquero, Danilo Carrera, casualmente cuñado del presidente Lasso.

El cuarto capítulo relataría que el otro socio Cherrez, Hernán Luque, viajó a Buenos Aires y ahora pide asilo en Argentina.

La famosa novelista inglesa seguramente explicaría en un quinto capítulo que el asilo es una institución del derecho internacional para proteger la vida y  libertad del solicitante o su familia, de una persecución de Estado o de poderes fácticos, sean empresas poderosas o el narcotráfico. En el capítulo final llegaría a las conclusiones pertinentes. Cherrez vivió meses a poca distancia de la casa de playa del presidente con protección del Estado ecuatoriano y fue asesinado sin que haya aún responsables señalados.

Diría Agatha Christie como fin de su novela de misterio que el empresario fue varios meses protegido por el Estado y asesinado cuando ese éste decidió deshacerse de él.

Es dable sospechar que estamos ante un crimen de Estado y ese Estado tiene un jefe que se llama Lasso. Todo ello ocurre en un país que durante años es una película de terror de Alfred Hitchcock. Son diarios los asesinatos por sicariato. La pobreza, la desigualdad y la inseguridad han enterrado para siempre  una realidad que en el siglo XX fue isla de paz y tuvo esperanzas fundadas de avanzar hacia una democracia social. Hay un expresidente sentenciado a varios años de cárcel en ausencia del acusado y por “influjo psíquico”, figura jurídica que en Ecuador no existía hasta la Constitución del 2008 y su respectivo Código Integral Penal. Hay otro expresidente, con un empleo de la OEA, en Paraguay, que deberá presentarse cada quince días a declarar ante la justicia ecuatoriana por un caso de corrupción que las instancias legales denominan Sinohydro.

Y hay un presidente en funciones llamado a juicio político por la instancia parlamentaria. Como respuesta a ese llamado el mandatario en funciones desafía a la Asamblea Nacional, declara que irá al juicio político y desnudará a los asambleístas que reciben financiamiento del narcotráfico, algo que se dice ocurrió en la campaña del presidente Lasso a través del asesinado Cherrez.

También decreta  la libre tenencia de armas de fuego y gas pimienta para que los ciudadanos se defiendan de la delincuencia desatada, que el Estado presidido por él es incapaz de hacer como narco-Estado y Estado fallido en que se ha convertido el Ecuador del 2023.

En ese contexto se escuchan voces de periodistas  e intelectuales cultores de las ciencias sociales que llaman a conformar un gobierno de salvación nacional presidido por el fracasado político y exitoso banquero Lasso, quien no ha sido capaz de reactivar la economía en un momento de auge del precio de las materias primas que sustentan el crecimiento económico ecuatoriano. En perspectiva, lo que ocurre en Ecuador no parece digno ni de una novela de Agatha Crhistie, ni de una película de Alfred Hitchcock.

Por ello se distribuyen con entusiasmo en las redes la caracterización de Lasso concebida por el exalcalde de Guayaquil Jaime Nebot: “Año viejo mal armado”

Ecuador 2023 parece una de las famosas “estampas quiteñas” del inolvidable Ernesto Albán, creador del personaje Evaristo Corral y Chancleta. Una corta tragicomedia donde hay un personaje culpable a la cabeza del Estado y un pueblo que sufre su historia. La esperanza es que ahora decida no solo sufrir su historia sino hacerla y cambiarla.