Ante la evidencia de la imposibilidad de ser reelecto como presidente, Jair Bolsonaro tensa fuertemente la situación política en el Brasil y arremete contra las instituciones. Y amenaza con no entregar el poder al candidato que sea electo si no se modifica el sistema electoral.

Utiliza como pretexto el voto electrónico que hace 25 años funciona en Brasil y por el cual fue electo presidente y varias veces diputado. La respuesta que le llegó fue contundente. “Elecciones libres, seguras y limpias son la esencia de la democracia. En Brasil, el Congreso Nacional, a través de su propia legislación, y el TSE, como organizador de las elecciones, lograron eliminar un pasado de fraude electoral que marcó la historia de Brasil, en el Imperio y en la República”, manifestaron conjuntamente todos los presidentes de la autoridades electorales desde 1988. Subrayaron que desde la implementación en 1996 del sistema de votación electrónica no se constató fraude electoral, ni se recibió una sola denuncia.

Pero al presidente no le importó semejante declaración, ni el peso de sus firmantes: envió un proyecto de ley de modificación del sistema electoral para que se utilizaran boletas de papel. Si bien, fue rechazada por el Congreso (no obtuvo una mayoría especial de 308 votos), la propuesta obtuvo 229 positivos contra 208 negativos. Demuestra el respaldo que aún tiene el ex capitán del ejército en el parlamento.

Sin amedrentarse, el mandatario de ultraderecha impulsó un juicio político a los magistrados Alexandre de Moraes y Luis Roberto Barroso, quienes en los últimos meses adoptaron diferentes medidas judiciales en su contra.

«Todos conocen las consecuencias, internas y externas, de una ruptura institucional que no provocamos ni deseamos», intimidó Bolsonaro en Twitter. «El pueblo brasileño no aceptará pasivamente que derechos y garantías fundamentales (art. 5 de la Constitución Federal) como la libertad de expresión, continúen siendo violados y castigados con detenciones arbitrarias precisamente por quienes deben defenderlos», agregó. Inequívoca y grave amenaza.

Es que el recuerdo de la mayoría del pueblo sobre cómo vivía con las gestiones del PT se contrapone respecto de cómo es su realidad actual. Todos los pronósticos y encuestas dan ganador a Ignacio Lula da Silva para las presidenciales del próximo año, dato que lleva a la desesperación a la derecha más dura, dispuesta a todo. Mientras, la burguesía brasileña parece divida entre el temor a vuelva Lula y el desorden que significaría para sus negocios una interrupción del estado de derecho.

Bolsonaro está en su peor momento en las encuestas como consecuencia de la gravísima situación económica y horrible tratamiento de la pandemia. Sin embargo cuenta con el acompañamiento de un tercio de la población y el apoyo incondicional de gran parte de los evangélicos, las policías estaduales (el 78% lo votó en las últimas elecciones), la base de las FF AA y las milicias que crecen y se están armando. Él a menudo visita diferentes regiones y participa en desfiles de motociclistas, con claras proclamas golpistas.

¿Qué hará EE UU? Algunos piensan que es difícil que respalde un golpe en estos momentos. También están los que creen que tras la derrota en Afganistán, difícilmente permita el regreso a los años de gobiernos progresistas que articulaban entre sí en su patio trasero. Lo concreto y extraño es que estuvo en Brasil el jefe de la CIA, William Burns: se reunió con Bolsonaro sin explicar por qué lo hizo ni qué temas trataron. En cualquier caso, su presencia se tomó como un respaldo clave.

En ese camino, para el día de la independencia de Brasil (7 de setiembre), Bolsonaro convocó a una movilización con un claro contenido golpista, en contra del Congreso y la Corte Suprema. Pretende dar una demostración de fuerza que le permita profundizar su plan. La posibilidad de que Lula vuelva a ser presidente es muy grande. La decisión, audacia y falta de escrúpulos de Bolsonaro para impedirlo son evidentes. No transitará pacíficamente el eventual camino de una derrota

¿Podrá evitarse una vez más la voluntad popular? Esperemos que no. Trabajemos para evitarlo.